lunes, 2 de noviembre de 2015
El «animero» de los Andes pide rezar por las «almas benditas del purgatorio»

Quito, 2 nov (EFE).- El «animero» es un personaje tradicional de la localidad de Penipe, en el centro de los Andes de Ecuador, que en el tiempo de Difuntos sale a la calle para pedir a los fieles que recen por «las almas benditas del purgatorio».
Ángel Ruiz es el «animero» de Penipe y ha seguido la tradición de más de un siglo animado por los vecinos que esperan y salen de sus hogares para verlo pasar en las frías madrugadas de esa localidad andina.
«Recordad almas benditas, rezarán un Padre Nuestro y un Ave María por las almas benditas del purgatorio y por amor a Dios», es la frase que repite como canto y en voz alta mientras hace sonar una campana de bronce.
Su padre también fue «animero» y recorría las calles de Penipe descalzo, comentan los vecinos y recuerdan que esa misión fue dada por el anciano en herencia a sus hijos.
Desde el 15 de octubre, Ángel Ruiz aparece en la iglesia de Penipe para iniciar la penitencia que se repite cada noche hasta el Día de los Difuntos, el 2 de noviembre.
Él luce una sotana blanca con capucha, un crucifijo que cuelga del cuello, un rosario y un hueso de cráneo en una mano y la campana de bronce en la otra.
A su paso, las personas salen de sus casas y esperan que termine la frase para entregarle una limosna y para besar al crucifijo o el hueso de cráneo.
Moisés Morales, oriundo de Penipe pero que vive hace años en Quito, vuelve en esta época a su tierra para pasar en familia el Día de los Difuntos y participar en el rito de las ánimas.
Morales cuenta que su abuela le inculcó la fe en el ritual y recuerda que de niño le parecía «un poco tenebroso, porque antes no había luz eléctrica y la voz y el cántico son un poco fúnebres».
Tras recorrer las calles del poblado, el «animero», acompañado de varios fieles, llega hasta el cementerio y se acuesta sobre una tumba, donde repite su canto.
El ritual concluye cuando recorre las esquinas del camposanto.
Este es otro de los ritos que se viven en la época de difuntos en Ecuador, donde se mezcla la fe católica y cristiana con la cosmovisión indígena ancestral.
Por eso es muy común ver a los fieles en los cementerios, especialmente en zonas rurales, con canastos de comida para compartir con las almas de sus muertos.
Muchos indígenas extienden manteles en el piso, a manera de mesa, con un sitio para el fallecido, quien, según creen, asiste a la celebración con el ánimo de calmar las preocupaciones de los vivos.
También es común que haya familias que llegan a los cementerios con música para alegrar el reencuentro con los difuntos, a los que, en algunas ocasiones, brindan «chicha», una bebida fermentada hecha de maíz.
Sin embargo, la mayor tradición en la época de Difuntos es la elaboración de la «colada morada» y las «guaguas de pan», potajes donde también se evidencia el sincretismo cultural en Ecuador.
La «colada morada» es una bebida espesa hecha con base en la cocción de harinas, agua, frutas, ciertas especias dulces y hierbas medicinales, que se sirve caliente acompañadas de «guaguas de pan», moldes con figuras humanas y decoradas con líneas de crema de colores.
En las ciudades, más bien, son los arreglos florales los que predominan en los cementerios, especialmente las rosas y claveles con las que se decoran las tumbas y nichos.
El festivo por el Día de los Difuntos, que inició el pasado sábado, se extenderá hasta mañana martes, debido a que se junta a la celebración por la Independencia de la ciudad andina de Cuenca (sur), la tercera en importancia en el país y que supone una fecha del calendario de festejos de carácter nacional.