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Álvaro Mellizo
Montevideo, 29 nov (EFE).- El «amor» hacia su propuesta, y su deseo de introducir «aire fresco» en la política uruguaya son los argumentos del candidato del Partido Nacional Luis Lacalle Pou para salir a pelear por la presidencia uruguaya el próximo domingo, tarea difícil en la que tendrá que vencer «a la matemática» para triunfar.
El joven candidato (41 años) del histórico partido «blanco» es consciente de la enormidad de la tarea que supone remontar los casi 14 puntos que lo separan, según las encuestas, del candidato oficialista Tabaré Vázquez, un empeño en el que sigue más por respeto y coherencia que por creer realmente en la victoria.
Los resultados electorales de la primera vuelta en Uruguay el pasado 26 de octubre dibujaron un escenario casi imposible para Lacalle, que con un 31 % de los votos fue el segundo candidato más votado tras Vázquez (47,9%).
Pese a lo que anunciaban las encuestas, el expresidente recibió muchos más votos de lo esperado y, aunque los nacionalistas subieron en apoyos, quedaron muy lejos de poner en peligro un tercer gobierno consecutivo del Frente Amplio (FA).
Ese golpe arrebató mucha fuerza al candidato, que había revolucionado el mundo político uruguayo con su rápido y fulgurante ascenso en la escena, y que en un principio parecía capaz de pelear cara a cara con el veterano oncólogo.
La realidad final de los resultados llevó a una campaña para el balotaje mucho más floja, sin apenas brillo, y con la difícil tarea de mantener la ilusión cuando lo único que aparece en juego es no perder por demasiado.
Aun así, Lacalle Pou intentó mantener el espíritu «por la positiva» con el que dirigió su campaña, evitando en lo posible criticar a sus rivales y proponer otras opciones en su lugar, si bien, apurado por sus circunstancias, ha tenido que dar algún que otro zarpazo para tratar de modificar un tablero que no le favorece en lo más mínimo.
Consciente de que un triunfo sería una heroicidad prácticamente imposible, Lacalle Pou busca al menos que la derrota sea costosa para su rival, lo que le permitiría además mantenerse en una primera fila de la política y pensar en el futuro sin haberse quemado.
El candidato del Partido Nacional irrumpió en la campaña como un soplo de «aire fresco» -el nombre de la agrupación política que fundó, como candidato presidencial en las internas de los «blancos»-, donde contra todo pronóstico venció a su hoy compañero de fórmula, Jorge Larrañaga.
Hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), el candidato nació en Montevideo en 1973 y es abogado de profesión, si bien la política ha sido su principal campo de acción desde que entró en el Parlamento como diputado en 2000.
Su madre, María Julia Pou, también fue senadora por el Partido Nacional, y varios de sus antepasados fueron históricos líderes del partido.
Sin embargo, su ascenso a la primera fila de la política con aspiraciones reales a convertirse en presidente es cosa muy reciente.
Cuando Lacalle Pou anunció sus intenciones de ser precandidato a la presidencia hace aproximadamente un año, pocos apostaban por él.
El candidato fue poco a poco recabando apoyos y despertando un inusitado entusiasmo entre los simpatizantes nacionalistas.
Su triunfo allí fue toda una sorpresa y dejó desarmados a casi todos sus rivales, que no contaban con su presencia ni con su forma de hacer política.
De aspecto juvenil, este padre de tres hijos se movió hacia el centro político para atraer votos de los indecisos y de moderados que antes votaban al FA, a costa de evitar entrar en debates como la inseguridad ciudadana, uno de los temas claves de la campaña, lo que le ha sido echado en cara por sus rivales.
Pero los resultados electorales lo dejaron muy lejos de la izquierda y en la segunda vuelta tuvo que lanzarse a captar otros votantes muy diversos, lo que intentó con la propuesta «Uruguay unido por la positiva» pero denunciando al mismo tiempo los peligros de una nueva mayoría del FA.
Su imagen desestructurada y animada, que le valió el apodo de «Lacalle Pop» en la primera vuelta, se vio en esta segunda fase más deprimida y triste, algo que él mismo reconoció en una entrevista al señalar que son sus propios simpatizantes los que le piden «que cambie de cara».
Sus críticos señalaron toda la campaña que su discurso es «vacío» y que no tiene grandes propuestas y que, pese a su actitud y talante constructivo, durante su época parlamentaria no apoyó nunca medidas del oficialismo que ahora defiende.
Durante este debate, llegó a confesar que consumió marihuana y cocaína en su juventud, durante el período en el que su padre fue presidente de la República.
Aficionado al deporte, Lacalle Pou jugó al fútbol y al rugby, además de practicar surf, correr y acudir regularmente al gimnasio.