domingo, 2 de diciembre de 2018
«Larga transición», por Federico PONCE ROJAS

Gobernar significa rectificar.
Confucio.

Por Federico PONCE ROJAS, para SudAméricaHoy

El aprendizaje que como candidato AMLO ha tenido a lo largo de su vida política ha sido bastante y suficiente para ganar las últimas elecciones presidenciales y ser hoy Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

En efecto, se ha preparado intensamente en el conocimiento de la política mexicana y sus vericuetos, larga transición desde candidato a gobernador en su natal Tabasco en 1988 cuando sufre su primera derrota, postulado por una alianza de 4 partidos conformada por el Partido del frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, el Popular Socialista, el Partido Mexicano Socialista y el Partido Democrático Nacional, aglutinados en el llamado Frente Democrático Nacional.

Nuevamente busca en 1994 la gubernatura, esta vez, como candidato del PRD y logra poco más del 37% de la votación. Sin embargo, el triunfo lo alcanza el priista Roberto Madrazo.

En ambos casos publica sendos libros, el primero “Tabasco víctima del fraude electoral” y el segundo, «Entre la historia y la esperanza: corrupción y lucha democrática en Tabasco”.

Para el año 2000, como candidato del PRD a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, logra el triunfo electoral gobernando nuestra Ciudad de México poco más de 5 años.

Posteriormente y animado por esa victoria contiende con el priista Roberto Madrazo y el panista Felipe Calderón; proceso electoral que al final le dio la victoria al panista; desde luego que ésta, no fue aceptada y su rechazo se reflejó en diversas protestas que llevaron entre otras al bloqueo prolongado de la avenida reforma del otrora D.F.

Seis años después, en 2012 compite por la presidencia de nueva cuenta por el PRD, esta vez contra el priista Peña Nieto, en esta elección la diferencia de votos fue marcada por más de 3 millones de votos, en favor del priista. AMLO, vuelve a publicar un libro, “No decir adiós a la esperanza”.

Estas experiencias políticas sumadas a otros factores, lo impulsan a postularse como candidato presidencial en el año 2018 alcanzando por fin la presidencia de la república.

Esta elección fue ganada abrumadoramente y de manera legítima. Pero, podemos afirmar que la elección estuvo definitivamente influida por factores como el temor, el desencanto, la desilusión y otros conceptos apartados de la democracia que mueve al individuo al voto por el candidato de sus preferencias, aquel que reúne las mejores dotes y más promete por sus virtudes cívicas y privadas.

La elección legítimamente ganada así, implica el respeto de la voluntad popular puesta en sus manos para conducir un gobierno emanado de esta soberanía; con la fuerza de la opinión pública que justamente será sostén y amenaza y no podrá abdicar a ser el celoso depositario de los intereses generales y activo promotor del bien común.

El único poder legítimo es aquel que se desprende de las pasiones comunes, que se inspira en la justicia, que cumple con el deber y subordina sus actos a las leyes.

La legitimidad de la elección establece el gobierno pero, no lo regula y justamente en la función armónica de la responsabilidad establecida por nuestra carta magna está el secreto de la estabilidad del gobierno, la garantía de las libertades, la base de la tranquilidad y la prosperidad de la nación.

En este proceso de transición muy largo entre presidente electo y presidente constitucional, de manera inquietante expresiones y actos que no son propiamente de gobierno han provocado la inestabilidad económica y social del país.

La legislatura que arrancó el 1º de septiembre pasado ha sido obsequiosa, apresurando y acomodando promesas de campaña a la función legislativa a solicitud del ejecutivo, que a partir de hoy ejerce la irrenunciable obligación de gobernar legalmente. Un solo acto del legislativo, ha rubricado su independencia como poder armónico y equilibrador del gobierno; me refiero, a la desaprobación aunque sea temporal, de la llamada “Ley Taibo”.

En la formación del gobierno, la superioridad del legislativo es indiscutible por su sola facultad de dictar las leyes a que la nación entera y el mismo poder ejecutivo tienen que someterse.

La invasión de poderes altera la estabilidad en las instituciones. Solo la completa separación de estos, asegura el equilibrio.

A este respecto, es imperativo atender también las palabras del Ministro José Ramón Cossío en relación al Poder Judicial, con motivo de la conclusión de su encargo en la SCJN «institución humana sólida y fuerte y que asegura los pesos y contrapesos del poder político». “Este es el tiempo de los jueces constitucionales, no como ego profesional sino como forma de mantenimiento de los procesos civilizatorios que están presentes y que generarse dentro de esta sociedad, ya que advirtió de no hacerlo la democracia y la justicia constitucional morirán; el derecho es extraordinariamente serio, así como mantener el derecho como Estado o simplemente como orden jurídico es de suma importancia, señalando que es necesario mantener una Judicatura Federal potente, independiente, razonada y sensible.
La tentación de apoderarse de la justicia Constitucional, de destruir la justicia Constitucional, de hacer cosas distintas con la justicia Constitucional, es importante”.