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Gonzalo Domínguez Loeda
Bogotá, 4 dic (EFE).- Con una mirada lúcida y una nueva novela cercana al realismo mágico cuyas fronteras cada vez se difuminan más con la actualidad, el escritor británico Salman Rushdie dijo a Efe que hace cuatro años el fenómeno que ha engendrado al grupo terrorista Estado Islámico (EI) sonaba a «una metáfora exagerada».
«Cuando empecé a escribir este libro, hace más de cuatro años, el fenómeno que todos consideramos una guerra religiosa no estaba sucediendo, nadie había escuchado la palabra ISIS (Estado Islámico de Irak y de Siria, por sus siglas en inglés, y que más tarde cambió su denominación a EI), pensaba que me estaba inventando algo como una metáfora exagerada», subrayó durante una entrevista en Bogotá.
Esa obra a la que se refiere «Dos años, ocho meses y veintiocho noches», editada por Seix Barral, del Grupo Planeta, y que presentó el jueves en Colombia, recorre con su pluma un mundo propio del realismo mágico que ejerce como trasunto de las «Mil y una noches».
En esa novela, que nace a partir del filósofo andalusí Averroes, Rushdie describe un panorama que creía ajeno a la realidad «y luego el mundo real se puso al día con lo que había descrito».
«El libro se siente más realista porque la realidad se volvió tan extraña», agregó.
Rushdie conoce bien ese radicalismo, no en vano fue perseguido durante años por los fundamentalistas islámicos tras la publicación de «Los versos satánicos» e incluso el ayatolá iraní Jomeini lanzó en 1989 una «fatwa», una orden de asesinarlo.
Pero su labor va mucho más allá de esa vida coartada durante años y su literatura es una de las más brillantes de la Europa actual, un trabajo que intenta destacar saliendo del lugar en el que le han posicionado los propios radicales.
«Quería que el libro se sintiera muy contemporáneo, y usé esas técnicas de fábulas antiguas pero no quería que se sintiera como un libro folclórico, sino como lo que está sucediendo en el mundo en el día de hoy», dijo a Efe.
Con un tipo de escritura basado en la improvisación, Rushdie disfruta haciendo dialogar a Averroes, filósofo nacido en Córdoba (España) en 1126 y que reintrodujo la «Lógica» de Aristóteles en Europa, con al-Ghazali, representante de una interpretación más radical del Islam.
Rushdie confesó que en un inicio pensó que esa conversación «iba a ser solo un prólogo», pero una vez se dejó llevar por esa improvisación que describe pensó de alguna manera «que esta discusión vive todavía» con las diferentes interpretaciones religiosas.
«Tuve que ver la manera de incluirlo en el libro, porque estaban muertos hace 900 años, pero la literatura me lo permite», subrayó con una sonrisa socarrona.
Imbuido de una novela en la que llega a decir que «las leyes del realismo» se están difuminando, Rushdie señaló que lo más importante al crear un mundo mágico como los que él acostumbra es que tengan coherencia interna.
En su opinión, «la novela realista está basada sobre un acuerdo entre el escritor y el lector acerca de la naturaleza del mundo», pero actualmente «estamos en un momento donde la realidad es una discusión, el bueno para uno es un villano para otro».
«La realidad contemporánea está fracturada y es objeto de debates, necesita otra clase de acercamiento», agregó.
En ese nuevo acercamiento Rushdie recurre a un tipo de novela total en la que busca retratar el mayor número posible de historias en medio de las cuales circula la principal, una alegoría en la que se mezcla historia, filosofía, crítica y leyendas orientales como los yinn (un ser fantástico de la mitología árabe).
Y no evade temas por polémicos que sean: la reproducción de mitos urbanos entre la opinión pública, la falta de protección del medio ambiente o la corrupción en la clase política.
Todo ello en un universo en el que da la vuelta al formato garciamarquiano de una pequeña aldea que refleja una realidad global para desde una gran ciudad hacer un microcosmos del mundo.
«Siempre encontramos una forma de ser tanto específica como universal, cuanto más específicos seamos más universal se siente», añadió el escritor británico de origen indio.
En este sentido, Rushdie dijo que la ciudad de Nueva York, en la que se desarrolla buena parte de la trama, «se siente muy particular y muy exacta», por lo que la gente puede leer en la capital económica del mundo a sus propias localidades.
«Hay dos clases de escritura, una es lo que hizo Gabriel García Márquez de tomar algo muy pequeño y hacerlo parte del mundo, o lo que yo hago, usar un mundo grande, el de la gran ciudad, y tratar de hacer de eso un microcosmos del mundo», concluyó.