lunes, 24 de noviembre de 2014
El bandolerismo hace de Colombia un estado premoderno
Edison Tapias

Edison Tapias

Juan RestrepoPor Juan RESTREPO, @Juan_Restrepo_

Coincidiendo con el secuestro de un general del ejército colombiano por parte de la guerrilla de las FARC, el diario El Tiempo publicó un completo informe sobre la presencia de bandas armadas en Colombia en donde aparece más de la mitad del país copado por bandas criminales. Dos noticias en principio sin nexo alguno que tienen, sin embargo, algún elemento en común digno de detenerse a analizar.

Por su parte, en el recuento que la revista Semana hace del secuestro del general Rubén Darío Alzate, caído en manos del frente 34 de las FARC, queda patente la actitud gansteril de Edison Tapias, uno de los cabecillas de esta facción guerrillera. Por las fotos del personaje, fusil en mano, gruesa cadena de oro al cuello y actitud chulesca, se diría de él que nada tiene que envidiar a un capo mafioso.

De acuerdo con el testimonio de los comerciantes de Chocó, el departamento en donde actúa el frente 34 y en donde fue secuestrado el general, las FARC han fijado el monto y la periodicidad en que deben pagar la extorsión mensual so pena de ser secuestrados y tener que pagar por su liberación una cantidad ocho o diez veces superior. Los reincidentes se exponen a una bomba como la que explotó en un mercado de Quibdó el pasado mayo dejando un saldo de cuatro muertos.

Quibdó, la capital chocoana, es una ciudad parcelada en territorios de influencia entre las bandas criminales y las FARC, aunque hacer esta discriminación hoy resulte irónico. Ambos bandos han pactado no hacerse daño y dividirse milimétricamente la ciudad cosa que ha creado en Quibdó fronteras invisibles, como las que separan los territorios de las bandas criminales que operan en las comunas de Medellín.

En La Habana el gobierno colombiano y la guerrilla podrán hablar en términos trascendentales de justicia transicional, de participación política o de equidad en el reparto de tierras, pero en las regiones aisladas de Colombia –y si hay una aislada y olvidada es Chocó—la dura realidad es la que imponen las bandas armadas que operan y seguirán dictando su ley quién sabe por cuántos años, por más acuerdos de paz que se firmen en La Habana o en Constantinopla. Porque nada hace pensar que el actual proceso de paz será diferente de los celebrados hasta ahora.

Bandas criminales Colombia

El carrusel de procesos de paz, entrega de armas, aparición de nuevos grupos armados y nuevos procesos de paz en los últimos 60 años en Colombia, empezó en 1953 cuando los grupos liberales entregaron las armas después de haber sembrado el terror en el campo colombiano. Luego surgió la guerrilla de las FARC con la que los diversos gobiernos han negociado en los últimos 32 años siempre con idéntico resultado: un fracaso tras otro, siempre el mismo incumplimiento de promesas de no seguir secuestrando y el posterior fortalecimiento de la guerrilla.

También esta vez, en el presente proceso de conversaciones en La Habana entre el gobierno de Santos y la guerrilla, las FARC han prometido no secuestrar y entre enero y septiembre de este año han secuestrado 22 personas.

Y entre un proceso y otro con las FARC a lo largo de los años, aquí se ha negociado además con la guerrilla del M-19, con los paramilitares y hasta con Pablo Escobar; a quien se le construyó de una cárcel que era un hotel de lujo desde donde siguió delinquiendo, esto después de haber metido mano en la Constitución colombiana que se redactó en 1991.

De personajes como el arriba mencionado Edison Tapias, que además abundan dentro de la guerrilla, difícilmente puede esperase que entregue las armas, se reinserte en la sociedad y termine manejando un taxi en Bogotá. Pasará lo mismo que ha pasado con los paramilitares que se “desmovilizaron” en 2003, ya no se llaman paramilitares y gran parte de sus componentes integran hoy las bandas armadas que inundan Colombia.

Aquí, pues, ocurrirá lo siguiente: se firmará un acuerdo de paz en La Habana –si es que se firma–, nunca antes de un año, y aparecerán como hongos tras la lluvia nuevos grupos de bandoleros integrados por las bases de las FARC. Personajes como Edison Tapias, expertos en extorsión, hábiles en pactar con otros grupos delictivos, conocedores del negocio de la cocaína y del tráfico de armas, seguirán actuando como nuevas franquicias del bandolerismo.

Según el historiador inglés Eric J. Hobsbawn que estudió a fondo el fenómeno, “el bandolerismo es producto de sociedades atrasadas o precapitalistas y muy particularmente de los períodos en que dichas sociedades entran en un proceso de desintegración y transición. El fenómeno tiende por tanto a desaparecer con la modernización económica y política…, con la expansión de las vías de comunicación y la creciente eficacia de la administración pública”. De donde debemos deducir que Colombia con su falta de infraestructuras, con la corrupción de su clase dirigente, con las carencias en la administración de justicia y con el endémico mal del bandolerismo es un estado premoderno.