EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Quito. Por Susana MADERA/ Efe
Pasión para unos, antidepresivo para otros, fuente de inspiración de literatos y cocineros, ingrediente de vida por sus componentes y cualidades antioxidantes, el chocolate tiene ahora Academia propia para socializar sus bondades en Ecuador, donde se busca cultura en torno al producto y refinar paladares.
Y es que este país andino ha visto esta semana nacer la entidad que quiere ser un punto de encuentro entre todos los involucrados en la elaboración del producto con el fin de mejorarlo y hacer que la gente guste más del chocolate y con ello entienda el cacao.
Dos años tomó a los fundadores ver cristalizada la idea, en principio «un poco loca», según el francés Cyril Prud’homme que detecta poca unión entre los protagonistas de la cadena del chocolate en el país, así como un consumidor sin mayor información y cultura del cacao.
Por ello, Lourdes Páez, otro de los miembros fundadores de la Academia, enumera entre las actividades de la nueva entidad a la capacitación, la investigación, así como el fomento e intercambio de tecnología e invita a valorar al cacao no sólo como «producto estrella» del país sino como alimento.
Según ella, al momento se vive un «resurgir del chocolate a nivel mundial», con nuevos mercados, como el asiático, por lo que opina que Ecuador, debe aprovechar este «momento histórico».
«Podríamos decir que estamos en un nuevo ‘boom’ de cacao a nivel mundial y se habla de un déficit de más de 100.000 toneladas para este año de cacao en el mundo», indicó.
La Academia del Chocolate busca fomentar la cultura de este producto en el país y que se «convierta en una herramienta de desarrollo económico y social para los ecuatorianos», dijo al apuntar que hay en Ecuador medio millón de personas que viven del cacao, la mayor parte, pequeños productores.
«Es hora de impulsar una industria del chocolate en el país, no podemos perder este momento histórico», recalcó Páez, según quien se exporta el 85 % del cacao que se produce en Ecuador donde cree que se debe crear un hábito de consumo.
Apunta que países que son grandes fabricantes de chocolate, como Suiza y Bélgica son también los mayores consumidores, es decir «existe ámbito de consumo local que sostiene a esa industria», dijo.
Prud’homme opina que para mejorar el cacao y el chocolate ecuatorianos, se debe también conocer la competencia internacional, a la que calificó de «dura».
Más radical, Chloe Doutre Roussel, catadora de chocolates con 35 años de experiencia e ingeniera agrónoma de profesión, especializada en agronomía tropical, cree que la competencia externa «es feroz».
Para ella, la relación con el chocolate, «va más allá del simple placer del cuerpo, (…) es casi una filosofía de la vida».
Apunta que desde hace un siglo, han habido muchos cambios con relación al consumo del chocolate y la calidad del cacao.
Hoy -dijo- un agricultor puede escoger entre una variedad resistente, productiva, de ganancia casi segura de dinero, y un cacao, el aromático, que tiene un «potencial enorme», que es mucho más frágil, vulnerable a enfermedades, mucho menos productivo por hectárea pero que se puede vender a un precio tres o cinco veces más alto.
Considera que ahora el productor no necesariamente tiene el «conocimiento y sabiduría» para producir el tipo de cacao aromático o encontrar mercado, por lo que calificó de «excelente iniciativa» a la creación de la Academia, que puede ser «un punto de encuentro para toda la gente de la cadena de producción», indicó.
Se puede -añadió- «crear también a nivel de consumidores un conocimiento que les va a dar ganas de descubrir otros tipo de chocolate y consumir, no sólo otros, pero tal vez más chocolate».
Para la experta, creer que se tiene lo mejor bloquea la superación: Ecuador tiene un potencial enorme, tiene diversas variedades de cacao excepcionales, hay muchos chocolates que han mejorado mucho en los últimos años, «pero hay que mejorar», subrayó.
Considera que en ello puede apoyar también la Academia, en donde se debe incentivar la educación, investigación y colaboración.
«Se necesita cierta generosidad (…) para pensar cómo podemos juntos mejorar todo», indicó.