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Discurso de Gabriel Boric
Mazamari (Perú), 5 ago (EFE).- Dos de las 54 personas rescatadas la semana pasada en Perú, entre ellas 34 niños, tras pasar años en cautiverio y sometidas a condiciones de esclavitud por la organización terrorista Sendero Luminoso, afirmaron hoy que no escaparon de su situación por miedo a ser ejecutados.
Los dos liberados compartieron sus vivencias sin revelar su identidad ante medios extranjeros, durante una visita realizada hoy por altos cargos de la Policía y las Fuerzas Armadas de Perú a la base policial de Mazamari, en la región Junín, donde permanecen albergados de manera temporal.
Un hombre de alrededor de 40 años relató en lengua asháninka y con ayuda de una intérprete que se encontraba bajo dominio de Sendero Luminoso en contra de su voluntad desde los 18 años.
«Quería escapar, pero tenía miedo de que me mataran. Queríamos ser libres. Sin embargo, vivíamos con temor porque los senderistas son personas con maldad», aseguró.
El hombre indicó que le gusta la forma de vida que está conociendo después de ser rescatado y reiteró que no quiere regresar donde están los senderistas.
«Nos encontramos bien aquí, con tranquilidad. Ahora nos sentimos libres, pero todavía tenemos miedo de que nos maten», agregó.
El hombre fue rescatado junto a su mujer y sus hijos menores, pero contó que tiene otros dos hijos, un hombre y una mujer, que permanecen con Sendero Luminoso en otra zona de la selva peruana que desconoce.
Otra mujer rescatada la semana pasada cree haber pasado alrededor de veinte años forzada a la servidumbre del grupo terrorista.
La liberada calculó tener ahora alrededor de 38 años y recordó que fue separada de su familia cuando tenía 8 años en la población de Puerto Ocopa, en la región de Junín.
«Con Sendero no tenía felicidad. Mi labor era cocinar para todos. Tenía bastante miedo de que me maten. Solo tengo un hijo y por suerte viajó conmigo para ser rescatado», indicó.
La mujer aseguró en lengua asháninka que vio morir ante ella a otra gente ahorcada por senderistas hace unos años, aunque estos no frecuentaban a menudo el campamento donde se hallaban.
Los liberados, en su mayoría de la etnia asháninka, fueron rescatados de un campamento en el distrito de Pangoa, en la misma región de Junín, y dentro de la zona conocida como los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM).
El campamento era un «centro de producción», término utilizado por los senderistas para denominar a las granjas donde obligan a las mujeres cautivas a abastecerles de alimentos y también de guerrilleros, a través de violaciones, ya que los niños concebidos son posteriormente integrados a la actividad armada, según las Fuerzas Armadas.
El VRAEM es una zona extensa y escarpada en continuo «estado de emergencia» por ser el último reducto de Sendero Luminoso y por ser también la mayor zona de los cultivos ilegales de hoja de coca de Perú, con 18.845 hectáreas a fines de 2014, según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Sendero Luminoso es además el causante de la mayoría de los más de 69.000 muertos que dejó el conflicto interno entre el Estado y la organización terrorista desde 1980 hasta 2000, según el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR).
El informe señaló que los senderistas son culpables del asesinato de 6.000 asháninkas, además de mantener en condiciones de esclavitud a otros 5.000 miembros de esa etnia y desatar una feroz persecución que obligó a desplazarse forzosamente a entre 30 y 40 comunidades.