sábado, 27 de octubre de 2012
Elecciones municipales en Chile, ¿A quién beneficia la baja participación?

Por Patricio NAVIA

Con la entrada en vigencia del sistema de inscripción automática y voto voluntario, Chile experimentará el cambio electoral más importante desde el plebiscito de 1988. Han desaparecido las barreras de entrada para que participen 5 millones de potenciales electores—o para que dejen de hacerlo los 8 millones que ya estaban inscritos. Incluso si el número total de votantes se mantiene estable respecto a 2008, la composición social, demográfica e ideológica del universo electoral y las razones de esos votantes para participar sí cambiarán sustancialmente.

Si el domingo 28 vota la misma cantidad de personas que sufragó en 2008 (6,9 millones), la participación habrá caído de 85% de los inscritos en 2008 a sólo un 51% ahora que todos los mayores de 18 años están automáticamente inscritos. Aquellos ex no-inscritos que antes sólo prestaban atención en los días previos a los comicios podrán participar si lo desean. A su vez, aquellos que no se sienten atraídos por los candidatos podrán abstenerse. Encuestas recientes muestran que el número de nuevos votantes es similar al de nuevos abstencionistas, por lo que el número total de votos no debería cambiar demasiado.

Pero en comunas donde un alcalde va seguro a la re-elección, es probable que caiga la participación. En cambio, precisamente porque la incertidumbre es el mejor aliado de la participación, el número de votantes debiera aumentar donde se espera un resultado peleado.

Los defensores del voto voluntario argumentan que los partidos deben convencer a la gente tanto a que salgan a votar como a que voten por ellos.  Pero los partidos bien pudieran calcular que es más fácil inducir a no votar a las personas inclinadas a otras opciones que a convencerlos. En países donde la votación es voluntaria, aumentan las campañas sucias—orientadas a ahuyentar electores más que a convencer a personas ideológicamente lejanas. Cuando la votación es voluntaria, votan más los fuertemente ideologizados. Si el partido extremo X tiene 600 mil simpatizantes, una participación de 6 millones de personas le permitirá alcanzar el 10% de los votos.  Pero una participación de 12 millones hará que sus simpatizantes solo representen el 5%.

En la Concertación, que promovió el voto voluntario, han aparecido arrepentidos. Equivocadamente, señalan que el nuevo sistema disminuirá la votación de los pobres. Pero el viejo sistema ya discriminaba contra los sectores populares. La probabilidad de estar inscrito era mucho mayor entre los de más educación. Por eso, con el nuevo sistema, el padrón aumentó mucho más en las comunas populares que en las del barrio alto. Antes estaban excluidos, ahora los pobres podrán votar si quieren. Es más, ya que sus niveles de apoyo están especialmente bajos entre la gente que no se identifica políticamente, la Concertación se debiera ver beneficiada con una baja participación. Los concertacionistas más fieles votarán igual, por lo que su peso relativo debiera aumentar si vota menos gente.

Es perfectamente legítimo discrepar sobre la conveniencia del voto voluntario. Pero para informar mejor esa discusión, conviene entender los incentivos que el nuevo sistema presenta, conocer el comportamiento de los candidatos ante las nuevas reglas e interpretar adecuadamente la conducta que tendrán los votantes el próximo domingo cuando decidan libre—aunque bien pudiera ser no informadamente—si votar o quedarse en casa.