martes, 17 de noviembre de 2015
El partido simbólico que al final no fue o la sombra del terror

Rodrigo Zuleta
Berlín, 17 nov (EFE).- El duelo amistoso entre Alemania y Holanda debía ser un partido simbólico para mostrar que, pese a lo ocurrido en París, la vida debía ser igual y que los ciudadanos europeos no se iban a dejar dictar su vida cotidiana por los terroristas del Estado Islámico.
Todo estaba preparado. Se iba a prescindir de los himnos de Alemania y Holanda para que sonara el himno europeo -la Oda a la Alegría-, se hablaba de coreografías de homenaje a las víctimas de París, Angela Merkel iba a estar en el palco y el delantero alemán Thomas Müeller había hablado en su cuenta de twitter de un paso hacia la normalidad.
Sin embargo, al final la sombra del terror acabó con todo. Hacia las 19:15, cuando ya había algunos aficionados en el estadio, una portavoz de la policía anunció por los altavoces que el partido había sido cancelado por razones de seguridad.
«Abandonen el estadio rápidamente pero sin pánico», dijo la portavoz.
«No hay peligro, váyanse a casa normalmente», se oyó por los altavoces.
Después, se habló de que había un peligro concreto que había obligado a tomar esa decisión. Otro estadio de Hannover, donde estaba previsto que hubiese un concierto, también había sido evacuado.
Tras la cancelación del partido y una vez los aficionados abandonaran el estadio, la policía admitió que había indicios concretos de que se podía realizar un atentado con explosivos en el estadio.
La selección alemana todavía no había llegado al estadio cuando la policía desvió el autobús y, según dijo el portavoz de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), Jens Grittner, llevó al equipo «hacia un lugar seguro».
«De momento no podemos decir nada más», dijo Grittner a través de su cuenta de twitter.
En todo caso, la dicotomía entre no ceder ante el terrorismo o cancelar el partido para evitar posibles riesgos terminó resolviéndose ante los indicios de un posible atentado en el interior mismo del estadio.
El fútbol, aun antes de la cancelación, ya estaba en un segundo plano. La duda de si el partido debía mantenerse o no, y la decisión de jugarlo, había sido el asunto central de la previa.
La sombra de los atentados de París, que se realizaron mientras Alemania jugaba contra Francia en el estadio de St. Dennis, pesaba sobre todos los planes.
Nadie se preocupaba por variantes tácticas o alineaciones probables. Lo que le importaba a todos era el gesto de jugar pese a todo. Un gesto que se quedó atragantado frente a los indicios de una amenaza concreta.
Contrariamente a lo que esperaba Thomas Müller no ha sido un paso hacia la normalidad sino todo lo contrario. Para Alemania y para Holanda era el último partido del año.
Era, antes de los atentados, un clásico que todos esperaban, que recordaba cientos de historias. Después de los atentados debía ser un símbolo de resistencia
Ahora es otra cosa. El escritor Jürgen Werthheimer escribió una vez que ver gente jugando fútbol era percibir un síntoma de normalidad. Tal vez esa era la señal que quería darse.
Todo el mundo sabía que se trataba de un partido en el que también iba a jugar el miedo. La gente que fue al estadio había logrado derrotarlo pero tuvo que volver a casa.
Al final, el símbolo quedó ahogado por la sombra del terror.