lunes, 7 de diciembre de 2015
La cubana Yipsi Moreno se postra ante el padre tiempo y dice adiós al deporte

Gustavo Borges
México, 7 dic (EFE).- Un año después de haber ganado su última medalla de oro, en México, la cubana Yipsi Moreno, triple campeona mundial de lanzamiento del martillo, se ha inclinado ante el padre tiempo y ha aceptado decir adiós al atletismo, una pasión que le permitió convertirse en una de las mejores atletas de este siglo.
Aunque había anunciado su retiro después de ganar los Juegos Centroamericanos y del Caribe en la ciudad mexicana de Veracruz a finales del 2014, hasta este fin de semana los más fieles seguidores de la caribeña soñaban con un regreso y en verla en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, lo cual ya no sucederá.
«Esto es muy emocionante», dijo entre lágrimas la lanzadora de 35 años en un homenaje este fin de semana en La Habana, donde dibujó con sus palabras el punto final a una de las carreras más brillantes de deportista latinoamericano alguno.
Nacida en Camagüey, provincia rumbo al oriente cubano, Yipsi se dio a conocer cuando a los 21 años ganó su primer mundial, en Edmonton 2001, título que retuvo en París 2003 y Helsinki 2007 y cedió en Osaka 2007 por apenas dos centímetros.
En Juegos Olímpicos conquistó dos preseas de plata, en Atenas 2004 y Pekín 2008 y fue tres veces monarca de Juegos Panamericanos, la última en Guadalajara, México, donde se impuso con una plusmarca de 75.62 metros.
Fue una competidora de técnica fina, pero que marcó diferencia con su personalidad. En el atletismo la recuerdan como una mujer dulce transformada en fiera cuando entraba a la jaula de lanzamientos, desde donde envió el martillo a más de 70 metros en más de 140 ocasiones.
En estadios llenos de espectadores que solían prestar más atención a las carreras de pista, la cubana provocó que todos voltearan a su jaula donde se convertía en una posesa, obsesionada con enviar el martillo lo más lejos posible.
Una ceremonia precedía sus hazañas y ponía nerviosas a las contrarias. Entraba sobria al círculo, hacía unos gestos con el codo y la muñeca derecha como para imitar las vueltas de su implemento y concentrada emprendía unos giros de impulso que terminaban con un grito de muchos decibelios mientras el martillo tomaba altura.
Una vez terminada la competencia, Yipsi regresaba a su semilla y volvía a ser la chica nacida en una casa humilde en Camagüey, buena bailadora de casino, y con fama de asumir la amistad como una especie de sacerdocio al cual era importante dedicarle tiempo.
«Yipsi cosechó en el deporte y en la vida lo que ella sembró, es una de las deportistas cubanas más queridas. Fue una gigante del deporte, pero es mejor ser humano que competidora», aseguró hoy a Efe Javier Clavelo, periodista cubano residente en Canadá, amigo íntimo de la familia formada por Yipsi y su esposo Abdel Murguía.
Un físico granítico le ayudó a Moreno a soportar los entrenamientos duros y su buena técnica le permitió encontrar atajos hacia las medallas, pero fue su obsesión por superarse a sí misma la que le permitió marcar diferencias y ser la mejor del mundo.
Pudo llegar en buena forma a los Olímpicos de Río de Janeiro 2016, pero Yipsi Moreno pertenece a la raza de los deportistas inconformes. Sospecha que sus registros ya no van a acercarse a 76.62 metros, su mejor marca implantada en 2008, y lo ha interpretado como la señal para postrarse ante el único rival ante el cual no ha puesto resistencia, el paso del tiempo.
«He tenido una vida bonita», dijo este fin de semana en La Habana, donde aprendió a hablarle de tú al martillo.