EL VIDEO


Discurso de Gabriel Boric
Luli DELGADO, para SudAméricaHoy
¨Llegó con tres heridas», el hermoso poema de Miguel Hernández, sintetiza nuestro paso por la vida a partir de sus momentos más importantes. Vale decir, el nacimiento, la unión afectiva y la muerte.
Desde que podemos rememorar, es en estos eventos cuando la participación de nuestros afectos se enfatiza: las familias y amigos compartimos la tradición universal de revolotear en torno a la cuna, el altar y la urna, dando lo mejor que tenemos, queriéndonos más que nunca y siendo mejores humanos que lo que normalmente somos.
Esta suerte de homenajes a la vida son muy importantes, emotivos y marcan de manera definitiva nuestra historia.
Ahora resulta que desde que nos instalamos en la pandemia, estos han sido los rituales más mancillados de nuestra esencia.
Desde que iniciamos la cuarentena, los bebés nacen bajo protocolos de aislamiento extremos, el padre detrás de la puerta, las presentaciones del nuevo heredero se hacen por vídeo conferencia, y los neonatos permaneces en aislamiento total. Más nada.
El ¨Sí, quiero¨ por su parte, ahora se hace de mascarilla y distancia social, sin invitados, sin brindis, sin bailes, en fin. La otra opción es el casamento virtual, que dispensa las máscaras, pero mantiene el aislamiento.
Morirse también cambió las reglas. Las víctimas de coronavirus reciben cuidados extremos en su preparación a lo que va a ser su última morada. A sus allegados no se les permite escoger la vestimenta de despedida, los velorios están prohibidos y con suerte se permiten dos o tres acompañantes en el momento del sepelio. Eso sí, siempre respetando el distanciamento social.
Ahora se nace, se une sentimentalmente y se muere a secas: sin flores, sin abrazos, sin homenajes. Todo en el marco de la inquietud de una posible contaminación y en el menor tiempo posible.
¿Nada que no se sepa? De acuerdo, nada que no se sepa. Pero, ¿y si nos detenemos a pensar que hace apenas tres meses era diferente?