EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Luli DELGADO, para SudAméricaHoy
Después de la Segunda Guerra y la Guerra Civil española, cientos de miles de europeos, arrasados por la debacle, apostaron por “hacer la América” como horizonte de una vida mejor.
Y allá se fueron, a veces solos, a veces con toda la familia, y ciertamente hallaron en esas tierras un espacio para trabajar tranquilos y vivir en paz.
Poco a poco a Europa se le fueron sanando las heridas y comenzó a resurgir. Muchos de los que se habían ido, ya con raíces en el Nuevo Mundo insistieron en quedarse. Algunos, ya mayores, prefirieron regresar a sus orígenes, pero a esas alturas todavía se trataba de una opción.
Hasta que un día los piratas incursionaron en el poder y América dejó de ser la tierra prometida.
Ahí los descendientes de los europeos que un día se habían refugiado, salieron en desbandada en un “sálvese quien pueda” al viejo continente.
Los que no pudieron, hicieron lo imposible por irse al Norte, y los que menos tenían, trataron de arreglársela en países con por lo menos un poco más de tranquilidad.
Así las cosas, llegó la pandemia, invadiendo a diestra y siniestra todos los aires del mundo y llevándose por delante no sólo muchas vidas, sino muchas maneras de vivir.
El año pasado fuimos testigos del colapso de comercios, industrias y fuentes de trabajo en cifras poco menos que pavorosas.
Sucedió lo inimaginable: se le quebraron los huesos a todos los vertebrados. África y América Latina a la cabeza de la lista, lo que no es tan de extrañar, pero donde sí fue sorpresa fue en los Estados Unidos y en Europa. ¿Quién iba a decir que lugares tan sólidos acabarían por elevar de manera alarmante sus índices de pobreza extrema?
Así estamos, todos amenazados, todos en una inesperada cuerda floja, en una incertidumbre que desde los tiempos de la Guerra no se conocía.
¿Qué nos queda? Lo único que se me ocurre es ayudar, como ayudaron nuestros mayores en tiempos de guerra y de pobreza. De todas las maneras que estén a nuestro alcance, pero ayudar.
De ésta también vamos a salir, muy golpeados y habiendo perdido mucho y a muchos, pero vamos a salir. Eso sí, ayudándonos unos con otros. Si no, no salimos. Cualquier migaja es pan, y vaya uno a saber si no terminamos por ser la respuesta a las oraciones de quien pide nuestra ayuda.