domingo, 2 de noviembre de 2014
La resaca peruana
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La Comisión Permanente del Congreso de Perú aprueba un paquete de medidas para reactivar la economía

 

Hugo-Coya-150x150Por Hugo COYA, para SudAméricaHoy (SAH)

La resaca puede ser el movimiento de retroceso de las olas cuando llegan a la orilla o aquel malestar que se siente después de una borrachera. Algunas veces, los países, como las personas, padecen una de estas sensaciones o ambas.

Hay naciones que fueron prósperas y retrocedieron como las olas, conducidas por el maretazo convulsivo de sus gobiernos populistas rumbo al descalabro económico como Argentina o Venezuela. También hay aquellos que se embriagaron con las cifras macroeconómicas, considerando que los festejos nunca acabaran y, después de la juerga, padecen los calamitosos síntomas de haber bebido demasiado. Olvidaron que el alcohol es un poderoso alucinógeno que nubla la visión y puede hacer que se vea el vaso lleno cuando, en realidad, aún estaba medio vacío, como viene ocurriendo con Perú.

Tras una larga historia de estancamiento y descalabro, la economía nacional despertó hace algunos años de ese zigzagueante letargo, mostrando orgullosa sus cifras macroeconómicas.

Sus sucesivos ministros de Economía y Finanzas se paseaban como pavos reales por los foros internacionales, recibían reverencias del FMI y el Banco Mundial. Lucían como hermosas plumas las voluminosas y crecientes reservas monetarias, envidiables cifras de crecimiento, vertiginosas y sucesivas caídas del índice de pobreza extrema y un boyante consumo interno.

Ministro de Economía y Finanzas de Perú, Alonso Segura

Ministro de Economía y Finanzas de Perú, Alonso Segura

Esos funcionarios, no obstante, omitieron el hecho que el licor que animaba la fiesta era el efervescente precio de los minerales que el país exporta y mantuvieron intactos algunos lastres como la todopoderosa burocracia del Ministerio de Economía y Finanzas, postergando urgentes reformas que solo serían posibles en tiempos de bonanza. Cuando la bebida comenzó a acabarse, la fiesta, como es obvio, también.

Ahora que el ciclo jaranero terminó, el país padece como consecuencia esa aguda resaca, tratando de usar las más variadas recetas para retomar la celebración concebida como el crecimiento económico.

La semana pasada, el Congreso aprobó el tercer paquete reactivador de medidas económicas que ponen énfasis apenas en cuestiones tributarias. Los otros dos paquetes fueron tan tímidos que siquiera alcanzaron para que la población ni los empresarios llegasen a escuchar los primeros acordes de una pegajosa canción que los animara a salir a bailar, retomando el alicaído consumo o las varias inversiones mineras paralizadas.

Los economistas afines al gobierno aseguran, sin embargo, que lo peor ya pasó y que, a partir de ahora, la rumba comenzará de nuevo. Según ellos, una prueba es el espaldarazo recibido la semana pasada cuando el país retornó al mercado internacional y pudo colocar exitosamente un poco más tres mil millones de dólares en bonos soberanos, una cifra sin precedentes para la historia nacional.

Incluso, Moody´s -una de las tres agencias calificadoras internacionales que mantienen al Perú en el grado de inversión- aseguró que el país está superando las turbulencias externas que afectaron el ritmo de crecimiento y que las proyecciones se menearan hacia arriba los próximos meses.

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Página del diario peruano «El Comercio»

No obstante, hay algunos escépticos que sostienen que lo peor está por venir con el enfriamiento de la economía china que es uno de los principales compradores de los minerales peruanos y el calentamiento de Estados Unidos, lo cual provocará una inevitable depreciación de la moneda local, la revaluación del dólar, la escasez de capitales internacionales y un encarecimiento de las importaciones, entre otras medidas.

Sea como sea, tanto los entusiastas como los escépticos coinciden que los tiempos de la harta comida y la buena bebida acabaron. Si ella recomienza, la fiesta ya no tendrá la misma pompa ni el oropel de los años precedentes.

Las estimaciones del Banco Central de Reserva de Perú reconocen que la economía peruana crecerá este año solo alrededor del 3,5 por ciento y que el próximo no será superior a 5 por ciento.

A ello, se suma una coyuntura política extremadamente delicada con el gobierno de Ollanta Humala encaminándose a su último año de gestión tras la reciente elección de nuevas autoridades regionales y municipales, donde los ganadores mayoritariamente no pertenecen a su agrupación política.

Los resultados de esos comicios reflejaron, además, que el crecimiento económico no provocó la maduración de su sistema político. Se trata de un hecho paradójico si se toma en cuenta que los peruanos han cumplido casi tres lustros ininterrumpidos de democracia con elecciones libres que les permitieron concurrir a las urnas cada cinco años para elegir presidente y cada cuatro para designar a sus autoridades regionales y municipales.

La actual continuidad democrática tras el intento de una tercera reelección del ex presidente Alberto Fujimori no mantiene el espíritu de algarabía y festejo que tuvo en sus primeros años en esta nación andina de poco más de treinta millones de habitantes.

Las elecciones municipales y regionales del 5 de octubre confirmaron una tendencia cada vez más cercana hacia el abismo con el triunfo de una serie de candidatos populistas o clientelistas cuya trayectoria política, en varios casos, es menor que su prontuario policial.

Condenados por homicidio, robo, secuestro, terrorismo, enriquecimiento ilícito, chantaje, extorsión, violación, entre otros delitos, figuran entre las nuevas autoridades electas o reelectas que asumirán sus funciones a partir del 1 de enero de 2015.

La democracia peruana parece ahora una reedición de la célebre frase del escritor brasileño Mário Quintana, quien a principios del siglo XX, decía cínicamente que “lo más admirable de las democracias es la facilidad con la que cualquier persona puede pasar de la crónica policial a la crónica social”.

Analistas independientes temen que la difícil coyuntura conduzca a la misma embriaguez que padeció Argentina o Venezuela hace algunos años y que los comicios del 2016 concluyan con la elección de autoridades que causen daños hepáticos irreparables no solo en la economía sino a la aún frágil democracia peruana.