martes, 14 de abril de 2020
«Coronavirus, del este al oeste», por Alfredo BEHRENS

Por Alfredo Behrens[1], para SudAméricaHoy

Porque no soy especialista me atrevo a hacer una pregunta que me parece fundamental: ¿Cómo es que el Covid-19 llegó de Wuhan a Nueva York, siguiendo una secuencia ordenadita de este a oeste? Por qué el virus salió de Wuhan y contagió a Irán, después a Italia y después España, antes de llegar a Nueva York.

Con los profesionales, yo también creo en la hipótesis de la tos y el estornudo como forma de contagio en una ciudad. Pero eso no explica la orientación geográfica del contagio: del este hacia el oeste.

Sabemos desde hace tiempo que el mundo es redondo. De Wuhan el virus podría haber sido llevado por gentes que estornudaban y tosían sobre los otros también en dirección al Este de Wuhan. Es decir, los maleducados también podrían haber viajado entre el más de medio millón que llegaron por avión a California y Vancouver en Canadá sólo en enero de este año. Pero resulta que, al 10 de abril, el Covid-19 ha matado en Nueva York 140 veces más que en California.  O sea, de Wuhan en la China en virus viajó predominantemente hacia el Oeste, infectando los países que encontraba por el camino, hasta llegar a Nueva York.

Pareciera que el virus, como Marco Polo, siguió la ruta de la seda. Pero no nos distraigamos con Marco Polo. Pensemos en que es improbable que en esa ruta de la seda hubiera suficiente concentración de gente como para que, tosiendo unos sobre los otros contagiasen, en tan solo mes y medio, desde Wuhan hasta Madrid.

¿Quién más podría llegar de Wuhan a Madrid en unos 40 días? El viento. En enero los vientos alisios soplan día y noche a una velocidad que desde Wuhan llevaría aproximadamente 40 días en llegar a Madrid. O sea, llevado por el viento, el virus que se declaró en Wuhan a fines de diciembre, podría haberse anidado Madrid a tiempo de la celebración del día de la mujer, el 8 de marzo. Como parece haber sido el caso.

¿Podría el Covid-19 surfear en el viento? El viento lleva nubes que son gotillas de agua, quién sabe si llevarían hasta el efecto aerosol contaminado por el Covid-19. ¿Podría el virus resistir a 20 días de exposición a la luz ultravioleta del Sol? Tal vez no el mismo virus desde Wuhan, pero quién sabe sí los hijos y nietos del virus que el viento siguiera recogiendo por la ruta de la seda.

Si el virus no hubiera llegado a hurtadillas en las nubes arrastradas por los vientos alisios; ¿podría haber llegado en aves migratorias, que navegan sobre los mismos vientos?

Después de todo, el poder de los alisios lo descubrieron los grandes navegantes del siglo XVI, noticia que tal vez no le haya llegado a los infectólogos, por aquello de que quien tiene martillo solo ve clavos. Las culturas profesionales son miopes.

Aun así, los vientos alisios seguirán soplando en la misma dirección, a menos que el mundo pase a girar en el sentido contrario. O sea, si mi hipótesis estuviera correcta, en el futuro los mismos vientos podrían traernos otros virus.

Dejemos estas preguntas en las manos de los especialistas con martillos diferentes. Pero lo que no me suena es que el virus haya llegado tan lejos en este plazo tan solo a horcajadas de estornudos. Creo que, en la dirección geográfica del contagio, del Este hacia el Oeste, hay información que pasó desapercibida.


[1] Alfredo Behrens es Ph.D.  por la Universidad de Cambridge, su libro más reciente es «Gaucho Dialogues on Leadership and Management» por Anthem Press, 2018. En sabático de FIA Business School de São Paulo, Alfredo reside actualmente en Portugal. Modera encuentros para Harvard Business Publishing e integra el Global Studies Think Tank de la Universidad de Salamanca, donde enseña Liderazgo en el IME Business School. Su correo electrónico es behrens@usal.es