sábado, 1 de agosto de 2015
Brasileños despiden invierno con tradicional fiesta japonesa de las cerecedas

Fabio Manzano
Sao Paulo, 1 ago (EFE).- En un día fuera de lo común para el invierno brasileño, Sao Paulo recibió hoy de brazos abiertos el sol que aumentó las temperaturas y el florecimiento de los cerezos, unos viejos amigos de la tradición japonesa arraigada en la mayor ciudad suramericana y que anuncian la llegada de la primavera.
 Un bosque de «sakuras» (cerezos), creado por la comunidad japonesa que vive en el corazón económico de Brasil y que constituye el mayor número de nipones fuera de su país en el mundo, rescata la tradición del país asiático del «hanabi», que en español quiere decir «el arte de la contemplación».
 Anualmente en el país oriental, miles de personas se unen bajo la sombra de los cerezos para disfrutar de un momento especial en contacto con la naturaleza y la familia con un «picnic» en el que degustan platos tradicionales como los «bentós» (una especie de sándwich) y «dangós» (dulces).
En la ciudad más japonesa fuera del país asiático eso no podría ser diferente, ya que Sao Paulo recibió la mayor parte de los cerca de un millón de inmigrantes de esa nacionalidad que arribaron a Brasil en la segunda década del siglo XX.
La fiesta transforma el Parque do Carmo, ubicado en la zona oriental de la metrópoli, en un pequeño Japón.
 «Aquí es como en los bosques de Japón, pero con menos variedad de árboles de los que hay por allá», señaló a Efe la descendente de japoneses y servidora pública Aiako quien disfrutaba de un almuerzo al aire libre en las cerecedas del parque junto a sus amigas Elina y la brasileña Zelia Albuquerque.
 Aiako comparó los árboles de Sao Paulo a los de Okinawa, en Japón, ya que el clima y las «temperaturas son parecidas».
Albuquerque, médica de profesión, señaló que siempre visita el bosque paulistano durante su floración.
 «Lo que me impresiona son las flores, el césped, aquí siento paz y tranquilidad», subrayó.
 Pero la belleza y el color del lugar duran poco tiempo, los responsables por el bosque afirman que después del domingo ya comenzarán a caer las flores que están en el punto máximo de una floración que empezó hace sólo pocos días y apenas volverá nuevamente en el año que viene.
 El bosque recibe los visitantes para el «hanabi» desde 1978, cuando el inmigrante fallecido Hisayoshi Kataoka, en la época presidente de la Federación de Sakura e Ipê, trajo a Brasil 1.500 mudas de cerezos, hoy multiplicados en casi 4.000 en las 200 hectáreas del parque.
«Parece que no hay fin» en medio de las cerecedas, expresó un visitante deslumbrado con el entorno, quien con su teléfono intentaba registrar una fotografía que sólo podrá repetir dentro un año.
Pero además de los ya comunes selfis el escenario también es marco de registros profesionales como el de Thainá Sacra, fotógrafa que escogió los cerezos preservados por los japoneses y sus descendientes en Sao Paulo como marco de un ensayo.
«Si no vengo para trabajar, vengo porque pienso que es muy bello todo», comentó Sacra a Efe mientras su modelo tenía un pausa en la rutina de fotos.
 A la profesional de la vecina ciudad de Suzano, en la región metropolitana de Sao Paulo, lo que le encanta más del paisaje es la «delicadeza de la flor y el contraste del color» en estos pocos día, con un cielo azul sin nubes que se abrió para reforzar el rosado claro de las flores de los cerezos.
Entre las ramas del bosque, es posible mirar algunos papeles añadidos con mensajes de paz y esperanza que los visitantes ponen en los árboles, una tradición oriental, así como para sentarse esperando que caiga una flor en la cabeza, lo que es interpretado como una señal de «buena suerte».