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Discurso de Gabriel Boric
Por Alfredo BEHRENS, para SudAméricaHoy
En Chile los alienígenas, según el entorno íntimo del presidente, deben ser muchos porque casi el 80 por ciento, votó por una nueva constitución para sustituir la de los tiempos de Pinochet.
Chile, me dicen, mejoró mucho desde el derrocamiento de Allende. ¡Ahora hay más familias con televisores, refrigeradoras, y pásmense, tienen hasta lavadoras de ropas! Pero, lo que esas estadísticas no explican, son las grandes manifestaciones que llevaron a este plebiscito, que votó por una nueva Constitución que será escrita sin “los de antes”.
Tal vez en el propio progreso esté la respuesta a los argumentos esgrimidos por los conservadores, del tipo, “la gente no sabe votar”. No es que la gente no haya querido librarse antes de esta Constitución, es que las trabas legales para hacerlo eran muchas. La presión por el cambio tenía que aumentar mucho para hacerlo posible. Y así fue, y ganaron los alienígenas.
¿Por qué digo que el progreso económico pueda haber acelerado el cambio?
Es que, una y otra vez, al menos en el mundo occidental, cuando la gente se libra de las demandas acuciantes por la supervivencia, opta por ser dueña de su propio deseo y elige su destino.
Los chilenos, en general, pueden haber mejorado su nivel de vida. Las estadísticas están ahí para sugerirlo. Ahora más chilenos tienen carro, ahora más chilenos estudian en la universidad, ahora hay más oferta de camas en hospitales privados… Pero, en los países ricos, la gente anda en transporte público y recurre a la salud y a la enseñanza pública. Que la gente tenga que pagar por esos servicios no es propiamente una medida de progreso. A veces, optan por las soluciones privadas porque se les recortó la provisión publica de esos servicios. Hay bastantes estadísticas chilenas para sustentar esto también.
La opción por lo público o lo privado es de la gente. Cuando pudieron votar, y las opciones de los chilenos en la Constitución de Pinochet, estaban muy limitadas, lo hicieron por lo que querían. Las limitaciones alcanzan al propio Presidente. Piñera, aunque quisiera, no podría renunciar. Parece cosa de Ripley, pero no lo es.
Como la gente no podía votar sobre lo que le interesaba, salieron a la calle. Unos murieron, otros salieron tuertos… Algunos liberales dirán que era una opción suicida, como esto de cambiar la Constitución. Pero así son las cosas, cuando quieres que el agua entre en ebullición, ponle una tapa a la olla. Ahora hirvió y habrá que recoger el agua con un pañito.
No sabemos bien cómo se organizará una nueva Constitución sin “los de antes”. No me sorprendería que predominen en ella las fuerzas sociales organizadas, como los sindicatos, como antes predominaron los militares. ¿Qué es mejor, sindicatos o militares? Es una cuestión de opción política.
Lo cierto es que, si no te gustan que manden los sindicatos, tendrías que asegurarte de que quienes manden, de hecho, reflejen la voluntad popular. Para eso sería bueno que los representantes de dicho pueblo, lo representen, para que los del pueblo no tengan que salir a los gritos a la calle y arriesgar los ojos cuando no la propia vida, sesgada por los carabineros al mando del presidente Piñera.
La representatividad del pueblo es una condición fundamental para una verdadera democracia, y si no se hiciera más, bastaría con limitar el número de reelecciones de los mandatos de los representantes. Si fueran reelectos más de dos veces, parecería que se quieren quedar en el cargo sin que de hecho aseguren estar en contacto con sus representados. Este no es un problema único de Chile. Por eso, cuando veas la barba de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo.