miércoles, 18 de septiembre de 2013
Rousseff no pone la otra mejilla con Obama

 

Foto. Efe

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Verónica GoyzuetaSão Paulo. Por Verónica GOYZUETA, para SudAméricaHoy

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, sorprendió a todos el martes al anunciar que suspendía su viaje oficial a Washington, previsto para el 23 de octubre. La decisión forma parte del pulso que mantiene con Barak Obama, desde hace dos semanas, tras destaparse un escándalo de espionaje por parte de EE UU que apuntaba directamente a Rousseff y a la petrolera Petrobras.

Todos los esfuerzos de Obama para evitar lo inevitable han sido en vano. El encuentro con su homóloga brasileña durante la cumbre del G20 se quedó en eso y la llamada telefónica -de 20 minutos- que el estadounidense le hizo el lunes, dándole explicaciones, tampoco sirvió para convencer a Rousseff de que era mejor dejar las cosas -el viaje- como estaban.

La decisión de Rousseff fue inesperada por las características especiales de la invitación estadounidense, y por los intereses y oportunidades económicas que empresas brasileñas tenían depositadas en ese viaje de acercamiento a la principal economía del mundo.

El viaje de la Presidenta de Brasil a Washington, de concretarse, habría sido el primero en veinte años donde un mandatario brasileño sería recibido con honores de Estado, alfombra roja, cena de gala y ceremonia militar.

En una nota oficial, la Casa Blanca se apresuró a aclarar que la decisión había sido tomada de mutuo “acuerdo” por ambos países y que el viaje se “postergaba” porque una visita tan importante no podía ser eclipsada por un único asunto, el del espionaje.

En Brasilia, el Palacio del Planalto hizo una lectura diferente. No ocultó la tensión bilateral, dijo que las explicaciones de Obama “no fueron satisfactorias” y confirmó que no había “un buen clima para la realización del viaje”. Dicho esto, dejó abierta la posibilidad de volver a incorporar el viaje a una agenda futura cuando el tema del espionaje saliera de la pauta. Es decir, formara parte del pasado.

Brasil quiere mostrar dentro y fuera del país que no se rinde ni se doblega a los atropellos estadounidenses.  Rousseff debe ir a Nueva York la próxima semana y ya avisó que hablará en términos duros contra el espionaje del gigante del norte. Lo hará durante su discurso en la apertura de la Asamblea de las Naciones Unidas.

El escándalo del espionaje norteamericano, en el que Rousseff y Brasil han sido las víctimas, puede darle a la mandataria brasileña nuevos puntos que la ayuden a recuperar una popularidad desgastada después de las manifestaciones que sacudieron al país en junio. En rigor, la tendencia a su favor ha comenzado a manifestarse.

La decisión de Rousseff no significa, de ningún modo, una ruptura de relaciones diplomáticas. Se trata de un aplazamiento de agenda -sin fecha nueva- mientras pasa la tormenta provocada por las denuncias de monitoreo de sus emails y de las redes de Petrobras. Pero el mensaje de la Presidenta a los brasileños es de hacerse respetar y contundencia.

En octubre la petrolera brasileña, líder mundial en tecnología en aguas ultra-profundas, realizará la subasta de grandes reservas, consideradas la mayor de la historia brasileña. Los documentos presentados en un programa de la cadena de TV, Globo, muestran que el espionaje a Petrobras tiene características de espionaje industrial y económico, y nada tienen que ver con supuestas preocupaciones de seguridad nacional, o de terrorismo, por más que insista la NSA.  En esta línea, Rousseff declaró que las filtraciones no representan  amenaza a la seguridad, sino a “uno de los mayores activos de petróleo del mundo y un patrimonio del pueblo brasileño”.

En el terreno económico, la postergación del viaje puede retrasar una ansiada aproximación comercial entre Brasil y su principal socio, muy deseada entre empresarios brasileños que tenían previsto acompañar la visita.  Estados Unidos también tiene importantes intereses en la cuerda floja tras la decisión de Rousseff. Su empresa Boeing es una de las principales interesadas en una licitación multimillonaria en la que Brasil comprará 36 aviones de combate.

Mientras no se decide la nueva fecha del viaje, Rousseff gana puntos con los brasileños, y la mayor potencia sudamericana gana peso en el pulso contra la mayor potencia mundial.