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Discurso de Gabriel Boric
Gonzalo Domínguez Loeda
Bogotá, 17 ago (EFE).- El nombre lleva a engaños, el festival Rock al Parque que vive hoy su día grande en Bogotá es un gigantesco cruce de caminos en el que toda música tiene su hueco: desde la electrónica mexicana, al «hardcore» pasando por la cumbia que da color al evento en su 21 aniversario.
No obstante, el rock en todas sus tonalidades sigue siendo el gran protagonista de un festival que se ha convertido en una cita esencial en el calendario de la pujante capital colombiana, cada vez más imbuida en la intensidad de su vida cultural.
«Este es un encuentro de culturas, de géneros, es la juventud presente en todas sus manifestaciones y expresiones», resumió a Efe Margerite Ruiz, asistente al festival desde hace más de un lustro.
Ese espíritu de concertación se vive en un cartel que tiene su prolongación en los aficionados entre los que se mezclan lustrosas melenas, rastas, crestas de todos los tipos y las eternas camisas de cuadros.
El carácter gratuito del encuentro hace que además sea una radiografía de la sociedad bogotana, dramáticamente marcada por los estratos que dividen la ciudad en función de su nivel de ingresos.
A esos dos elementos se le suma una calma por la que velan centenares de policías que se ven apoyados por una estricta ley seca que impide la venta de bebidas alcohólicas en el recinto del parque Simón Bolívar, escenario del Rock al Parque.
Esas tres patas tienen una cuarta, la libertad absoluta que se respira y que Margerite resume en una frase: «aquí entra todo tipo de gente no hay restricción en cuanto a tu forma de vestir o de vivir el evento. Aparte de esas restricciones la gente se libera en su forma de ser y de vivir».
Con esos atributos y un buen cartel cada vez más abierto pese a la reducción del presupuesto, el festival es ya una tradición para los bogotanos que ven en el festival un punto de encuentro.
Esa libertad se respira desde el momento en el que se adentra en el recinto del festival y varias mujeres con grandes bolsas ofrecen preservativos a los visitantes a buen precio.
«Vengo seguido hace como siete años y más que todo es como el parche (grupo de amigos), la gente y lo que implica» el ambiente del Rock al Parque, resume Natalia Herrera.
Ella recuerda bien el concierto de Fito Paéz en 2009 -«no le cabía un alma»-, pero también los de otras bandas como NOFX.
Sobre el escenario de esta edición han pasado ya P.O.D., Behemoth o Serpentarius. Pero las grandes sorpresas han estado en los escenarios secundarios donde bandas como los colombianos Ilabash y los mexicanos Nortec Collective Presents: Bostich+Fussible han sido dos de las grandes sorpresas.
Esa segunda banda demuestra el gran acierto de los organizadores al programar un escenario que ha sido protagonizado por la música electrónica con formaciones como Atom TM o Mitú.
En la jornada inaugural del sábado más de 20 conciertos recogieron las corrientes más duras del metal en una combinación de bandas locales e internacionales entre los que destacaron los polacos Behemoth.
Ese día tuvo el ambiente más homogéneo en un festival que este año sorprendió con la programación del mexicano Celso Piña, uno de los músicos de cumbia más reconocidos del panorama internacional.
«Ha caído algo en calidad, porque (este año) tiene a Celso Piña que toca cumbia, no rock. Pero cuando vienen grandes bandas (el festival) la apuesta con toda como con Skatalites en 2007», reconoció a Efe Juan Sebastián, uno de los bogotanos que acudió al festival entre decenas de miles.
Sin embargo las opiniones se dividen y su acompañante Alejandra reconoce que esa diversidad «hace que tu mente se abra un poco más», aprecies y conozcas otros sonidos.
«Cuando después de una banda de punk viene una de reggae de repente te empieza a gustar más y ya no te quedas con una sola sino con muchas que empiezas a buscar», concluye.