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Discurso de Gabriel Boric
Sobre Hillary tras la derrota: «Fue una llamada encantadora. Mucho más dura para ella que para si hubiera perdido»
Por Carmen DE CARLOS
Confirmada la victoria de Donald Trump no pasaron ni 24 horas cuando el gentío se echó a la calle a protestar. De Nueva York a Chicago pasando por Portland , Filadelfia o Los Angeles, la multitud gritó, lloró y exhibió carteles contra las consignas infames del presidente electo.
La secuencia continúa y algunos se desahogan a golpes y prenden neumáticos o cualquier objeto no ignífugo que encuentran a su paso. La Trump Tower fue virtualmente acordonada y en sus alrededores artistas internacionales se sumaron al espectáculo.
El cineasta Michael Moore, oráculo infalible de la votación, llegó hasta el interior de la planta baja con su camarita en mano donde recibió una respuesta “very polaid”: “Mr. Trump se pondrá más adelante en contacto con usted”. La versión hispana, menos políticamente correcta, sería algo así como: vete por donde entraste y ni se te ocurra volver aquí.
Trump protestó en su cuenta de Twitter y calificó las movilizaciones de ser obra de “profesionales incitados por los medios”. Se equivocó. El terror que despierta en más de la mitad de los votantes (Hillary logró más de doscientos mil votos que Trump) es real y tan natural como los motivos que unieron a la gente en las diferentes marchas que, de momento, se han saldado con varias decenas de detenidos y algunos heridos leves.
En lo que acierta Trump es en algo básico en una democracia: Ganó las elecciones, las reglas eran las mismas para todos y no hay derecho que, ahora, los perdedores, no encajen la derrota y conviertan Estrados Unidos en un polvorín.
Tan cierto es lo que dice como que muchos de los que salieron a la calle prometen acordonar el Congreso el día de la investidura de Trump. No serán los primeros ni los últimos en hacerlo. En España la alianza de Unidos Podemos, es experta en esa operaciones.
Barak Obama, presidente en ejercicio hasta mediados de enero, y Hillary Clinton, midieron bien sus palabras tras la derrota. Ambos conminaron a aceptarla con espíritu democrático. Conocen “América” y saben que la tensión se siente en el ambiente. Basta una chispa para que estalle una violencia difícil de controlar.
Entre los manifestantes y alborotadores (no son lo mismo) había multitud de latinos (sólo México se estima que tiene unos 35 millones de residentes en el país del norte). Muchos se aferraban a la consigna que se ha hecho más popular: No es mi presidente. Según el escrutinio, buena parte de los latinos también votó a Donald Trump. Les guste o no, para ellos (incluidos los tres millones que amenaza expulsar) y para el resto de los estadounidenses, Trump sí es su presidente. Al menos, por los próximos cuatro años. Salvo que un «impeachment» o renuncia le pongan remedio.