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Discurso de Gabriel Boric
Catalina Guerrero
Madrid, 30 sep (EFE).- Rafael Gumucio hurga en su pasado familiar y viaja al Caribe en su nueva novela, «Milagro en Haití», pero su «mente -dice- nunca ha salido de Chile», un país «totalmente feminizado» que ha creado «una casta de hombres castrados».
Aunque la sitúa en Haití, durante el derrocamiento de Jean-Bertrand Aristide a principios de 2004, Gumucio aprovecha su novela para fustigar una vez más a la alta burguesía chilena, que por sus orígenes conoce bien.
A sus 45 años, Gumucio se mete en «Milagro en Haití» (Random House) en la mente de Carmen Pardo, una chilena de 60, esposa de un diplomático mucho más joven, que reflexiona sobre su ajetreada vida, su familia y su pasado, mientras se recupera de una accidentada operación de cirugía estética en la isla caribeña en pleno golpe de Estado de principios de 2004.
Un personaje que se inspira en parte en su madre, pero también en una tía abuela, que fueron esposas de diplomáticos chilenos en Haití: la primera de 2004 a 2010 y la segunda, en los años 40, de donde «salió arrancando (corriendo) porque sufrió vudú», dice Gumucio riendo en una entrevista con Efe en Madrid con motivo de la presentación de su libro en España.
A su abuela, Gumucio le dedicó el libro «Mi abuela, Marta Rivas González» (Ediciones UDP), mientras que en «Milagro en Haití» para componer el personaje de la protagonista se inspiró solo en «las cosas malas» de su madre, que también se operó de estética en la isla, y, claro, ella «se molestó un poco», reconoce.
Pero su protagonista -precisa- se opera para ser «una vieja decente», no para parecer más joven, por eso se siente «orgulloso» de que mujeres en el climaterio se hayan sentido reflejadas en las reflexiones de una mujer fuerte, libre y malhablada, pero en el fondo desvalida y que ha vivido a la «intemperie emocional».
Los personajes femeninos siempre le han parecido más «interesantes, fascinantes, misteriosos y extraños». Esa capacidad de la mujer de «contener a otros, de hacerlos, de crearlos» le fascina: «una mujer es una sociedad, siempre es alguien más que ella misma, son muchos seres que la habitan, tenga o no tenga hijos, la posibilidad del otro está ahí», reflexiona.
«Mi familia materna es fundamental, mi madre, mi abuela, toda mi familia me inspira», añade el autor de «Comedia nupcial», «La deuda» o «Los platos rotos. Historia personal de Chile».
Y Chile, añade, es «un país totalmente mujer, totalmente femenino», que ha dado al mundo personajes «potentes», subraya, y cita como ejemplo a la presidenta Michele Bachelet, la cantautora Violeta Parra o la premio nobel de Literatura Gabriela Mistral.
El problema es que vienen de un país «extremadamente machista», lo que les genera «impotencia», y da un lado «terrible» y es que «crean una casta de hombres castrados, semireales, incapaces e internamente pegados a las faldas de esas mujeres».
«Son mujeres poderosísimas, fuertes, pero -aclara- con historias sentimentales truncadas, ocultas, y que tienen que quemar algo para sobrevivir, como el personaje (de Carmen Castro) que tiene una gran potencia, pero no le lleva a ninguna parte, sino a destruirse y a infantilizar al máximo a la gente que tiene a su alrededor».
Como contrapunto pone en «Milagro en Haití» a una cocinera, veinte años más joven, gorda y negra, un personaje inspirado también en alguien que conoció, que cuida de Carmen Prado en ese hospital abandonado por los médicos y ocupado por los rebeldes.
Una pareja protagonista que por momentos recuerda a Don Quijote y Sancho, en un comienzo de novela que se acerca a «La Metamorfosis», de Franz Kafka, de cuya publicación se cumplen cien años, y cuya comparación Gumucio recibe como «un honor».
«Todo lo que uno escribe es siempre un homenaje a Kafka porque es uno de los más grandes del siglo XX, no se parece a nadie», subraya Gumucio, quien decidió ser escritor «a los nueve años» y cuyo modelo para «Milagro en Haití» fue el «boom» latinoamericano, «García Márquez, José Donoso, Carlos Fuentes» y «Alejo Carpentier», enumera.