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Discurso de Gabriel Boric
Por Verónica GOYZUETA, para SudAmericaHoy
En un país en el que las diferencias de clase vienen disminuyendo en las últimas dos décadas, gracias a la estabilidad económica y a programas sociales, la justicia tal vez sea aún el punto en que ellas siguen extremadamente distantes. Todo se acaba en pizza, dicen los brasileños cuando rimbombantes casos Black Tie (guante blanco aunque su traducción sea corbata negra), de políticos, banqueros y empresarios llegan a los tribunales.
Los condenados del Mensalão (gran sueldo), entre los que se encuentran importantes políticos del Gobierno y sus aliados, banqueros y empresarios; consiguieron esta semana un último recurso para evitar o postergar su prisión, en un caso que se arrastra desde 2005. Y con ello, viene de vuelta la sensación de un regreso a la impunidad. La llegada a la Corte Suprema de la trama de compra de votos en el Congreso, que envolvió varios hombres de confianza del ex presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, pasó a ser llamado el “Juicio del Siglo”, justamente por la sensación de que esa impunidad había llegado a su fin
Los condenados se amparan en recursos concedidos por la ley brasileña, en un amplio derecho de defensa y en la lenta burocracia del sistema judicial para escaparse lo más que puedan de la prisión. Esas ventajas han permitido que hasta dos de los condenados, el ex presidente de la Cámara, João Paulo Cunha, y el líder histórico del PT, José Genoino, sean reelectos democráticamente y estén ejerciendo normalmente sus mandatos en el Congreso.
Todas esas posibilidades de defensa pueden representar la libertad para quien se sienta agraviado injustamente. Los condenados del Mensalão -con razón- denuncian persecución política, haber sido juzgados sin pruebas, presión mediática y ser los elegidos de la Corte Suprema para mostrar que en el país se acabó la impunidad. O para que el presidente de la Corte Suprema, Joaquim Barbosa, el primer negro que ejerce el cargo, se convierta en un héroe nacional.
Es verdad también, que del caso, quedaron hilos sueltos, como el de políticos del opositor partido socialdemócrata. Estos habrían originado en Minas Gerais la trama que resultó en el Mensalão y ni siquiera fueron citados a declarar. Un grupo que suele ser mejor tratado por los medios, que el partido de Gobierno.
Por otro lado, son famosos en Brasil los casos de pobres que van presos por robar champú, jabón, pañales y remedios, y se quedan en la cárcel durante años, hasta encontrar el camino de la prensa o de la defensoría pública que les devuelva la libertad. Según datos de la ONU, la población carcelaria brasileña creció un 400% en los últimos veinte años, en un sistema que ya aprisionó más de 500 mil personas, un 66% más que las que podría recibir. Y las estadísticas muestran que las encabezan hombres, pobres y negros.
Independiente de la razón y del derecho de los “mensaleros”, está claro que en Brasil el amplio derecho de defensa y las ventajas de la justicia, sólo existen para quien puede pagar un buen abogado. Para ellos la justicia es infinita.