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Discurso de Gabriel Boric
Porto Alegre.Juan José LAHUERTA
Cuando Enner Valencia, jugador de Ecuador, fue proclamado mejor jugador del partido ante Honduras, muy pocos en el panorama internacional conocía el nombre de un futbolista que se ha transformado en el último año para hacerse un hueco entre los mejores del Mundial. La culpa de su situación tiene una explicación y ésta lleva el nombre de Gustavo Quinteros y Reinaldo Rueda.
Sin la presencia de los dos entrenadores en la carrera de Valencia, tal vez el futbolista del Pachuca mexicano no habría llegado donde ha llegado después de dos jornadas en el torneo. En ellas, ha marcado tres goles, dos contra Honduras en el último partido, que han conseguido que muchos focos se centren en él.
Valencia nunca fue delantero. Siempre jugó en la banda izquierda o como interior, pero apenas jugó en la zona de arriba del ataque. Sin embargo, Rueda tuvo una iluminación antes de un partido de clasificación contra Colombia. La desgraciada desaparición del delantero Christian «Chucho» Benítez y el bajo estado de forma de Felipe Caicedo, provocó que el técnico colombiano se sacara de la chistera una idea revolucionaria.
Aquel día colocó a Valencia en la punta de ataque y comenzó a forjarse el mito. No decepcionó, rindió a buen nivel y en los siguientes partidos marcó goles para Ecuador. Se hizo con un puesto que jamás imaginó en el pasado, cuando intentaba desbordar desde el centro del campo.
Esa luz que se le encendió a Rueda no se le apagó al entrenador de su club, Gustavo Quinteros, que recogió el testigo del seleccionador nacional y decidió poner a Valencia en la delantera de su equipo, entonces el Emelec, donde consiguió finalizar la temporada con nueve goles en 31 partidos.
Desde ahí dio el salto al Pachuca de México, equipo en el que este año ha firmado una temporada excepcional. Como no, también como atacante. En ese puesto sumó 18 goles en 25 partidos. Y, con los tres que lleva en el Mundial, ha conseguido siete tantos en doce duelos con la «Tri».
Sus números comienzan a ser llamativos. Con 25 años, ha dejado de ser por fin una eterna promesa. Llama a la puerta del fútbol de súper elite justo a tiempo. Se ha agarrado al último tren y parece que no se va a bajar nunca.
Sin embargo, su discreción es una de sus señas de identidad. No quiere oír hablar de futuro aunque ya piense en él. Después de marcar sus dos goles a Honduras, se escabulló de las preguntas de la prensa sobre un posible salto a Europa con la retórica del clásico futbolista que no dice mucho pero dice algo.
«Mi sueño desde niño era marcar en un Mundial y lo he conseguido. Ahora sólo pienso en la selección y en el siguiente partido», afirmó.
Valencia, hijo de familia humilde, podría estar a punto de dar el salto a Europa. Suena mucho el Oporto, en Portugal, que acogería con los brazos abiertos a un delantero que un día fue extremo. El Mundial de Brasil ha conseguido hacer brillar a un jugador que estaba escondido detrás del otro Valencia de Ecuador, Antonio, la estrella consolidada del equipo que no consigue brillar.
Pero la culpa de esta aparición la tienen Reinaldo Rueda y Gustavo Quinteros, dos escultores que consiguieron, con sus ideas y su cincel, componer una figura que no deja de asombrar en el fútbol ecuatoriano. Es Enner Valencia, la esperanza de todo un país que reza por alcanzar los octavos de final.