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Discurso de Gabriel Boric
Por Stella MONTORO, para SudAméricaHoy
El presidente de Ecuador ha hecho unas revelaciones estremecedoras. Rafael Correa, en una de sus intervenciones radiales, acusó a científicos estadounidenses de extraer, sin su consentimiento, la sangre de indígenas amazónicos para realizar experimentos en Estados Unidos. Correa puso nombre y apellido a aquellos que se aprovecharon de la inocencia de la raza waoraní, tal y como se llama la tribu que sirvió de conejillo de indias. El presidente de Ecuador acusó a la petrolera Maxus, a la fundación Coriell y a un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU) de lo que, a ojos de cualquier persona, sería un crimen imperdonable.
Correa reclamó una legislación interamericana e internacional para impedir lo que denominó «piratería» genética y anunció: «Estamos estudiando las acciones legales» a adoptar pero «va a ser una lucha difícil». La dificultad de Ecuador para proteger la integridad de sus ciudadanos radica en la ausencia de una jurisprudencia específica que proteja los derechos de los pueblos ancestrales. Es evidente que a los ecuatorianos que viven donde hay asfalto, escuelas y universidades, nadie les va a pinchar en vena para «chuparles» la sangre. A los waorani o Huaoranis, población estimada en unas dos mil personas, al parecer sí.
El presidente de Ecuador metió el dedo en una herida desconocida fuera de sus fronteras y realizó una comparación interesante al observar el «injusto orden internacional» que castiga con prisión la piratería industrial y la violación de los derechos de autor mientras cierra los ojos a los abusos «de material genético… Si le roban sangre sin consentimiento a un pueblo ancestral, prácticamente no pasa nada», pues «no existe ley al respecto».
La idea de imaginar a un grupo de científicos, jeringa en mano, haciendo desfilar a los indios con el brazo al aire produce escalofríos. Recuerda diferentes versiones cinematográficas del paso del nazi Josef Menguele por Sudamérica. No obstante, los pueblos originarios suelen ser muy celosos con su cuerpo y con su imagen aunque vivan en la selva amazónica.
El interés de la ciencia en la etnia waorani radicaría, a juicio del presidente de Ecuador, en que «la gente de la selva que no ha estado en contacto frecuente con la civilización occidental es inmunes a ciertas patologías».
Si se confirma que los waorani han sido utilizados para elaborar investigaciones científicas o experimentos sin su consentimiento, Estados Unidos estaría en un aprieto. Correa lo da como un hecho y para sostener su denuncia recordó que la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología, en noviembre del 2012, elaboró un informe sobre el caso que pone en el centro del atropello a la petrolera Maxus, la fundación Coriell y a investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) Ese informe también cita casos similares en Perú y Bolivia
De comprobarse la veracidad de los hechos Maxus, Coriell y Harvard deberían hacer una escala en prisión. En caso de ser falsas las acusaciones, serían otros los que estén en apuros.