domingo, 15 de octubre de 2017
El castellano y las lenguas indígenas de AL en la era digital


Amo el canto del cenzontle,
pájaro de cuatrocientas voces,
amo el color del jade 
y el enervante perfume de las flores,
pero más amo a mi hermano el hombre.
Nezahualcóyotl, Soberano chichimeca de Texcoco (1402 – 1472)

Por Cecilia PONCE RIVERA, para SudAméricaHoy

Tal y como lo describe Foucault (1926-1984), los códigos fundamentales de una cultura, son aquellos que rigen el lenguaje. Las palabras, aquellos esquemas que percibimos durante el intercambio del proceso de la comunicación son expresión viviente de los cambios constantes, de los valores y jerarquía de sus conceptos entre generaciones, entre los diversos estratos socio-económicos, entre creyentes y no creyentes, entre profesionistas o campesinos, entre Estados, pueblos, regiones y tribus y aún respecto a lugares más recónditos del psique humano como su capacidad de empatía y su sexualidad.
Dentro de ese mundo de universos y dejando atrás las alteraciones acaecidas en las lenguas del mundo occidental, -principalmente durante la mitad del siglo XVII (con la primera revolución científica) y el galopante siglo XIX-, que nos ha llevado de los cambios industriales a los tecnológicos, llega una era de aceleración irrefrenable, de intercambio de signos y de símbolos con nuevos códigos y rutas de comprensión y quizás también, de desavenencia: la digitalización.


En América Latina, se hablan 420 lenguas indígenas distintas, de las cuales 103 son idiomas transfronterizos utilizados en dos países o más. De estos destaca el quechua el cual se habla en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile Ecuador y Perú. (UNICEF 2016). Del total de las lenguas amerindias que se hablan en la región, el 26% de ellas se encuentran en riesgo de desaparecer. En el Caribe Insular por ejemplo, las pocas lenguas que se conservan están prácticamente extinguidas.
En México, país de enorme riqueza multicultural, existen alrededor de 68 lenguas indígenas, 40 de las cuales están a punto de perderse, siendo el náhuatl, el mazateco, el mixteco, el otomí, el zapoteco, el Totonaca, y las lenguas máyenses como el Maya, el Chol, el Tzotzil y el Tzeltal- las lenguas más habladas por el 75% de la población indígena del país. (INEGI 2016).
Se calcula que casi una quinta parte de los pueblos ha dejado de hablar su lengua indígena en Latinoamérica. Según un reporte de la UNICEF de 2016, las áreas del Continente Americano más afectadas ya sea por los cambios causados al idioma por las estructuras sociales, económicas y/o educativas las encontramos en la Patagonia, Baja Centroamérica, Orinoquía y el Caribe Continental. Por el contrario una de las zonas menos afectadas por la pérdida del idioma es Mesoamérica.
“Es muy revelador que la mayor pérdida lingüística, tenga lugar en las áreas de primer contacto con los colonizadores y donde se originaron las relaciones más tempranas entre indígenas y Estados”, nos advierte la reconocida sociolingüística Inge Sichra, coordinadora del Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indígenas en América Latina de la fundación FUNPROEIB Andes.

La búsqueda de identidad es para el hombre del siglo XXI una constante. Respecto al idioma, en la era digital, es la agresiva variación de códigos culturales producido por el ritmo y el volumen acelerados en que es recibida y transmitida la información en todos los campos, así como los avances científicos y tecnológico, lo que provoca una escisión en el sistema social y en el equilibrio simbólico de la lengua, resultando en la deficiencia de los procesos de comunicación y de interacción social.
En este contexto, ¿qué alcances tiene el fenómeno de la digitalización, dentro de la cultura en general como la conocemos hasta ahora y específicamente respecto al idioma? ¿Posee el idioma de Cervantes poder de homogeneización?. En esta trama, ¿qué relevancia tienen las lenguas indígenas? y si es que la hay, ¿cuáles son las consecuencias de esta homogeneización? ¿Qué importancia tiene el mantener viva una lengua? y ¿qué efectos tiene la digitalización respecto al concepto de Estado Nación y el joven desarrollo democrático en Latinoamérica?
Para responder a estas y otras preguntas entrevistamos al autor de obras reveladoras como “Los Arhuacos en defensa de su identidad y autonomía, resistencia y sincretismo”, el Prof. Bruno Schlegelberger, teólogo, experto en culturas precolombinas y profesor emérito de la Freie Universität en Berlín y honorario de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá.

Bruno Schlegelberger, experto en culturas precolombinas

SAH-Hablemos sobre el uso del castellano y de las lenguas indígenas en América Latina. El español, en sí mismo es prueba fehaciente de la maleabilidad y la flexibilidad de un idioma. Tiene su base en el latín pero posee influencias celtas, iberas, vascas, etc. Además de aportaciones del hebreo, el árabe, del náhuatl, del germano y posteriormente del italiano, del francés y del inglés. En esencia, el idioma es una narración continua, una cadena de eventos vividos  no sólo de carácter tecnológico, político y social, sino también respecto de nuestros pensamientos, miedos y sueños (Harari, Homo Deus 2016)- hasta su conformación actual. Sabemos que según el grupo que lo habla, adquiere acentos y tonos diversos que le brindan personalidad propia. ¿Hasta qué punto, pueden los estados latinoamericanos, fomentar y preservar las lenguas indígenas de una manera artificial. Es decir, sin una base de intercambio cultural real con ellas?
BS-Los contactos interculturales fueron y son problemáticos. A nivel científico, sería posible a través de etnolingüistas, tal y como sucede hoy en día en algunos países de América Latina. Ejemplo de esto, extraordinario por cierto, fue la labor de los primeros misioneros que escribieron diccionarios y documentaron gramáticas. Hoy en día, la digitalización puede servir como medio para conservar y devolver a ciertas etnias, que casi han perdido su propio idioma, por lo menos su memoria.
En el caso de los Arhuacos o Ijka, o de los Kogi y Wiwa en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, el Gobierno debería dejarles espacio. Es decir, hacer respetar los derechos que les otorga la nueva Constitución. Esas etnias con sus autoridades tradicionales tratan de reflexionar sobre quiénes son. Sus propios idiomas expresan su modo de vivir y su cosmovisión tradicional. El castellano, por su parte, les sirve para el trato y el negocio con las personas de afuera.

Respecto a la ciencia, pues algunos acuden a las universidades ubicadas en ciudades como Medellín y Bogotá. En mi experiencia, observé que al igual que sucede con otros idiomas modernos, por ejemplo a raíz de la propaganda comercial, la economía (startup), la introducción de nuevos alimentos (pizza), etc.., las comunidades indígenas no creaban nuevas palabras en su lengua para sustituir palabras “prestadas” de otros idiomas, sino que las integraban directamente a su lengua. Ejemplo contrario de esto, sería lo que intentaron los franceses con palabras provenientes del inglés como oléoduc ˂ pipeline. Algo parecido refleja la situación de los Mayas en México. Es preciso mencionar que en Guatemala por ejemplo, los mayas sufrieron terribles persecuciones en los años ochentas bajo la presidencia de Ríos Mont, sobre todo las comunidades católicas como la de Santa Cruz del Quiché. En El Salvador, donde también hubo persecuciones infames, observé para mi beneplácito en los últimos años, cierto “resurgimiento  del orgullo indígena en los descendientes Nahuas, que entre ellos se decían “indios” con orgullo, a pesar de que en muchos países de América Latina, dicha palabra se siga utilizando como insulto.
América Latina ha avanzado en el tema. Hoy en varios países, los idiomas indígenas comparten el estatus de idioma oficial junto con el Español. Lo cual es motivo de celebración.

SAH-Situada después del chino, el castellano es la segunda lengua hablada en el mundo, no solo en la Península Ibérica e Hispanoamérica, sino en la Guinea Ecuatorial, en el Sáhara Occidental, así como en algunas zonas de EE.UU y en áreas de Filipinas.
De acuerdo al Instituto Cervantes, son 470 millones de personas las que hablan el español como lengua materna y más de 21 millones de extranjeros lo estudian alrededor el mundo. El castellano, está asentando como la tercera lengua más usada en el Internet y la segunda en las redes sociales, aumentado su presencia en un 1.100% entre el período 2000 y 2013. Por ejemplo, Facebook reporta más de 80 millones de usuarios en español. Sin embargo, expertos y académicos expresan constantemente su preocupación por el empobrecimiento que sufre el idioma que, de acuerdo al director del Instituto Cervantes y miembro de la Real Academia Española (RAE), Víctor García de la Concha: “Deriva de una mala y escasa lectura y una deficiente educación en el conocimiento del idioma”.

¿Qué influencia tiene la digitalización en el empobrecimiento del idioma? ¿Posee realmente el español (incluso el deficiente) poder de homogeneización en la cultura hispanoparlante? Y si es así, ¿cuáles serían las consecuencias de esta homogeneización?
BS_¿De verdad deseable una homogenización? Progreso significa ganar algo tal vez mejor, dejando algo al pasado. De cualquier forma, los idiomas que se hablan, están cambiando continuamente. En el intercambio de idiomas, siempre habrá préstamos mutuos. En este contexto, no hay que olvidar la asimetría de la relaciones entre poblaciones mayoritarias y poblaciones autóctonas.
Respecto a la digitalización, la aceleración y el volumen de informaciones teóricamente accesibles restan fuerza al interés por la literatura, que es realmente la portadora del idioma culto. La riqueza del castellano, la vemos en todo su esplendor en obras de autores como García Márquez.

SAH-¿Qué recomienda como antídoto para abatir el empobrecimiento del idioma y fomentar esta riqueza?
BS-Leer y tomarse el tiempo para disfrutar de la literatura.

SAH-¿La era digital, podría ayudar a la integración de las comunidades indígenas dentro del desarrollo democratizador del Estado Nación en América Latina?
BS-¿Qué se entiende por el desarrollo democratizador? Desarrollo es un concepto de integración, que recuerda el concepto de la misión hasta los primeros decenios del siglo pasado: En el contrato del Estado Colombiano con la Iglesia a principios del siglo pasado “evangelización” y “civilización” aparecen lamentablemente como sinónimos. Durante mi estancia con los Arhuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta en los años 90, escuchando las noticias de la BBC de Londres, aprendí lo que hicieron los anglosajones con los aborígenes en Australia, a quienes quitaron sus niños para “civilizarles”. Lo mismo se hizo en Canadá. Ahora nos preguntamos, ¿llevó esto a un verdadero desarrollo?


Respecto al concepto de Democracia, pongamos el ejemplo de los Mapuche en Chile: como individuos los Mapuche son considerados iguales por la Constitución. Sin embargo no les reconocen sus derechos como etnias. Trágicamente ¡Perdieron con la independencia! Pues en la colonia se habían defendido exitosamente, logrado el respeto de su territorio y cultura. Pongo el caso de los Ye’kuana en Venezuela: A mi modo de ver, la “integración” al Estado Nación aniquiló la cultura del consenso en sus comunidades. Déjeme contarle una anécdota. En septiembre / octubre de 2000, asistí a una reunión de los Ye’kuana o Makiritare en la región del Alto Venturari en Venezuela que me impresionó mucho: el tema de una muy larga discusión versaba sobre el hecho de que si yo debía hacer lo que me habían pedido los ancianos (grabar los relatos de sus vivencias). En la reunión, hablaron sobre todo los jóvenes, discutiendo fuertemente. Después de unas dos horas hablaron los ancianos. Y finalmente, después de una hora más, hubo un consenso unánime en el que se acordó que yo debía grabar lo que recordaban los ancianos, quienes temerosos de ver cómo sus tradiciones se iban perdiendo, me lo habían pedido. Nunca olvidaré a un joven de la comunidad ye´kuana que dejó la política donde tocaba un buen sueldo – ¡En la comunidad no se usaba dinero! -, diciendo: “Allí (en el parlamento/congreso) hay que hablar en contra del otro.” El joven no quería hablar en contra de otra persona!, pues en estas comunidades, están acostumbrados a hablar para llegar a un acuerdo, a un consenso. El consenso lo es todo, es la regla que los rige.


SAH-¿En su experiencia, cómo utilizan las comunidades indígenas los avances de la era digital para la preservación de su cultura y de sus lenguas?
BS-Los pueblos autóctonos se sirven de los medios de comunicación modernos para organizarse no sólo para reclamar sus derechos, sino también para reunirse al nivel internacional, para estudiar juntos sus raíces culturales.

SAH-Gracias a la comunidad Sefardí en Israel, se guarda la memoria viva del ladino o djudezmo, que proviene del castellano medieval. Mantienen dicha lengua, con sus influencias del hebreo, turco, griego y finalmente vocablos del francés, como testimonio de una cultura y nuevo orden del que fueron proscritos en 1492. Se trata una lengua que sobrevivió el auge del nacionalismo del siglo XIX y el holocausto del siglo XX.

Posterior a la creación del Estado de Israel, al resucitar la lengua Hebrea como signo de identidad judía, el sefardí, en cierta manera, perdió su sentido. Pero, pese a ello, existen, aunque tímidos, intentos para su recuperación.  En Israel, principalmente los llevados a cabo por Elièzer Papo en la Universidad Ben Guirón del Neguev y en la revista editada por la Autoridad Nasionala del Ladino. También allí, a través de la emisora Kol. En España, se editan libros en esta lengua y se emite el programa Bozes de Sefarad en Radio Exterior . Se estima que hoy hay unos l50.000 hablantes de este idioma.

En América Latina, las comunidades Sefardís se encuentran principalmente en países como Ecuador, Puerto Rico, Cuba, México, Colombia, Bolivia y Brasil, donde la lengua se relega al ámbito doméstico o de las relaciones sociales, como sucede en muchas de las comunidades indígenas de Latinoamérica.

¿Qué nos dice este ejemplo? ¿Qué es lo que se adquiere al preservarse una lengua? Y ¿qué es lo que muere cuando muere una lengua, en el caso de Latinoamérica, una lengua indígena?
BS-Los idiomas son testigos de las culturas. Si se pierden, se pierde la cosmovisión, los modelos de cómo se sitúa uno en el mundo. Los encuentros con otras culturas pueden servirnos para comprendernos a nosotros mismos. La extraordinaria historia del Rabino Eisik, nos enseña que, paradójicamente, suele ser una persona de otra cultura, país, raza o religión. Es decir, el contacto con “lo distinto”, lo que nos ayuda a comprender nuestra propia cultura y con ello el significado más profundo de nuestra propia existencia*.

SAH-¿Le gustaría agregar algo?
BSLos indígenas, al igual que nosotros, se transforman. La idea de que permanezcan inamovibles, sin progresar, es absurda. A todos, indígenas o no indígenas, como seres humanos que somos, nos beneficia y nos enriquece el intercambio entre culturas.

*(Martin Buber, Chassidische Erzälungen- traducido y resumido por Cecilia Ponce). El Rabino Eisik era hijo del Rabino Jekel, que vivía en el ghetto de Cracovia. Una noche, mientras dormía, tuvo un sueño. Debía ir lejos hasta la capital de Bohemia, Praga, para encontrar un tesoro escondido, enterrado en el puente principal del castillo real. En un principio, no hizo caso al sueño, pero después de que se repitiere por tercera vez, decidió ir en busca de aquél tesoro. Al llegar observó que el puente era custodiado por centinelas durante el día y la noche. Cada mañana regresaba y se quedaba hasta el anochecer, estudiando el puente y el suelo del lugar, hasta que un día, se le acercó un capitán y le preguntó el motivo, por el que estaba ahí. El Rabino Eisik le contó su sueño con toda naturalidad. El capitán le dijo: “!Pobre hombre!, ¿De verdad has hecho este viaje tan largo solo por un sueño? ¿Qué persona sensata confiaría en un sueño? Fíjate: sí yo fuera uno de esos que confían en los sueños, debería estar haciendo una peregrinación en dirección contraria, es decir a Cracovia”. Según sueño del capitán, una voz le ordenaba ir a buscar un tesoro a la casa de un Rabino judío cuyo nombre era Eisik, hijo de Jekel. El tesoro estaría enterrado en una esquina detrás de la estufa de su casa. El Rabino escuchó toda la historia y tras despedirse con una reverencia de su amigo extranjero se dirigió a su hogar, donde cavo en la aludida esquina y descubrió el tesoro, que puso fin a su miseria.