EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Bogotá, 30 oct (EFE).- Ser «cosplayer» no entiende de edades, pues en la séptima edición del Salón del Ocio y la Fantasía (SOFA), que se celebra estos días en Bogotá, centenares de adultos han llegado a pedir días libres en sus trabajos para transformarse con todo lujo de detalles en sus héroes y villanos favoritos.
«Para mí lo más importante es el SOFA», revela a Efe Dairo Mayorga, de 29 años, disfrazado del peor enemigo de Batman, el Jóker (Guasón), con un atuendo que ha tardado en confeccionar más de dos meses.
Mayorga tal y como está vestido da algo de miedo: lentes de contacto rojos, rostro perlado, bastón, sonrisa diabólica, traje púrpura y el pelo verde chillón, bien oxigenado.
«El maquillaje es lo primordial para ser un Jóker y el pelo es ‘tinturado’, no pintado con acuarelas ni nada. Así se ve más tieso», explica este trabajador del sector logístico del Sistema Integrado de Transporte Público de Bogotá (SITP), que solicitó vacaciones para estas fechas con motivo de la feria.
El SOFA, que transcurre en la capital colombiana hasta el 2 de noviembre, es una de las plataformas de entretenimiento alternativo más grandes de Latinoamérica en la que se dan citan diferentes corrientes culturales: cómics, videojuegos y películas de culto, entre otras.
Para la edición de este año, más de mil «cosplayer» se han inscrito con el fin de participar en el desfile exclusivo que los organizadores han dispuesto en uno de los pabellones del centro de exposiciones y convenciones Corferias, lugar donde se celebra este evento multicolor y fantasioso.
La feria cuenta con la presencia de «cosplayer» profesionales, como la húngara Enji Night, ganadora de varios premios en su país y disfrazada en esta ocasión de Jill Valentine, protagonista de la saga de videojuegos «Resident Evil».
«Para mí ser ‘cosplayer’ significa amistad, conocer nueva gente y establecer nuevas relaciones. Es sinónimo de divertirse y felicidad», explica Enji en una entrevista con Efe.
La joven, de 24 años y próxima a terminar sus estudios universitarios en diseño de iluminación industrial, relata que empezó a competir de manera profesional en 2009, para dos años después convertirse en jurado de este tipo de concursos que premian a aquellos que logran dar vida al personaje ficticio de turno.
Por eso algunos «cosplayer», como dos jóvenes que visten todo el uniforme del típico soldado estadounidense y que no paran de sudar al llevar encima todo el equipo de defensa, deciden interpretar sus personajes hasta en las entrevistas con medios.
Más estrafalario es el atuendo de Daniel, disfrazado de uno de los personajes de la serie anime de los 80 «Gundam Super Deformed», una especie de robot nipón, mezcla de «Transformer» y «Mazinger Z».
El traje lo ha diseñado con la ayuda de sus hermanas y está hecho con espuma microporosa verde y naranja, «un material menos denso», dice Daniel, aunque entre el calor que arrecia en la explanada de Corferias, el casco que le cubre toda la cara para preservar su anonimato y el hacha de dos metros, dar un paso es un mundo.
Daniel disfruta porque aquí nadie le juzga: «Todos somos iguales, todo el mundo se te acerca, quiere una foto y se despide. Todos estamos bien», anota.
A su lado, Cindy Tróchez, hoy «Shiro» de la serie anime «Deadman Wonderland», confiesa que «desde hacía mucho meses había pedido el día libre» a la aerolínea para la que trabaja, pues es azafata, con el propósito de poder estar hoy en el SOFA.
«Trabajo prácticamente durante un año pensando en qué me voy a disfrazar, prefiero personajes que no sean muy comunes», comenta Tróchez, que el año pasado se transformó en Harley Quinn, otra de las enemigas de Batman.
Según la «cosplayer», la clave del éxito de esta cultura, nacida a medio camino entre Japón y Estados Unidos, es la capacidad que tiene de hacer olvidar la cotidianidad de la vida y «ser por varios días el personaje que uno quiere ser».
«Es lo que más motiva e invito a todas las personas a que vengan este tipo de eventos», concluye Tróchez, mientras no para de atender a sus improvisados admiradores.
En el SOFA todos se sienten estrellas de Hollywood y olvidan bajo una densa capa de maquillaje quiénes son en realidad.