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Discurso de Gabriel Boric
Oscar Olivos (62) es chileno -dirigente estudiantil universitario en los años setenta- fue detenido por la dictadura militar de Augusto Pinochet y, al recuperar la libertad, se vinculó al sindicalismo en la clandestinidad. El sindicalismo ha sido una parte fundamental de su vida durante los últimos 42 años. Fue uno de los promotores de la Coordinadora Nacional Sindical y uno de los fundadores de la Central Unitaria de Trabajadores –CUT– que dejó posteriormente debido al carácter partidista de esa organización. Oscar reconoce que la actividad sindical le disputó -durante mucho tiempo- espacio a la vida familiar. «El sindicalismo es una adicción. Me quedé ahí. Entrega, dedicación y apoyo a los trabajadores». Sobre su militancia política admite que es parte del pasado.
«Fui militante del Partido Socialista hasta que fui a la Rusia soviética, al regresar a Chile me retiré del partido y, desde entonces, no me he vinculado ni he dirigido ningún partido político».
Olivos es presidente -fundador en 1995- de la Central Autónoma de Trabajadores de Chile -CAT- y participó en Colombia del Congreso fundacional de la ADS –Alternativa Democrática Sindical de las Américas– celebrado entre el 17 y el 20 de abril. El líder sindical abraza la democracia y señala con todas sus letras que lo de Venezuela es una dictadura, un hombre con sentido común y consciente del mundo actual, se refirió al pasado, al presente y al futuro del movimiento sindical, entre otras cuestiones.
Clara Riveros- ¿Cuántos sindicalistas reúne la CAT y en qué se diferencia de la CUT?
Oscar Olivos- La CAT es una organización político-sindical, la CUT es político-partidista. La CUT antes era dirigida por los socialistas y, posteriormente y hasta hoy, por los comunistas. La CAT es independiente, no es una estructura política-partidista. En la CAT los miembros tienen múltiples pertenencias partidistas, el sindicalista milita en el partido que quiera. Nunca le he preguntado a los miembros del Consejo Directivo de la CAT a que partido pertenecen. El rol del partido político es diferente del rol sindical. Al partido le interesa conquistar el poder político, al sindicato le interesa la representación de los intereses de los trabajadores. ¿Qué quieren los trabajadores? Salario digno, condiciones dignas, alimentar a su familia, educar a sus hijos y un pasar decente. Creo que la esencia del ser humano es la libertad.
La CAT tiene 350 mil afiliados -de la primera a la octava región de Chile- y su pertenencia es real. No son sindicatos inventados. La CUT tenía supuestamente 600 mil afiliados, pero se ha denunciado un fraude y ahora tienen problemas con esas cifras, acreditaron 180 mil afiliados. El fuerte de la CUT son los sindicatos de trabajadores públicos mientras que los de la CAT son sindicatos de entidades privadas (industria, comercio, servicios), tenemos públicos, pero son pocos.
C.R.- Hace algunas semanas circularon imágenes y videos de sindicalistas chilenos en las calles de Santiago arengando y respaldando a los dictadores Kim Jong-un de Corea del Norte, Bashar al-Ásad de Siria y Nicolás Maduro de Venezuela. ¿Esos sindicalistas hacen parte de la central que usted preside o pertenecen a la CUT?
O.O.-Son sindicalistas de ultraizquierda, con un concepto ideológico y partidista. El concepto de la CAT es político-sindical. Nuestro interés está puesto exclusivamente en los derechos de los trabajadores.
C.R.- ¿Cuál es su trabajo como presidente de la Central Autónoma de Trabajadores -CAT- en Chile?
O.O.- La CAT en Chile representa los intereses de los trabajadores. No está ni a favor ni en contra del gobierno. Si el gobierno hace las cosas bien lo aplaudimos, si hace las cosas mal lo vamos a criticar y vamos a hacer propuestas. Tenemos que negociar con el dueño del capital. La empresa la hacen el empresario y el trabajador. Trabajar juntos para que los dos -empresario y trabajador- ganen. Hay muchos casos en que el trabajador se ha convertido en empresario y en generador de empleo. El empresario no es el enemigo, es una parte de la sociedad con la que hay que conversar, negociar y construir. Lo que el empresario debe comprender es que el trabajador quiere vivir decentemente y necesita condiciones laborales dignas. Si la empresa va bien debe haber incentivos, bonos, aumento salarial; y, si va mal, nos ajustaremos el cinturón, se bajarán los bonos pero la situación no puede culminar en el despido del trabajador. ¿Qué pasa hoy? Si le va bien a la empresa, le va bien al empresario; y, si le va mal a la empresa, se despide al trabajador. La transformación tomará tiempo.
C.R.- ¿Puede comentar y contextualizar los antecedentes del sindicalismo en América Latina?
O.O.- Hubo tres centrales mundiales del trabajo: La Confederación Mundial del Trabajo (CMT) fue una federación sindical internacional de orientación social cristiana -fundada en 1920 y autodisuelta en 2006-. Su referente en las Américas fue la CLAT. La Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) de tendencia social demócrata -fundada en 1949 y autodisuelta en 2006-. Su referente para América fue la ORIT. Y, la tercera, la Federación Sindical Mundial (FSM) de tendencia comunista-marxista-leninista -fundada en 1945- quedó muy debilitada tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Las dos primeras -CMT y CIOSL- se disuelven y forman con sus afiliados y otros que adhirieron, la Confederación Sindical Internacional (CSI) en 2006. Sus referentes para las Américas -CLAT y ORIT- hacen lo mismo, se fusionan y junto a algunos adherentes crean una nueva central en las Américas durante el Congreso de Panamá. Entonces, el capítulo en las Américas de la CSI es la CSA -Confederación Sindical de Trabajadores/as de las Américas-.
C.R.- ¿Fue una fusión o más bien la CLAT fue absorbida por la ORIT?
O.O.- Hubo tensiones y pugnas internas por la asimetría en las relaciones de poder. Quienes provenían de la CLAT -fracción minoritaria- sintieron que quedaron a merced e influencia de la ORIT -fracción mayoritaria- que impuso un control hegemónico en la CSA, posibilitando la discriminación de los demás miembros. El caso de Chile ilustra la situación: dos centrales -CUT y CAT- participaban en la CSA. ¿Qué sucedió? No hubo equilibrio. La CSA se decantó por la CUT. Era incluyente con la CAT para cumplir con los formalismos pero en las prácticas cotidianas no hubo tal inclusión y los desplantes a la CAT fueron constantes. La situación se repetía en otros países de la región. Nos cansamos de ese manejo politizado y quisimos democratizar la CSA. Realizamos encuentros -en México y en Brasil– encaminados en esa dirección, que nos valieron en su momento la descalificación de algunos miembros de ultra izquierda de la CSI que nos acusaron de conspiradores, de derecha y de golpistas. En suma, no se llegó a un acuerdo ni a resultados concretos. Lo anterior generó que 12 centrales de las Américas se retiraran de la CSA.
C.R.- ¿Qué es la Alternativa Democrática Sindical de las Américas?
O.O.- Es la razón que nos convocó en Colombia. El Congreso fundacional de la Alternativa Democrática Sindical de las Américas -ADS-. La constitución de una organización democrática y pluralista que reúne a 27 centrales y pronto serán más porque se seguirán sumando. En esta organización todos pueden opinar y participar, tiene un funcionamiento democrático y eso posibilitará su permanencia, crecimiento y consolidación en el tiempo. Como integrante del comité ejecutivo tendré a cargo la parte pedagógica y formativa en esta apuesta al sindicalismo moderno y democrático que implica también cambiar el vocabulario y los términos respecto de los que maneja el sindicalismo tradicional. Hay que cambiar los conceptos: la lucha de clases, el obrero, ese es el pasado.
C.R.- La Alternativa Democrática Sindical de las Américas-ADS- tomó posición, se pronunció sobre la situación de Venezuela, también recibió en una de sus jornadas al diputado opositor Luis Florido. ¿Por qué lo hizo?
O.O.-Porque lo de Maduro es una dictadura y nosotros estamos en contra de todas las dictaduras sean de izquierda o de derecha. Los comunicados han sido claros sobre lo que sucede en Venezuela y nuestra posición.
C.R.- Los representantes de las centrales sindicales durante sus intervenciones en el Congreso de la ADS -incluido U.D.- manejaron un vocabulario actual pero muchos de los dirigentes sindicales -asistentes al Congreso- dirigieron sus tradicionales consignas contra el imperio, el colonialismo, el neoliberalismo, el obrero y otras más… ¿No es más de lo mismo?
O.O.- Tenemos que cambiar la mentalidad y fortalecer a los jóvenes. Por un lado, debe darse el relevo generacional y, por el otro, el cambio en las mentalidades. Los jóvenes dirigentes sindicales deben superar el pasado de hace 50 años. Es importante conocer la historia pero no vivir en función del pasado. Yo le digo a los compañeros en Chile: “¿Quiere ver al pasado? Deténgase y véalo. Después siga adelante. Lo que no puede hacer es caminar mirando hacia atrás porque se va a estrellar…”
C.R.- ¿Cómo explica que jóvenes chilenos y latinoamericanos -activistas sindicales- que no han vivido bajo una dictadura manejen un discurso rupturista o apoyen decididamente a dictadores viviendo con las garantías que les brinda un Estado de Derecho?
O.O.- Porque ingresan a partidos políticos de izquierda que los ideologizan. Las masas son ideologizadas pero los dirigentes viven en un mundo burgués. Yo fui de izquierda, conocí la URSS siendo dirigente sindical en la clandestinidad, allá me recibieron en limosina los dirigentes del proletariado y lo pasamos chancho [expresión coloquial chilena que refiere a pasárselo bien] mientras que los trabajadores no tenían que comer. Ellos defendían al proletariado hacia afuera pero adentro vivían en la opulencia. Hay que predicar y practicar. Es muy fácil decir yo defiendo al proletariado. Decirse defensor, por ejemplo, como lo hacen los diputados de izquierda que se dicen defensores de la educación pública pero ninguno tiene a sus hijos en universidades o en colegios públicos. El discurso no se corresponde con la realidad.
Muchas veces los jóvenes son impulsivos, actúan y no razonan, hablan de la revolución, la clase obrera, pero también hay que ver, a la hora de ir a la calle están en casa viendo un partido de futbol. Por eso la pedagogía es tan importante. En los procesos formativos de dirigentes sindicales les digo que al asumir ese rol de dirigente se debe tener un corazón grande y una piel de elefante -para soportar todas las críticas y ataques- pero siempre, actuar con el cerebro, pensar antes de actuar. La razón y no la emoción. Hay que formar nuevas generaciones de dirigentes que piensen no que actúen ideologizados. Ese discurso arraigado durante cuarenta años demanda un trabajo pedagógico constante con las bases para lograr los cambios. Terminar con esos conceptos ideológicos extemporáneos, eso es lo que tratamos de inculcar.
C.R.- Y, entonces, ¿dónde quedan la dictadura del proletariado y la lucha de clases?
O.O.- La dictadura del proletariado y la lucha de clases terminaron con la caída del muro de Berlín. Hoy día la realidad es otra. No hablamos de obreros sino de trabajadores -más allá de la labor que desempeñe-. Existe una clase trabajadora y existe una clase política pero no hay una lucha de clases. El mundo se globalizó, nos guste o no nos guste. Entonces, en un país con una economía de mercado, ¿Cómo pedirle a un trabajador que comparta todo lo que tiene? ¿Por qué se le va a impedir a un trabajador que compre un auto, ropa, un televisor? Trabaja y gana para eso. Hay que adaptarse a los cambios históricos y sociales.
Olivos es concluyente, no será él quien vea los resultados de esos procesos que ha impulsado con ahínco durante décadas pero aspira a dejar su huella para un sindicalismo moderno. Ha sido en su relación cotidiana con los trabajadores y los sindicatos y en el diálogo con los empresarios que comprendió la realidad y la complejidad social de su país. El hacer sindical le permitió estudiar afuera –realizar cursos becado por la OIT- y adquirir una mirada más amplia del mundo. De ahí su apoyo decidido a los procesos pedagógicos y formativos que permitan conocer otras realidades y valorar otras culturas. Todo esto explica su interés, vinculación y participación en el Centro Chileno de Estudios del Magreb que preside actualmente.