viernes, 26 de septiembre de 2014
Marina Silva, una estrella fugaz

 

La candidata a la presidencia de Brasil por el Partido Socialista Brasileño  Marina Silva, junto a un líder indígena.

La candidata a la presidencia de Brasil por el Partido Socialista Brasileño Marina Silva, junto a un líder indígena.

Sao Paulo. Por Alba SANTANDREU/S. MONTORO/Efe/SAH

Visto y no visto. La estrella de Marina Silva pareció acariciar, como un relámpago, el cielo del poder en las urnas. Ahora, como subió, parece que desciende y toca tierra. La cuestión es si tendrá luz suficiente para iluminar a la porción del electorado que necesita para pasar a la segunda vuelta.

En poco más de un mes pasó de ser la sombra del aspirante socialista a la Presidencia de Brasil, Eduardo Campos, muerto en un accidente aéreo en agosto, a sucederle como candidata y revolucionar por completo el escenario político.

En un país polarizado en las últimas décadas entre el Partido de los Trabajadores (PT), del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de Fernando Henrique Cardoso, Silva irrumpió de forma inesperada en el escenario electoral como una alternativa que parecía sólida a esas formaciones.

Profundamente religiosa y defensora acérrima de la Amazonía, la ex senadora figuraba como candidata a la Vicepresidencia en la fórmula de Campos hasta su trágica muerte el 13 de agosto y ahora, con las riendas del Partido Socialista Brasileño (PSB) en sus manos es por escasa ventaja la principal amenaza a la reelección de la presidenta Dilma Rousseff.

Nacida hace 56 años en Breu Velho, una aldea amazónica en el estado de Acre, Silva, se presenta como representante de una «nueva política» y promete «cambios» en una eventual gestión, en la que dice que prescindirá de los partidos, para gobernar con «los mejores cuadros» de cada formación.

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Marina Silva en la selva amazónica

La «socioambientalista, como ella mismo se ha descrito, conserva el peso de la juventud, 53 kilos, mantenidos a base de una estricta dieta marcada por un histórico de enfermedades contraídas cuando vivía rodeada de cultivos de caucho.
A los seis años su sangre fue contaminada por mercurio, sufrió cinco veces malaria y tres veces hepatitis. Tras agudizarse su enfermedad en la década de 1990, dejó la religión católica y se convirtió a la evangélica.

Analfabeta hasta los 16 años, la aspirante a la jefatura del Estado se preparó para ser monja, fue empleada doméstica, profesora y recibió el título universitario de historiadora antes de entrar a formar parte del mundo de la política de la mano del asesinado líder ecologista Chico Mendes, a quien ayudó a defender la Amazonía.

En 1988 se afilió al PT de Lula y fue elegida concejal de la ciudad de Río Branco, su primer cargo en una rápida ascensión que la llevó a la Cámara alta en apenas seis años, convirtiéndose en senadora con apenas 36 años.

María Osmarina Silva de Souza, a la que algunos llaman la «eco-capitalista» por su intento de combinar la defensa del planeta con el desarrollo económico, ocupó la cartera de Medio Ambiente durante el primer mandato de Lula.

En 2008, Silva dejó el cargo por sus divergencias con el Ejecutivo, principalmente con la entonces ministra de Minas y Energía Dilma Rousseff, en torno al modelo de desarrollo para la Amazonía. Ese gesto le valió el reconocimiento como obstinada defensora del mayor pulmón vegetal del planeta, pero le hizo ganarse la enemistad de la agroindustria.

Después de treinta años de militancia dejó el PT y se unió al Partido Verde (PV), formación con la que quedó tercera en las elecciones presidenciales de 2010, con unos 19 millones de votos (equivalente a un 20 %).

Silva se afilió al PSB  (Partido Socialista) en septiembre pasado tras fracasar en el intento de crear a tiempo su propia formación, la Red Sustentabilidad, con la que aspiraba a ser postulada por segunda vez a la Presidencia.
Por su imagen de política coherente y su arrastre entre los votantes fue designada candidata a vicepresidenta en la fórmula de Campos, de 49 años y al que el trágico destino apartó de la carrera electoral.
Prudente y reacia al enfrentamiento directo con sus oponentes, la centinela de la Amazonía, quien siempre anda acompañada de una Biblia, respalda la convivencia de la «economía y la ecología en una misma ecuación»; apuesta por la «independencia» del Banco Central y una reducción del «intervencionismo» del Estado.

Centro de las críticas de los principales candidatos presidenciales, la candidata del PSB apela a su historia de vida para defenderse de las acusaciones del PT de que, en una eventual gestión, acabará con los programas sociales del PT.
«Alguien que pasó lo que yo pasé, con el hambre que yo tuve que pasar, no va a acabar con el Bolsa Familia», subrayó Silva sobre uno de los programas bandera del PT.