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Angélica Rodríguez
Bogotá, 15 sep (EFE).- Con el lema «Delinquir no paga», cinco antiguos reclusos de la cárcel La Picota de Bogotá que pasaron varios años en la «jungla de la muerte» cumpliendo penas por distintos delitos buscan mostrar a los jóvenes mediante el teatro que siempre habrá segundas oportunidades.
Con el apoyo del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) y del Ministerio de Justicia de Colombia, los antiguos reclusos presentarán en colegios «Manos a la obra, cuando la realidad se vuelve teatro», que hace parte de un programa para la prevención del delito.
La obra cuenta la historia de vida de cinco hombres que se reencuentran en una peluquería para hablar de su pasado y su experiencia como reclusos luego de estar privados de la libertad en La Picota.
«En la trama de este montaje no hay nada que sea producto de nuestra imaginación, todas las historias son reales y plantean que la delincuencia no es una opción de vida», dice Mario Salazar, cofundador de la Fundación Salazar Arango, dedicada a programas de desarrollo humano y artístico en las cárceles bogotanas.
Luis Jesús Garavito, es el protagonista de la primera historia e inicia su relato argumentando que nació producto de una violación y que tanto su infancia como su adolescencia marcaron radicalmente su destino: «vivir en la calle y robar».
Para Garavito, esta puesta en escena significa liberación. «Con esta obra, me liberé, saqué toda esa mala energía que me generaba ira, rencor, me siento liviano y he aprendido a perdonar», dijo a Efe.
«Si bien el mensaje de esta obra no va a llegar a todos los jóvenes de la misma manera, sí busca contribuir con un cambio en su pensamiento para que no cometan errores; yo los cometí y sabía que lo que hacía no estaba bien, ahora quiero ayudar», agrega.
A la interpretación de Garavito le siguen las de Salazar, Juan Mosquera, Alfredo Bocanegra y Julio Bueno, quienes haciendo gala de un talento como actores que descubrieron mientras estaban tras las rejas hacen reír e interactúan con el público en una trama que tiene más de realidad que de ficción.
Mosquera, o «Blackbox», como prefiere que lo llamen, acompaña el relato de sus compañeros con canciones de rap cuyas letras recuerdan la soledad de la «jungla de la muerte», como llama a la cárcel, o se refiere a la «vida injusta» que le tocó.
«Es una vida injusta, téngalo usted presente, los más acomodados se aprovechan de la gente», se escucha en una de sus rimas.
Para Mosquera, el teatro lo significa todo, «libertad, sentimiento, expresión, amistad, una forma de dejarle un mensaje a las personas para que no pasen por lo que nosotros pasamos en carne propia», afirma.
Sin conocimientos profesionales de teatro estos «actores naturales», como se definen a sí mismos, han hecho reír incluso a temidos paramilitares y con sus puestas en escena hasta han desmentido mitos sobre el virus del sida.
Ahora ven en el arte la posibilidad de renacer y reincorporarse a la sociedad.
Bajo la dirección del actor Rafael Martínez y de Tatiana Arango, otra líder la Fundación Salazar Arango, esta obra se presentará al público el próximo 24 de septiembre en la primera feria para la juventud colombiana «Expo Jóvenes» que se celebrará en el centro de exposiciones Corferias de Bogotá.
«Somos un grupo de amigos que nos conocimos en la cárcel y decíamos que cuando estuviéramos fuera nos reuniríamos a hacer teatro y lo cumplimos; cada uno con su familia y trabajo, aquí estamos», recuerda Salazar.