sábado, 1 de agosto de 2015
El «carrulim» paraguayo, la cara y la cruz de los remedios tradicionales

Chema Orozco
Asunción, 1 ago (EFE).- El comienzo de agosto es consustancial en Paraguay al caluroso viento norte, y con ello a los cuadros febriles, y por esa misma razón es también el mes del «carrulim», un antídoto contra ese malestar, pero también causante de otros males si se ingiere en exceso, debido a su componente alcohólico.
Una cantidad de destilado de caña de azúcar, unas hojas de ruda y unas rodajas de limón dan como resultado el «carrulim», un cóctel contra los estragos en el cuerpo de esas ráfagas del norte, capaces de alterar la temperatura invernal y hacer pasar esta estación por un anormal verano.
Su forma de presentarlo es en pequeñas botellas de plástico de segunda mano, petacas de marcas de whisky o ron que desde hoy se ofrecen en muchos puestos callejeros de Asunción.
El brebaje no tiene una partida de nacimiento exacta, como sucede con la mayoría de las tradiciones, que en este caso remiten a las del interior de Paraguay, el mundo de los indígenas guaraníes que no está tan alejado de las urbes, centro de la migración campesina.
Se cree que esa unión entre las dos culturas, la urbana y la agrícola, es la que dio identidad a un remedio natural que viene del pasado, cuando las hierbas medicinales suplían la escasez de antibióticos y farmacias en el campo.
En el caso del popular «carrulim» de agosto, esas hierbas son la ruda, la ortiga, la verbena o la achicoria, aunque algunas de ellas ya no son tan abundantes en las praderas del país sudamericano, señaló a Efe Margarita Miró, escritora y activista cultural paraguaya.
«Son hierbas que se utilizan contra la fiebre o el dolor de cabeza que se presenta en agosto con el viento norte. Así, se dice que si un anciano logra pasar ese mes, vivirá el resto del año. Y también que es el mes que se lleva a las vacas flacas, a las que están enfermas», dijo Miró.
De acuerdo con Miró, esas plantas se frotan en el cuerpo para provocar el sudor y así expulsar las impurezas que trae el fatídico viento norte.
La mezcla de esas hierbas, especialmente la ruda, con la caña y el limón, cambió el modo de aplicación de las plantas y las transformó en un tónico para beber, cuyo nombre, «carrulim», es un acrónimo de sus tres componentes.
Su popularidad y demanda es corroborada por María Catalina Núñez, que la víspera del uno de agosto ya levantó un puesto en el centro de Asunción para vender sus botellines, comercializados a unos 5.000 guaraníes la unidad (un dólar).
«A mí me enseñó a hacerlo mi abuelo, que llenaba una botella de dos litros para limpiar la sangre», declaró la vendedora a Efe.
Según Núñez, esa purificación es también espiritual, ya que lo que busca el consumidor de «carrulim» es deshacerse de la «mala onda» y de todo lo que altere el comportamiento humano de forma negativa.
Vendedoras callejeras como Núñez son de las más solicitadas hoy en Asunción y en su palenque más conocido, el Mercado 4, uno de los lugares que concentran, además de otro tipo de productos, el mayor número de puestos de hierbas medicinales.
De hecho, y por declaración expresa en 2014 de la Cámara de Diputados, el primero de agosto es el Día del Poha Ñana (hierbas medicinales, en guaraní).
Se trata de un reconocimiento a toda una tradición ancestral que tiene uno de sus fundamentos en la medicina natural, como lo demuestra la existencia del Paseo de los Yuyos, en el Mercado 4, también declarado «sitio turístico» y «bien cultural y patrimonio nacional» por la Cámara Baja.
Esta calle es un gran herbolario que funciona todo el año, si bien en agosto se puede decir que es cuando las vendedoras de remedios «hacen su agosto».
El principal responsable de este éxito de ventas en el invierno paraguayo es el «carrulim», cuyo componente etílico, el de la caña de azúcar, hace de él el jarabe favorito de los paraguayos.
«En realidad tomarlo en primero de agosto es psicológico. Y en todo caso es para tomarlo como una medicina, no como un trago», aclaró Miró.
Y es que, como saben bien quienes lo catan en exceso, el «carrulim» no es una panacea para la resaca.