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Discurso de Gabriel Boric
Río de Janeiro, 25 ago (EFE).- Una veintena de refugiados de diversos países jugó hoy al fútbol en el césped del estadio Maracaná de Río de Janeiro, sede de la final del Mundial de 2014, como parte de un proyecto de integración en la sociedad brasileña.
Los refugiados, en su mayoría procedentes de países africanos francófonos, y también de países como Colombia, Haití y Siria, participaron en un partido en una cancha de dimensiones reducidas, detrás de unas de las porterías del coliseo carioca, donde el año pasado Alemania se coronó campeona del mundo.
El proyecto, denominado «Fútbol de las Naciones», es una iniciativa promovida por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), ONU Mujeres y Cáritas Río de Janeiro.
El representante de Acnur en Brasil, Andrés Ramírez, explicó a Efe que la metodología de los partidos persigue «construir un espíritu de solidaridad, de hermandad, de respeto y de humanidad».
Los partidos se dividen en «tres tiempos», incluyendo uno previo al juego, en el que los jugadores establecen una serie de reglas y otro posterior, en el que los participantes analizan si estas se respetaron.
El cumplimiento de las reglas es tan importante como los goles y sirven para sumar o restar puntos a los equipos y para determinar el ganador.
Esas reglas pueden obligar a los jugadores, por ejemplo, a pasar el balón a todos los integrantes del equipo antes de tirar a puerta, para trabajar el concepto de «inclusión», o hacer que solo pueda rematar un único jugador, cuando se quiera fomentar la reflexión acerca de la «discriminación» de la sociedad, según los organizadores.
Un joven refugiado colombiano, Juan Esteban, dijo que la experiencia de jugar en un estadio como el Maracaná es «inexplicable» y comentó que la convivencia con los refugiados de otros países es enriquecedora, pues aprenden de la cultura de los otros.
«Estoy hace cinco meses en Río de Janeiro, pero quiero vivir mucho tiempo aquí, porque encontré una forma de vivir más amena, más tranquila», expresó.
Brasil acoge a cerca de 8.500 refugiados de 81 países, según datos oficiales, y el número de acogidos ha aumentado significativamente en los últimos años, pasando de 510 solicitudes en 2010 a cerca de 12.000 el año pasado.