EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
En Quito, llegue a un restaurante de comida peruana recomendado por terceros, bajo la tentadora promesa de vinos de alta calidad y precios exorbitantes (como siempre) que hacían imposible poder evitar la tentación de «juzgar» el concepto ecuatoriano de «calidad». Claro que después de mi sorpresa en la ciudad de Manta la apuesta era doble.
Al llegar a «Zazu», me encontré con una sexy y carnal cava vidriada y climatizada de unos 6 ó 7 metros de altura, con una no menos atractiva condecoración que mostraba orgullosa un premio del «Wine Spectator award of Excelence 2011».
Por primera vez en Ecuador, se acerco un sommelier ante mi requerimiento de la carta de vinos. Debo admitir que no entiendo muy bien el trabajo de los sommeliers en los restaurantes (acá es donde empiezo a ganar amigos), porque lo único que hacen es tomar la orden del vino que uno elige, después pelear ferozmente con el corcho para que no se rompa y entregarlo al comensal con cara de realización.
Créanme que me esfuerzo en incluir al profesional en la elección de la etiqueta a ajusticiar y por la cual estoy dispuesto a pagar, tres o cuatro veces mas de su precio en una vinoteca, pero nada.
Claro que estoy muy mal acostumbrado a los amigos como Francisco Rivero (@fsaurio) o Natalia Beneitez (@NatiBeneitez) que se esfuerzan, muchas veces en vano, por hacerme probar y entender en vinos nuevos que, según mis gustos, saben pueden llegar a ser realmente valorados.
Mi elección fue un Merlot Californiano de Bogle Vineyards que se llevo un 8.4 (mi puntuación subjetiva y sin ningún sustento profesional) que nada tuvo que ver con el pez espada en salsa verde con Ratatouille que me pedí.
Debo admitir que el plato era realmente «sublime», una obra de arte en la gastronomía. Antes de los postres, a sabiendas de que algo de chocolate vendría a redondear la noche, pedí permiso para entrar a la cava.
Una vez mas los vinos Argentinos mandaban, por lejos, en cantidad y calidad. Claro que esta vez la proporción de vinos de alta gama era para la envidia de cualquier cava de cualquier Argentino que se precie de amar a nuestra bebida nacional. Nicolas Catena, Catena alta, Cobos, Felipe Rutini, O’Fournier, Achaval, Gran Malbec Argentino, Alta Vista y más, muchos más de estos verdaderos monstruos coronaban una cava de lujo con grandes vinos de Chile, Francia, Italia y los EEUU.
Para intentar aplacar la envidia de lo inalcanzable que esa cava despertaba en mi, me dediqué a dar cuenta del postre; una esfera de chocolate, rellena de frutos del bosque y mouse de chocolate que se derritió ante el baño de chocolate amargo caliente que el mozo vertió por encima al momento de servirlo.
Debo admitir, que cuando pensé que nada podía ser superior al pez espada, nunca había estado mas equivocado. Este lugar es, vulgarmente hablando, orgásmico.
De más esta decir que la lívido se sosiega rápidamente al recibir la cuenta; si bien vale hasta el ultimo dólar pagado.
Recordemos que gracias a Domingo Cavallo (sí, el mismo ministro de economía que estuvo en la Argentina en la década del 90 y después con el glorioso Fernando «Shakira» de la Rúa, la moneda del Ecuador es «el dolar»), el dolor de tener que pagarlo es realmente intenso. Más a $8 pesos argentinos por U$S1.
La vuelta al hotel fue feliz y en taxi, porque a pesar de estar a solo 4 cuadras del hotel, nadie recomienda caminar por las calles de Quito a la noche. Claro que hoy en día, nadie lo recomienda en ninguna ciudad.