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Discurso de Gabriel Boric
Río de Janeiro. Por José Manuel BLANCO / Efe
Las favelas pacificadas de Río de Janeiro son ahora un nuevo destino turístico, gracias a los atractivos que la presencia policial ha descubierto para cariocas y visitantes, como las vistas al mar o sus restaurantes populares.
Desde 2008, el proceso de pacificación de favelas dirigido por el gobierno regional ha retirado a los narcotraficantes de muchas de estas comunidades para llevar unidades de policía, servicios básicos como recogida de basuras y correos, y vastos programas sociales.
Muchos residentes han encontrado en el negocio de la restauración un modo de vida y, con ello, la llamada «Ciudad Maravillosa» tiene ahora nuevos locales que ofrecen una sabrosa variedad de comidas, desde especialidades brasileñas a los platos más internacionales.
Algunos de estos locales, como el Bar do David, en la favela de Chapéu Mangueira, próxima al turístico barrio de Copacabana, han ganado incluso fama internacional con su presencia en medios de comunicación de todo el mundo.
No muy lejos, en la comunidad de Vidigal, está la azotea donde en La tía Léa se sirve abundante comida casera, previa reserva y con una doble vista a las abigarradas construcciones de la comunidad y al mar que baña las playas.
Léa explica que comenzó a alquilar su terraza cuando invitó a almorzar al cónsul de Francia, para el que trabajaba, y advierte que ya mandó cartas a Barack Obama o Nicolas Sarkozy para que hagan lo mismo, aunque todavía espera respuesta.
El cineasta Sérgio Bloch, que publicó dos guías con los mejores puestos de comida ambulante de Río, editó este año un libro sobre los mejores restaurantes de las favelas y las historias de sus carismáticos dueños.
Bloch tuvo la idea cuando realizaba un documental en las comunidades pacificadas y cada día buscaba lugares para almorzar junto a su equipo.
Con sus colaboradores visitaron 97 establecimientos de once favelas, buscando locales bajo los criterios de comida, higiene y el atractivo de las historias personales de sus dueños.
Según el director, «la comida es un pretexto ideal» para conocer estos lugares, desde la barriada de Providência, cuyo bar Favela Point sirve un batido de caramelos y vodka, hasta la de Dona Marta, que el primer sábado de cada mes celebra un espectáculo de samba con «feijoada», el plato nacional, con arroz, fríjoles y carne de cerdo.
En el Bar Lacubaco, también en la favela de Vidigal, su dueña, Fabíola Barroso, cuenta que hace cuatro años buscaba «un complemento» para los ingresos que recibía como fisioterapeuta, para lo que enroló en la empresa hostelera a su marido, Fábio Freire.
Barroso explica que ahora, tras mucho aprendizaje, intentan innovar constantemente y ofrecen platos como la «peixoada», una adaptación de la «feijoada» con frutos de mar en vez de carne, o el filete de «picanha» (un corte de ternera) con salsa de piña.
El Bar Lacubaco está en la calle principal de Vidigal, la avenida João Goulart, y desde allí se puede contemplar el océano Atlántico mientras se toma un solomillo de ternera con guarnición de arroz a la piamontesa, una de las especialidades de la casa.
Para Fabíola, quien se va a apuntar a clases de gastronomía para perfeccionar su técnica, estos cuatro años tienen una recompensa: «Todo el mundo elogia (el restaurante), cada vez viene más gente. Es lo que queremos. Hacemos la comida como si fuese para nosotros».
Sérgio Bloch refrenda esta opinión: «Lo que encuentro más interesante es esa respuesta afectiva, emocional que (los dueños de los establecimientos) tuvieron» tras la publicación de la guía.
«Muchos dicen: ‘¡Caray! Nunca tuvimos tanta visibilidad, tanto reconocimiento a nuestro trabajo'», comenta mientras desde la cocina del Bar Lacubaco siguen saliendo platos para deleite de cariocas y turistas.