sábado, 16 de noviembre de 2013
Carácter firme y lenguaje directo han convertido a Evelyn Matthei en ganadora

Nelson Sandoval Díaz
Santiago de Chile, 16 nov (EFE).- A sus 59 años Evelyn Matthei es una ganadora. Hasta ahora su vida ha ido en ascenso, trayectoria que podría culminar en la Presidencia de Chile, cima que tal vez imaginó cuando decidió dedicarse a la política.
Un éxito que de ningún modo significa que la candidata oficialista a la más alta instancia política nacional haya vivido sobre un lecho de rosas.
Su mismo nombramiento como candidata fue azaroso, tras verse su partido, la Unión Demócrata Independiente (UDI), obligado a renunciar por diversas circunstancias a las candidaturas de Laurence Golborne y de Pablo Longueira, ganador éste incluso de las primarias en las fuerzas conservadoras celebradas el pasado 30 de junio.
Ser mujer en una sociedad que arrastra un machismo atávico la acostumbró desde joven a derribar obstáculos para conseguir sus metas, apoyándose en un carácter fuerte, en ocasiones con una manera de hablar que le ha supuesto fama de grosera.
Hija de Fernando Matthei, un general que alcanzó la jefatura de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y un asiento en la junta militar de Augusto Pinochet (1973-1990), Evelyn comenzó su vida política en paralelo con el fin de la dictadura.
Atrás quedaron entonces sus vivencias de niña, cuando su familia era muy cercana a la de la expresidenta Michelle Bachelet, también hija de un general de la FACH, Alberto Bachelet, que afrontó experiencias muy distintas tras el golpe de Estado de 1973.
El padre de la ahora nuevamente candidata presidencial murió a causa de las torturas sufridas por haberse opuesto a la asonada militar.
Mientras, Fernando Matthei, cuya supuesta implicación en la muerte de su camarada ha sido investigada y descartada por la Justicia, escaló los peldaños del poder.
Y cuando Evelyn Matthei perfeccionaba en Londres su carrera como pianista, Michelle Bachelet y su madre eran torturadas por la policía secreta de Pinochet.
Con quince años de estudios de piano, ingeniera comercial premiada como la mejor de su promoción, profesora universitaria y ejecutiva de empresas, Evelyn Matthei descubrió la política a finales de los años ochenta, de la mano de la recuperación de la democracia.
Ella misma, en una muestra de su carácter, cortó la posibilidad de vivir de la música cuando se dio cuenta de que no iba a ser la mejor, según reveló en una reciente entrevista.
Matthei se casó entonces con Jorge Desormeaux, un economista que durante diez años fue consejero del Banco Central y con quien tiene tres hijos: Jorge, Roberto y Antonia.
Elegida diputada en 1989, Matthei se hizo conocida como integrante de la «patrulla juvenil» del partido Renovación Nacional (RN), formada por jóvenes políticos desligados de la dictadura, proclives a reformar el sistema para hacerlo más moderno y participativo.
Uno de los principales exponentes de esa «patrulla», Sebastián Piñera, había votado por el «No» en el plebiscito de 1988, en el que los chilenos rechazaron la permanencia de Pinochet en el poder.
Pero a finales de 1992, cuando los partidos buscaban sus candidatos para las presidenciales del año siguiente, se acabó la «patrulla». En RN competían Evelyn Matthei y Sebastián Piñera.
En un programa de televisión del que Piñera era tertuliano, apareció el dueño del canal, Ricardo Claro, y para hacer pública una grabación en la que se escuchaba una conversación telefónica de Piñera con su amigo Pedro Pablo Díaz en la que el actual presidente de Chile le pedía que intercediera con periodistas conocidos para perjudicar a Matthei.
La idea era dejar a Evelyn «como una cabrita (niña) chica, despistada, que da palos de ciego, sin ninguna solidez (…), una huevona débil, inestable», decía Piñera en la conversación.
El escándalo, bautizado como el «Piñeragate», fue enorme e inicialmente situó a Matthei como la víctima, pero tras una investigación la policía descubrió que la conversación había sido interceptada y grabada desde dependencias del Ejército.
Los autores revelaron que vigilaban a Piñera precisamente por encargo de Matthei, quien confesó su culpa y renunció a su candidatura, mientras el partido la suspendió por diez años.
Entonces renunció a Renovación Nacional y se acercó a la UDI, que la recibió con los brazos abiertos.
En 1993 fue elegida nuevamente diputada y en 1997 salió como senadora por la región de Coquimbo, cargo en el que fue reelegida en 2005 y al que renunció en 2011 para ser ministra del Trabajo, del Gobierno de Piñera.
«Me equivoqué de punta a cabo» en el «Piñeragate», reconoció hace poco Matthei durante un debate electoral.
En varias ocasiones, la candidata derechista ha sostenido intercambios verbales abundantes en groserías con otros políticos, a los que ha llegado a insultar incluso en sesiones parlamentarias.
Aunque tras ser elegida candidata prometió comportarse «de manera ejemplar», su carácter la ha traicionado varias veces a lo largo de una campaña que ha afrontado con las encuestas en contra, pero con la fe intacta en que romperá los pronósticos y se enfrentará en segunda vuelta a Michelle Bachelet, la gran favorita.