sábado, 8 de mayo de 2021
«Cuentos chinos», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

En mi casa cuando alguien se venía con una historia extraña se decía que ése era “un cuento chino”. No fue sino más adelante, cuando apareció Un cuento chino, protagonizada por Ricardo Darín, que me enteré de que no éramos los dueños exclusivos y universales de la expresión. En fin.

El caso es que los chinos no nos dejan en paz. El año pasado, se contagiaron y nos contagiaron con el COVID-19, que lamentablemente no fue un cuento.

Ahora leo en la prensa que los chinos lanzaron un cohete, el Long March 5B,  que va a regresar a la Tierra en “reentrada incontrolada” en estos días, pero no se sabe dónde.

De dos una, o cae en algún océano, o le cae encima a algún lugar poblado.

El Pentágono y el Departamento de Defensa le siguen los pasos a un deshecho de cohete que pesa alrededor de 23 toneladas y tiene el tamaño de un edificio de diez pisos, que al caer con el impacto es probable que se haga añicos.

Viéndolo con los ojos del cine, podríamos hablar entonces dos guiones:

Uno,  de una epidemia que ataca sin piedad a la humanidad, lleva al planeta al hambre y la miseria, atenta contra la vida de todos, mientras los científicos en sus laboratorios buscan heroicamente el antídoto salvador.

Otro, sobre un cohete que pierde el control y que con todo el empuje posible nos amenaza de acabar cayéndonos en la cabeza.

Podríamos alimentar la lista con otros guiones más, como el de la invasión de las hormigas asesinas, o tal vez el de las terribles arenas movedizas, que tanta gente se tragaron durante los matinés de mi infancia.  

Díganme si no. En cualquier otro momento las historias del virus letal y del cohete, así como la de las hormigas y las arenas implacables, a lo sumo habrían dado unas películas malísimas, de esas que a nadie se le ocurriría ver, y resulta que ahora estamos padeciendo en carne propia y contra todo pronóstico dos que nos tienen en ascuas de un tiempo a esta parte.

Ojalá pudiéramos tirar esos guiones a la basura, como tanto hacen en el cine, y quedarmos apenas con El cuento chino de Darín, que por lo menos es divertido.