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Júlia Talarn Rabascal
Santo Domingo (Chile), 25 nov (EFE).- Medio millar de seguidores y algunos familiares de Agusto Pinochet celebraron hoy en Chile el centenario del nacimiento del general que en 1973 derrocó al Gobierno constitucional de Salvador Allende con un cruento golpe de Estado e instauró una dictadura que se cobró la vida de más de tres mil personas.
El acto, organizado por fundación que lleva el nombre del dictador y algunos pequeños grupos de ultraderecha, se celebró en la finca de Los Boldos, en el municipio costero de Santo Domingo, a unos 130 kilómetros al suroeste de Santiago, donde se guardan en una urna las cenizas de Pinochet.
Unos 200 coches de lujo, la mayoría conducidos por hombres de 60 y más años, con gafas oscuras, acudieron a la finca, en la que se impidió el acceso a la prensa.
Algunos eran militares retirados, como Guillermo Garín, Luis Cortés Villa o Cristian Labbé, este último exguardaespaldas de Pinochet actualmente procesado en un caso de violación de los Derechos Humanos.
«Razones para asistir sobran» dijo a los medios Cortés Villa, que llegó con su familia para «conmemorar el natalicio de mi general y a orar por su reposo permanente».
«La paz que hoy día estamos disfrutando se debe a que hubo un 11 de septiembre del 73 y un hombre que fue capaz de asumir la responsabilidad del mando», añadió el también general retirado y expresidente de la Fundación Pinochet.
Diez autobuses repletos de defensores del régimen, que gobernó el país desde 1973 hasta 1990, con pancartas, chapas y fotografías de Pinochet entraron en la hacienda, por un portón rodeado de eucaliptos.
«Chi chi chi, le le le, viva Chile y Pinochet» y «Pinochet, Pinochet, aquí estamos otra vez», gritaban desde los autobuses grupos de mujeres, la mayoría de avanzada edad, vestidas con sus mejores galas.
«Gracias presidente Pinochet por salvarnos la vida. La economía de Chile, obra del General Pinochet y las Fuerzas Armadas», se podía leer en los carteles que sostenían algunos manifestantes, que no se escondían detrás de las cortinas de los automóviles.
«Lamentablemente Pinochet cometió el error de entregar el poder», dijo a Efe Marité, una asistenta a la ceremonia que al ser preguntada por las vidas humanas que se cobró la dictadura espetó que «3.000 no son nada, mira todos los que quedan».
Según cifras oficiales, durante la dictadura unos 3.200 chilenos murieron a manos de agentes del Estado, de los que 1.192 figuran aún como detenidos desaparecidos, unos 33.000 sufrieron la tortura y la cárcel por causas políticas y alrededor de medio millón debieron exiliarse.
La ceremonia, celebrada a puerta cerrada, empezó al mediodía (15.00 GMT) con una misa y siguió con un cóctel dentro de una carpa que contó con la intervención del abogado e historiador Gonzalo Rojas, quien repasó el legado del dictador.
La conmemoración finalizó tres horas después de que los asistentes entonaran el Himno Nacional de Chile a pleno pulmón, incluida una estrofa alusiva a los «valientes soldados» que fue oficialmente retirada al término de la dictadura, gritaran consignas pinochetistas y levantaran un mástil de 20 metros de altura.
Muchos asistentes a este último y más puro reducto del alma pinochetista lamentaron la «atroz» deslealtad» de los políticos de derecha del país que, en esta ocasión, brillaron por su ausencia.
También disminuyeron drásticamente en comparación con años anteriores los homenajes al dictador publicados en los obituarios de la prensa.
«Los políticos de derecha hoy día están sentados en la Cámara de Diputados y del Senado, llenándose los bolsillos gracias a mi general Pinochet», dijo Macarena Larraín, una de las asistentes.
«Lo que no es posible es que aquellos que fueron de una línea y que en un momento se contaron entre quienes fueron sus amigos hoy día lo estén renegando», criticó Cortés Villa.
Los miembros de la familia Pinochet fueron invitados a la ceremonia realizada en el que fue el último refugio del dictador, que murió el 10 de diciembre de 2006, a los 91 años, pero tampoco llegaron todos.
Lucía Hiriart, la esposa de Pinochet, que reapareció en público después de mucho tiempo, su hijo menor, Marco Antonio Pinochet, y la única hermana viva de Pinochet, Teresa, fueron algunos de los familiares que se desplazaron hasta Los Boldos. No fueron vistas las hijas Lucía, Verónica y Jacqueline ni su hijo mayor, Augusto.
Augusto Pinochet Molina, nieto del general, fue uno de los primeros en entrar a la hacienda sin hacer declaraciones a la prensa.
Él es el líder del partido pinochetista «Por mi patria», una entidad que, de forma simbólica, hoy se anunció en el Diario Oficial como partido en formación y en cuya página web se pueden comprar distintos «souvenirs» como tazas, fotografías e imanes con la imagen del general.
La ceremonia, a la que sólo podían asistir los invitados, es una muestra de que, a un cuarto de siglo del inicio de la transición, la huella de Pinochet subsiste en Chile, donde, según la encuesta CERC-MORI publicada el pasado julio, un 15 % de la población considera al dictador como «uno de los mejores gobernantes que ha tenido el país».