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Discurso de Gabriel Boric
Venecia. Por Ernesto PÉREZ, para SudAméricaHoy
La sangrienta carrera del rey de la droga colombiano
Pablo Escobar, vista a través de los ojos de Virginia Vallejo, la periodista que lo entrevistó y fue su amante durante más de una década, es retratada por el cineasta español Fernando León de Aranoa en el film “Loving Pablo” que se proyectó hoy fuera de concurso en la octava jornada del 74o. Festival de Venecia.
Inspirado en el libro “Loving Pablo, Hating Escobar” que Vallejo
escribió tras la muerte de su amante, el film es el escalofriante retrato de
un delincuente sin escrúpulos que, según sus palabras, hubiera querido ser
amado pero si esto no fuese posible, temido y respetado.
Javier Bardem, visto ayer en uno de esos personajes tenebrosos y
amenazadores que son su especialidad, el del marido de la protagonista de
“mother!” de Darren Aronofsky, hace aquí toda una creación de Escobar,
incluso físicamente, al presentarse con un vientre descomunal, una falsa
nariz y una melena que no condicen con su verdadero aspecto, colocándose así
a la par de un Robert De Niro, también él capaz de asombrosos cambios de
fisionomía, requeridos por el rol.
A su lado, su verdadera esposa en la vida real, Penélope Cruz, adopta una
vulgaridad desconocida para ella en cine, recreando el personaje de una mujer
convencida de dominar a los hombres con su belleza e incapaz de reaccionar o
de sentir piedad por las víctimas que su amante prodiga a su camino.
Y en ese sentido, ambos forman una de las parejas diabólicas más
escalofriantes de la historia del cine.
León de Aranoa que, después de enfocar la realidad de su país con films
como “Familia” y “Los lunes al sol”, se ha abierto a otros horizontes
como los de la guerra balcánica en el tocante “A Perfect Day” del 2015,
examina con mirada neutra la carrera de Escobar, desde la formación de los
diferentes carteles de la droga a la guerra sin cuartel contra el estado hecho
con bombas en aviones, ejecución de policías y militares, atentados contra
funcionarios y políticos de alto rango, como el ministro de justicia que
había firmado el tratado de extradición con Estados Unidos, y sus negociaciones
con ese mismo estado para entregarse y vivir en una cárcel regenteada por él
mismo.
Pero también su cámara, que todo lo ve, rehuye la mirada sobre los
crímenes más feroces como el descuartizamiento de dos de sus socios o la
muerte de un acólito, atado a un perro enfurecido por los golpes que le
muerde el cuello.
Bardem, productor del film rodado en Colombia y en Bulgaria y verdadero
artífice del proyecto, se niega a ceder a la fascinación o a la exaltación
del personaje, mientras Cruz se pasea con una variedad de vestuario a cada
cual más chillón y vulgar pero ni aún así logra evitar que el espectador la
admire en toda su espectacular belleza.