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Discurso de Gabriel Boric
Lima. Por Carolina CUSIRRAMOS/Efe
Con una receta que mezcla el misticismo andino y las costumbres coloniales, el pan chuta del municipio peruano de Oropesa, en la región de Cuzco, es único por elaborarse con el agua de una divinidad inca de los Andes y la bendición de la virgen del Carmen, siempre y cuando no haya muerto nadie del pueblo.
Su forma plana y circular, su textura esponjosa, dulzor sutil y las dedicatorias y dibujos que lo adornan esconden en su masa esos singulares ingredientes que impiden elaborar los panes en otros lugares como Lima, donde fallece gente diariamente y el agua no es tan pura, explica el panadero y regidor municipal, Richard Gómez.
Sin embargo, el pan chuta logró ser una de las principales atracciones de la feria gastronómica Mistura, que se celebra en la capital de Perú entre el 4 y el 13 de septiembre.
Un millar de panes de este tipo son transportados cada día en avión a Lima desde Oropesa durante el tiempo de la feria.
«Ya hemos intentado hacer pan de Oropesa en otros lugares pero nunca sale igual. Incluso lo trataron de preparar en la ciudad de Cuzco, que está a treinta minutos de nuestro distrito, pero fue imposible», indicó Gómez.
El panadero señaló que el principal secreto de sus panes es el agua, que llega del Apu Pachatusan (el señor que sostiene la tierra, en quechua), una de las montañas tutelares de la ciudad del Cuzco, de 4.200 metros de altura, y venerada como divinidad por los incas.
Todo pan que sale de los hornos del distrito cusqueño ha sido bendecido por su patrona, la virgen del Carmen, conocida como «la española», y también por el niño que carga en su imagen, llamado el «niño panadero».
A la producción de pan chuta en Oropesa solo hay algo que la puede detener, y es el anuncio de la muerte de algún habitante del pueblo.
«Si hay alguien que acaba de morir o ya no le queda mucho tiempo de vida no se hace pan chuta porque el alma del muerto no permite que la masa fermente«, argumentó Gómez.
El coordinador de la Municipalidad de Oropesa, Víctor Bustos, explica que el conjunto de estas tradiciones son parte importante del valor que tiene el pan chuta.
«En Oropesa se convive con una fuerte tradición católica pero también mística. Es un conjunto de creencias andinas y coloniales que se representan en las costumbres heredadas por generaciones», agregó Bustos.
Richard Gómez señaló que el 80 por ciento de sus 3.000 habitantes se dedica a la panadería, una tradición familiar que inició cuando los colonos españoles sembraron trigo en Cuzco.
«Yo soy panadero desde que tengo uso de razón. Mi papá y mi mamá junto a mis hermanos también eran panaderos y, yo de niño ayudaba en labores simples como preparar la ‘masa madre’, como todos los chicos de mi edad», señaló Gómez.
En el municipio panadero hay 86 hornos de arcilla revestidos con paja y barro que empiezan a hornear desde las 3:00 de la madrugada con turnos que rotan entre familias.
Cada uno de los familiares realiza una labor específica: los niños preparan el fermento, los hombres elaboran la masa y la estiran mientras que las mujeres los decoran, según indicó Gómez.
La Municipalidad de Oropesa estima que cada familia puede llegar a trabajar cien kilos de harina por turno a la que agregan «masa madre», una levadura hecha de harina, agua y azúcar.
El trabajo de las familias produce unos 2.000 kilos diarios de pan que sus habitantes distribuyen en ferias, paraderos de autobuses e incluso en otras regiones del sur de Perú como Puno y Arequipa.
En Oropesa, los artesanos panaderos apuntan ahora sus miradas al exterior de Perú para seguir difundiendo su pan chuta y perpetuar así el mestizaje de tradiciones durante las siguientes generaciones.