viernes, 8 de febrero de 2013
Neruda no descansa en paz, exhumarán los restos del poeta

Por Stella MONTORO

Pablo Neruda no descansa en paz. Los restos del poeta serán exhumados el próximo mes de marzo. El juez chileno Mario Carroza, dio la orden después de estudiar minuciosamente la querella presentada por el Partido Comunista hace dos años. Unos y otros consideran que hay suficientes indicios para sospechar que el embajador, senador y candidato a la Presidencia de la República fue envenenado. Su muerte, hace 40 años, se produjo de forma inesperada aunque padecía un cáncer de próstata. Neruda falleció un par de semanas después de que el general, Augusto Pinochet, encabezara el golpe de Estado contra el Gobierno de Salvador Allende.

 Hasta la fecha los informes  del Servicio Médico Legal (SML) de Chile, siempre apuntaron a que el premio Nobel Literatura en 1971 había fallecido de cáncer de próstata. El chófer del poeta, Manuel Araya, no se cansó de repetir que a su jefe le asesinaron  agentes del régimen mientras se encontraba internado en una clínica de Santiago. El Mostrador difundió la noticia de la exhumación y reprodujo una entrevista al hombre que paseó a Pablo Neruda por Chile  hasta sus últimos días. «El 23 de septiembre, en la Clínica Santa María, -asegura-, Neruda no murió de cáncer de próstata».

Manuel Araya -publica El Mostrador- fue chofer y asesor personal de Pablo Neruda hasta el mismo día de su muerte. Lo conoció cuando tenía 14 años en una sede del Partido Comunista en la calle Mapocho, pero empezó a trabajar con él cuando el poeta volvió de Francia, en noviembre de 1972.  Después del Golpe de Estado, recuerda cada uno de los episodios que marcaron el desenlace. “Neruda se hospitalizó el 19 de septiembre en la Clínica Santa María, pero fue por seguridad, para sacarlo posteriormente del país. Recuerdo mucho ese día. Salimos a las 12:30 de Isla Negra y llegamos casi a las seis de la tarde a Santiago. Él iba en ambulancia y cada dos kilómetros nos detenían para hacer algún control policial”.

-¿Por qué en ambulancia?
-Él no estaba enfermo, pesaba 123 kilos cuando murió, pero usamos eso para que él pudiera salir del país. Imagínese lo que sería la figura de él contra la Dictadura, desde fuera del país. Quería presionar desde allá para sacar del poder a Pinochet. Esa era su misión.

“El 22 de septiembre se le entregó un salvoconducto para viajar al exilio en México. Neruda fijó su viaje para el día 24 de septiembre, a las 10 de la mañana”, cuenta Araya, quien también recuerda que el día antes del viaje, Neruda le pidió un favor: que fuera por alguna ropa y libros que se habían quedado en la casa de Isla Negra. Araya tomó el Fiat 125 blanco —una alternativa al Citroën que tenía Neruda en casa y que habían comprado hace pocos días— y regresó a la costa.

“Cuando estaba en Isla Negra recibí un recado que Neruda dejó en la hostería Santa Elena. Nosotros no teníamos teléfono, la línea quedó suspendida tras el Golpe. ‘Entró un doctor, me puso una inyección en la guata y tengo mucha fiebre’, fue lo que dijo. Yo regresé volando a la habitación 406 de la Clínica Santa María, donde él estaba”.

Los minutos posteriores, Araya también los recuerda como si fuera ayer:

-Cuando ya estaba en la clínica, me mandaron a buscar Urogotan, un remedio para la gota, a una farmacia en Balmaceda con Vivaceta. Iba en auto solo cuando me bajaron a patadas cuatro hombres que venían en dos autos. Me llevaron a una comisaría que está en la calle Carrión, en la comuna de Independencia. Ahí me pegaron y me dieron un balazo en la pierna izquierda. Después de eso me llevaron al Estadio Nacional, donde dos días después me enteré de la muerte de Neruda. Él murió a las 22:30 de la noche y a mí me detuvieron a las 7 de la tarde.

Después de la entrevista realizada a Manuel Araya, Francisco Marín, corresponsal de Proceso, publicó antecedentes clínicos que constaban en la investigación. Uno de los párrafos dice que en “el apartado Consideraciones Médico-criminalísticas, letra d, se señala: Hay un hecho que llama la atención y que complica el análisis. En la carta del doctor Guillermo Merino —médico tratante de Neruda— del 18 de abril de 1973, dirigida al doctor Vargas Salazar (urólogo) refiere: Estimado colega: al dorso resumen de tratamiento efectuado a don Pablo Neruda, remitido por usted para tratamiento por adenoma de próstata y artrosis pelviana derecha”. El problema, según los médicos del Departamento de Criminalística de la Policía de Investigaciones que enviaron un informe con el análisis de 13 exámenes médicos realizados a Neruda entre 1972 y 1973, es que “el adenoma es un tumor benigno y no maligno”.

Proceso también consigna que en el punto cuatro de las conclusiones dice: “En cuanto al examen que podría orientar la presencia de metástasis, es decir las fosfatasas ácidas y su fracción prostática; éstas están normales, lo que podría significar entre otras posibilidades que no hay tumor maligno o que éste está circunscrito a la glándula o se normalizó producto de la radioterapia. Como no se cuenta con los antecedentes clínicos del paciente no es posible entonces sacar conclusiones en este sentido en base en este examen”.

La revista mexicana también recuerda una entrevista publicada por la revista Pueblo, el 19 de septiembre de 1974, donde Matilde Urrutia —última esposa del poeta— sostiene que “el cáncer que padecía (Neruda) estaba muy dominado y no preveíamos un desenlace tan repentino. (Neruda) no alcanzó ni a dejar testamento pues la muerte la veía muy lejos”.

Francisco Marín, coautor del libro El doble asesinato de Neruda (Ocho Libros, 2012), señala que la exhumación del cadáver será decisiva para obtener la verdad. Según afirma, la prueba de oro en este caso, “la brindará el examen de la hemipelvis derecha del poeta. Si ésta no tiene metástasis, como sostenemos, se demostrará que lo que se afirma en el certificado de defunción en orden a que Neruda muere de ‘metástasis cancerosa’ es absolutamente falso. Evidentemente alguien no puede morir de algo que no padece. Ahí encontrarán más sentido las versiones confirmadas que Neruda fue inyectado con sustancias desconocidas poco antes de morir, situación que increíblemente no aparece mencionada en su certificado de defunción”.

En un artículo publicado en septiembre de 2005 por el diario La Nación, Rosa Núñez, enfermera que cuidó por más de 10 años a Neruda, dijo que “dos años después de la muerte de don Pablo, un verano, la señora me vino a visitar. Me dijo que sospechaba que a su marido lo habían matado en la clínica, posiblemente con alguna inyección. Fue la última vez que la vi”, contó al periodista Javier García.

Luego de las primeras declaraciones de Manuel Araya, en mayo de 2011, la Fundación Neruda aclaró, por medio de un comunicado, que “no existe evidencia alguna ni pruebas de ninguna naturaleza que indiquen que Pablo Neruda haya muerto por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba… No parece razonable construir una nueva versión de la muerte del poeta, sólo sobre la base de las opiniones de su chofer, el señor Manuel Araya, quién viene insistiendo en este asunto sin más prueba que su parecer”.

Sergio Draper era uno de los médicos de turno la noche del 23 de septiembre en la Clínica Santa María. La periodista Carolina Rojas conversó con él en septiembre de 2011 en el contexto de un reportaje publicado en Revista Ñ. Cuando la periodista le preguntó si ya había leído las declaraciones de Araya, el contestó: “Eso lo ignoro pero sí puedo decir que el tratamiento que se le hacía a Neruda era el indicado por Vargas Salazar. La clínica no hace ningún tratamiento que no sea el indicado por el médico tratante. (…) Lo vi solamente un instante el domingo 23 de septiembre, a mí no me correspondía atenderlo. Ese día, la enfermera de turno me dijo que aparentemente Neruda sufría de mucho dolor, le dije que se le aplicaría la inyección indicada por su médico, si mal no recuerdo fue una dipirona. Si la clínica era tan mala, ¿por qué los médicos tratantes llevaban a sus pacientes?”.