martes, 14 de julio de 2015
Las cuentas claras del saltador colombiano Víctor Ortega

Gustavo Borges
Toronto (Canadá), 14 jul (EFE).- Confiado en su destreza para saltar al vacío, el colombiano Víctor Ortega, doble medallista en clavados en los Panamericanos, asume que si apuesta a la belleza, tendrá a mano un atajo para llegar a los Juegos Olímpicos de Río.
«Prefiero hacer un clavado bonito que tirar uno con demasiado grado de dificultad con riesgo de hacerlo mal; esa es mi idea antes de buscar el boleto a Río de Janeiro 2016», asegura a Efe Ortega.
Con la cabeza rapada al estilo budista, el domingo pasado Ortega hizo un derroche de paciencia y concentración en la final de plataforma y ganó plata. Ayer, junto a Juan Guillermo Ríos, conquistó el bronce en la prueba por parejas desde 10 metros, después de lo cual se siente listo para pasar al próximo nivel.
«Había visualizado las competencias, las medallas, me sentí tranquilo, y ahora pienso en los Campeonatos Mundiales. Más adelante quizás haga ligeros cambios en mi lista para el Preolímpico de febrero, pero la idea es confiar más en la calidad de mis ejecuciones que en subir la complejidad», asevera.
El programa de Ortega incluye saltos difíciles de ejecutar como el de tres vueltas y medias hacia atrás en posición C (encogido) y aunque al terminar los Mundiales hará ajustes, en ningún caso se obsesionará con hacer cosas nuevas para impresionar a los jueces.
«Quiero preparar un clavado de 3,6 de dificultad, no mucho más que eso», insiste el competidor originario de Medellín.
Víctor Ortega se lanza de la plataforma desde antes de ser clavadista. A los 5 años comenzó a entrenarse en gimnasia y luego pasó a natación. En la piscina le impresionaba la gracia de quienes saltaban desde 10 metros y intentó lanzarse de la plataforma con el único fin que tienen los niños, divertirse. Un día lo sorprendieron en la travesura y lo invitaron a pasarse a clavados.
«En aquel tiempo tenía como nueve años, ya estaba un poco mayor para empezar; al principio me ayudó lo aprendido en la gimnasia, pero terminaba en último lugar en todas las competencias. Si seguí fue porque mi entrenador insistió en que solo me faltaba fortalecer la mente», recuerda.
Lleva un tatuaje en el costado izquierdo debajo del brazo; de lejos parecen unos caracteres asiáticos que refuerzan su imagen de budista, o tal vez sean las iniciales de alguien querido. En la competencia individual suele hablar con él mismo mientras los demás saltan y en sincronizados parece tener una relación casi familiar con Ríos, con quien forma una de las mejores duplas de América.
Ortega se dio a conocer como saltador de primer nivel cuando junto a Juan Urán ganó bronce en los saltos sincronizados desde la plataforma en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007 y acabó con una sequía de medallas para su país en ese deporte en el que Diego Henao fue tercero en plataforma en Winnipeg 1967 y Cali 1971 y Raúl Escobar, bronce en trampolín, en la primera de esas dos citas.
Con sus actuaciones en Toronto, se ha convertido en el único saltador colombiano con tres preseas en Panamericanos, pero quizás ni se haya dado cuenta de la estadística porque un día después de competir ya anda concentrado en lo que sigue.
«Cada competencia es diferente y cuando estás allá arriba, pasan cosas. Unos sienten miedo, yo me lleno de emociones y cuando estoy en esa altura de 10 metros agradezco mucho y me concentro en estar enfocado», dice.
Por lo pronto, a los 27 años Víctor Ortega tiene las cuentas claras. En los Mundiales, con sede en Rusia, dará prioridad a la belleza. Sabe que si logra hacer los clavados bonitos cada vez que se lance al vacío, se acercará cada vez más a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en los que pretende llegar a finales.