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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy (SAH)
De ella se han dicho muchas cosas pero, probablemente, las palabras más acertadas sean las pronunciadas por Isabel Allende: «Es, sin duda, un personaje de novela». La escritora chilena dijo algo más, «no sé si yo sería capaz de escribirla».
La vida de Michelle Bachelet no ha sido fácil. Tiene todos los ingredientes para un «best seller». Hija de militar, profundamente democrático, su vida se transforma en una pesadilla tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet (11 de septiembre de 1973). Su padre muere como consecuencia de las torturas del régimen, su madre y ella, por entonces una joven idealista, sufren los suplicios y la brutalidad de la dictadura en carne propia. Era el precio de la clandestinidad por ayudar a los perseguidos políticos y por militar en el Partido Socialista de Chile.
Las dos mujeres logran exiliarse en la Alemania Oriental. Política, amor, traición y resistencia preceden su regreso a Chile. El futuro le aguardaba dos sorpresas: La Presidencia (por partida doble) de su país y el fallecimiento, durante su primer mandato, del hombre que provocó un sufrimiento infinito a millones de chilenos: Pinochet.
«Fue la época más dura en nuestra historia y la historia más dura de mi vida. Entonces, una nueva causa se instaló en mi conciencia y en la de todos nosotros: La de los derechos humanos». El recuerdo de los 17 años de dictadura formó parte de su discurso de cierre de campaña en el 2006, elecciones donde venció en primera y se consagró en segunda vuelta frente a su sucesor y hoy antecesor en la Presidencia, Sebastián Piñera.
Bachelet fue la primera mujer presidente en la historia de Chile y la sexta en hacerlo en América Latina. Pionera fue también al recibir de su predecesor en el Palacio de la Moneda, el socialista Ricardo Lagos, la misión de dirigir el Ministerio de Defensa, una Cartera que, hasta ese momento, únicamente se cargaban a la espalda los hombres. Pero antes, Michelle Bachelet había estado al frente del Ministerio de Salud. La vida la había llevado por la senda de la política aunque ella estudió Medicina y se especializó en Pediatría.
Agnóstica declarada estuvo cerca de la Vicaría de la Solidaridad de Santiago donde su madre, Angélica Jería, participaba activamente durante la dictadura. Ironías de la vida tuvo de vecino, ya en democracia, a uno de sus torturadores.
Su primer Gobierno estuvo marcado por una fuerte impronta social, con reformas a beneficio de los más necesitados, un nuevo orden en el sistema de pensiones para los mayores de 65 años, programas para la infancia y atención especial a las mujeres embarazadas.
Arrancó aquella legislatura con unos índices de aprobación superiores al 60 por ciento. Su bautismo en el poder fue traumático, movilizaciones estudiantiles y problemas en el transporte de Santiago hicieron que su popularidad se viniera abajo. Con el tiempo logró reconstruir su imagen y despedirse del Gobierno mientras la tierra en Chile temblaba. Logró salir prácticamente indemne de un terremoto seguido de un tsumani que, por momentos, la desbordó y la pondría más tarde a centímetros del banquillo. Los errores de coordinación de una tragedia determinada por la naturaleza no impidieron que resurgiera con un perfil de aprobación del 80 por ciento.
Seis meses después de abandonar el Palacio de la Moneda, Naciones Unidas la nombró directora ejecutiva de ONU Mujeres. Una frase suya viene a la memoria: «Cuando una mujer entra en política, cambia la mujer. Cuando entran muchas, cambia la política». Hoy, de momento, cambia la historia de «un personaje» que empieza a escribir la segunda parte de su vida como Presidente de Chile.