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Discurso de Gabriel Boric
Montevideo. Por Rodrigo GARCÍA/Efe
Tras una larga carrera diplomática y poco después de dejar su cargo como canciller uruguayo, Luis Almagro, vegetariano desde sus tiempos como embajador en China, no dudará en hacer la excepción y poner la carne en el asador para dirigir la OEA, tras ser elegido su nuevo secretario general.
Nacido en el departamento uruguayo de Paysandú en 1963, muy pocos familiares y amigos conocen por su nombre a este abogado, casado y con siete hijos, que estrenó su trayectoria como diplomático en 1988 y con apenas 25 años, como representante de Uruguay ante la Unesco.
Y es que para su gente, Almagro es «el oso» desde que nació, ya que su padre estaba convencido de que «lo más lindo» que había visto en su vida era un oso panda, y decidió que quien había logrado superar eso era su hijo Luis.
«Hola, soy Luis Almagro Lemes, para servirle a usted, al Partido Nacional y al Club Nacional de Fútbol», le enseñó a decir su progenitor desde pequeño, algo que cumplió al 100 % al menos durante los años en los que fue partidario de esa agrupación política, que acabó dejando para sumarse al Frente Amplio, bloque de izquierdas gobernante en Uruguay desde 2005.
Eso sí, su afición al fútbol y al Nacional, uno de los equipos más importantes del país uruguayo, se mantiene intacta hasta hoy.
En Irán continuó su periplo por el mundo en 1991, cuando fue nombrado primer secretario y encargado de negocios en la embajada de Uruguay en ese país, donde permaneció durante cinco años.
Ya en 1998 y durante un lustro más, pasó a desempeñar funciones diplomáticas en Alemania y en 2006 fue enviado, ya como embajador, a China, donde residió hasta 2010, cuando volvió a Uruguay después de que el por entonces presidente, José Mujica, lo designase canciller.
Recibir en territorio uruguayo a varios expresos de la cárcel de Guantánamo, así como a decenas de familias sirias, todos en calidad de refugiados, son algunas de las decisiones más sonadas que el Gobierno de Mujica (2010-2015), caracterizado por su exposición internacional, llevó adelante con Almagro como canciller.
También durante su gestión, el país fortaleció la búsqueda de inversiones en el exterior a través del Instituto de Promoción de Inversiones y Exportaciones Uruguay XXI, que presidió con una activa participación en la gestión e impulso de este organismo, que tuvo un punto de inflexión en 2013, cuando EE.UU. abrió su mercado a los cítricos y a la carne ovina de Uruguay, dos importantes productos de exportación para la economía del país.
Cabe destacar la participación del excanciller en organismos internacionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
Precisamente junto a otros cancilleres de países miembros de este último bloque viajó en 2014 a Caracas en una misión dirigida a propiciar una mesa de diálogo político entre el Gobierno y la oposición en Venezuela, con el fin de destrabar la crisis política de ese país.
La «satisfacción de haber actuado siempre sobre una base de principios y valores» es para Almagro la conclusión de su labor al frente de las relaciones exteriores del país sudamericano.
Por otro lado, prueba de su extenso bagaje internacional son los lugares de nacimiento de sus hijos.
Leandro nació en Teherán, Ian en Pretoria, Sara en Berlín, Benjamin en Pekín y Emily, Leonardo y Eloísa en Montevideo, mientras que su esposa es sudafricana, con la que se comunica en inglés a pesar de que ella habla y entiende sin problemas el español.
No obstante, este exdeportista, como él mismo se define -sus años como canciller y los continuos viajes le han hecho perder la rutina deportiva- habla la lengua de Shakespeare, el francés y el alemán y llegó a defenderse en el chino mandarín con los términos más usuales en el campo diplomático.
Confiesa que la adaptación más terrible de su vida fue pasar de bien joven del campo a la ciudad, y quizá por ello hoy vive en una chacra (finca) en Santa Lucía, en el departamento de Canelones, contiguo al de Montevideo.
Así, contrario al espíritu carnívoro de Uruguay, país del mundo con la cuota más alta de consumo de carne por persona y con la mayor cantidad de vacas por habitante, Almagro decidió, por convicción y por su posición contra la muerte animal, eliminar la carne y el pescado de su dieta desde sus tiempos de embajador en China.
Designado senador en Uruguay para los próximos cinco años, a partir de ahora su mochila al hombro -no usa maletín para tener las manos libres- irá cargada de papeles con la intención de impulsar «más realismo» y «un diálogo político con resultados tangibles» a la Organización de Estados Americanos (OEA), objetivos marcados en su discurso, tras ser elegido secretario general.
«No vengo a administrar ninguna crisis, sino a facilitar y trabajar por una renovación», aseguró Almagro ante los representantes de los 34 países integrantes de la institución, entre ellos 19 ministros de Exteriores.
En las últimas semanas, en plena campaña para recabar votos, no ha sido raro que al desearle suerte mediante un mensaje a su teléfono contestase con un «We Keep Walking» (seguimos caminando), un lema que parece haberle dado suerte.