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Beatriz Pascual Macías
Washington, 5 dic (EFE).- La Justicia de EEUU envió esta semana al banquillo de los acusados a dieciséis cargos y exdirectivos de la FIFA supuestamente implicados en un gigantesco entramado de corrupción, cuyos miembros van cayendo en las garras de la Policía en hoteles de lujo en Suiza o cruceros recreativos.
«No vais a escapar», advirtió la fiscal general de EEUU, Loretta Lynch, que a través del FBI organizó el viernes un arresto de película en el puerto de Puerto Cañaveral de Florida (EEUU), donde atracó de madrugada el crucero del magistrado de la Corte de Constitucionalidad (CC) de Guatemala Héctor Trujillo.
Trujillo, secretario general de la federación nacional de fútbol guatemalteca, conoció a bordo del navío las acusaciones y no tuvo más remedio que esperar a que el barco atracase en el puerto atlántico para ser detenido o entregarse «de forma voluntaria», como afirmó la Federación de Fútbol de Guatemala.
El lujoso hotel de Zúrich Baur au Lac, con vista a los Alpes, se convirtió esta semana en el escenario de los arrestos de dos vicepresidentes de la FIFA, Alfredo Hawit y Juan Ángel Napout, que decidieron volver al establecimiento a pesar de la detención en mayo de siete colegas del organismo futbolístico.
Mientras la tragicomedia seguía, el presidente interino de la FIFA, Issa Hayatou, habló en una rueda de prensa de la necesidad de emprender un «cambio radical y necesario» en la estructura del organismo futbolístico, que elegirá en febrero al sustituto del suizo Joseph Blatter, investigado por Suiza.
«Corrupción institucionalizada» y «secuestro» del fútbol fueron algunas de las acusaciones contra la FIFA que lanzó esta semana EEUU, un país donde el balompié está lejos de ser el deporte rey y los niños prefieren ser LeBron James y jugar al baloncesto antes que ponerse los tacos e imitar a Leo Messi.
En su escrito de acusación, la Fiscalía de EEUU personaliza el comienzo de la corrupción en la figura de Jack Warner, de 72 años y presidente entre 1990 y 2011 de la Confederación Centroamericana de Fútbol (Concacaf) donde ocupó una posición predominante hasta que comenzaron las denuncias de sobornos contra él.
A la sombra de Warner, que dimitió voluntariamente de todos sus cargos en 2011, crecieron en poder otros grandes de la FIFA como el paraguayo Nicolás Leoz, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), entre 1986 y 2013, y Ricardo Teixeira, expresidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
«Utilizaron su poder e influencia para enriquecerse de forma ilegal», reza el escrito de acusación, de 240 páginas.
La corrupción continuó y los nuevos jefes de la Concacaf, entre 2011 y 2013, «no marcaron el comienzo de una era de reformas en esas organizaciones» y, de hecho, «el nuevo liderazgo continuó participando en los planes criminales».
Famosos campeonatos como la Copa América, siempre según la acusación de EEUU, se convirtieron en la moneda de cambio perfecta para obtener sobornos y comisiones a cambio de la venta de derechos televisivos y de publicidad a empresas como Traffic, que en 2010 acabó su contrato con la Conmebol.
La Fiscalía estima que, desde una fecha que sitúa entre 1993 y 1995 y hasta 2010, el paraguayo Nicolás Leoz, presidente de la Conmebol entre 1986 y 2013, «solicitó y recibió sobornos» de Jose Hawilla, dueño de Traffic, cada vez que se jugaba una edición de la Copa de América, que se juega cada cuatro años.
El acuerdo de sobornos entre ambos se gestó en las sombras de una sala de un hotel de Paraguay, donde supuestamente Leoz dijo a Hawilla que no consideraba «justo» que la empresa audiovisual se estuviera haciendo de oro con los derechos de los partidos de la Copa América y reclamó al empresario un soborno.
«Havilla dijo que estaba de acuerdo con pagarle, Leoz firmó el contrató. Havilla apuntó el pago de seis cifras para que fuera hecho en una cuenta designada por Leoz», detalla la acusación.
Estas y otras imágenes de películas de gánsters encarnan la investigación de EEUU, que en el papel de policía del mundo ha decidido enfrentarse a la FIFA porque los pagos de los sobornos se hicieron supuestamente a través de los bancos de Wall Street y las reuniones se celebraron en suelo estadounidense.
El número total de individuos y entidades acusadas en el caso FIFA, bautizado como ‘FIFAgate’, asciende ya a 41, de los que ocho se han declarado culpables y podrían actuar como testigos en un proceso judicial, en el que el papel – si es que jugó alguno – de Joseph Blatter todavía es un misterio.
Con el partido a medias, queda por ver cuál será el plan de «posguerra» de EEUU para conseguir que los acusados confiesen y den pistas sobre las raíces de una trama que supuestamente, desde despachos de cristal, convirtió un deporte vibrante en una máquina de blanqueo de dinero.