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Rubén Figueroa
Montevideo, 16 jul (EFE).- La muerte del exfutbolista Alcides Edgardo Ghiggi dejó hoy a Uruguay sin el héroe del ‘Maracanazo’, la persona que con su gol otorgó al país contra todo pronóstico el segundo Mundial de su historia a la vez que ayudó a consolidar la identidad nacional de los uruguayos.
El hito se escribe en letras mayúsculas en la historia del país sudamericano y trasciende lo deportivo para ser incluso considerado como el hecho definitivo que consolidó el sentimiento patriótico de los uruguayos, país constituido en 1830.
«Ghiggia, la selección uruguaya, el triunfo de Maracaná, son señas de identidad que nos hacen concebir un sentido de pertenencia a esta nación», afirmó hoy el director nacional de Deportes del país sudamericano, Fernando Cáceres.
Tras vivir 65 de sus 88 años bajo las luces del ‘Maracanazo’, quiso el destino que Ghiggia falleciera hoy el mismo día que un gol suyo rubricara aquella hazaña, ligando para siempre su muerte al hito que lo glorificó en vida.
Ghiggia (Montevideo, 1926 – Las Piedras, 2015), era el último héroe vivo de Uruguay, un país en el que el fútbol es religión, y su adiós deja huérfanos de ídolos a aquellos que vivieron con sus propios ojos la hazaña de 1950 y de mitos a los más jóvenes que conocen la gesta de oídas.
Con el marcador empatado a un gol, corría el minuto 79 del partido por la definición del Mundial de 1950 que jugaban Brasil y Uruguay en el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro, cuando Ghiggia, entonces veinteañero, marcó el gol del triunfo para los charrúas.
Los más de 200.000 espectadores, mayoritariamente brasileños, que se apiñaban en el recinto entonaron el llamado «grito que nunca fue», pues quedaron conmocionados al ver como Uruguay les arrebataba un Mundial que daban por ganado desde la previa.
«Sólo el papa, Frank Sinatra y yo callamos al Maracaná», declaró en 1995 Ghiggia, el más longevo de los integrantes de aquel equipo celeste, que se llevó hoy consigo los últimos recuerdos vivos de aquella gloria.
Pese a su estatus héroe nacional indiscutible, durante algunos años oscureció el celeste de la camiseta uruguaya por el azul de la selección italiana, que defendió en cinco partidos entre 1957 y 1959.
Su carrera profesional había comenzado con 20 años en el Sub América de Montevideo, desde donde pasó a Peñarol, escuadra con la que conquistó dos Campeonatos Uruguayos entre 1948 y 1953 antes de ser traspasado a Italia, país en el que jugó nueve temporadas en la Roma y una en el Milán.
A los 30 años, retornó a su país para fichar por el Danubio, escuadra en la que retiró a los 42 años.
Los homenajes «hay que hacerlos en vida, después no sirven», dijo Ghiggia en mayo de 2014 tras descubrir un sello que el Correo uruguayo emitió en su honor, uno de los múltiples reconocimientos que recibió a lo largo de su trayectoria.
Tanto es así que incluso Maracaná hizo las paces con él en 2009, cuando fue inmortalizado en la «calzada de la fama» del legendario estadio carioca.
«Viva Brasil. Nunca pensé que sería homenajeado en el Maracaná, estoy muy emocionado», dijo en aquella ocasión.
Su opinión era constantemente pedida en las previas de las grandes competiciones internacionales en las que competía la Celeste y su figura fue objeto de disputa entre las fuerzas políticas del país.
Así, en 2014, tras ver que el oficialista Frente Amplio anunciaba la adhesión de Ghiggia a su ideario, al tiempo que opositor del Partido Nacional Luis Alberto Lacalle Pou mostraba una fotografía de un formulario que Ghiggia completó para participar en una elección interna de esa otra agrupación, se vio obligado a decir que era «antipolítico».
«Soy antipolítico, no soy político de nadie», dijo, y explicó que firmó una papeleta en respaldo a un dirigente del Partido Nacional de la localidad de Las Piedras de cara a las elecciones internas porque es «vecino y amigo».
En 2012, con 85 años, la vida le dio otra oportunidad a Ghiggia, que sufrió un accidente de tráfico y tuvo que ser sometido a un coma inducido.
«Hizo el gol del Maracanazo y tiene que hacer ahora otro gol más importante», dijo entonces su hijo.
Y lo marcó, otorgando a su existencia una prórroga de tres años que concluyó hoy por un paro cardiaco mientras hablaba de fútbol con su hijo.