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Discurso de Gabriel Boric
Montevideo, 9 dic (EFE).- El exfutbolista uruguayo Rubén Sosa, destacado delantero de las décadas de 1980 y 1990 en Europa, presenta hoy su autobiografía, «El Principito. Una vida consagrada al fútbol con alegría», en la que repasa su carrera y en la que destaca su origen humilde y su logro de llegar al Inter de Milán.
Según explicó, la idea del libro surgió a raíz de un «momento melancólico» con varios amigos de su infancia en el que empezaron a recordar historias.
«Me decían que la gente tenían que leerlas, así que me dije: vamos a hacerlo, pero vamos a hacerlo bien», y de ahí surgió la autobiografía que presenta este miércoles en Montevideo, escrita por su amigo Luis Nieto y publicada por la editorial Planeta.
Para Sosa, que actualmente es entrenador de delanteros del Nacional y dirige una escuela de fútbol infantil en la capital de su país, lo destacado del libro es que es la «historia de vida» de un niño de barrio humilde con muchos problemas económicos que «nunca pensó que jugaría en el Inter de Milán y lo logró».
En este sentido, uno de los objetivos de ‘el Principito’ -apodo por el que Sosa es conocido y debido a que el habilidoso centrocampista Enzo Francescoli era ‘el Príncipe’- es llegar a aquellos niños que quieren triunfar en el fútbol «para que no pierdan la ilusión».
En cuanto a los momentos destacados de su carrera, en la que jugó en el Calcio (Lazio e Inter de Milán), la Liga (Zaragoza y Logroñés) y la Bundesliga (Borussia Dortmund), Sosa destacó que vestir la camiseta ‘nerazzurra’ entre 1992 y 1995 fue un sueño hecho realidad dado que en aquel momento la liga italiana era, en su opinión, la más difícil.
«Creo que el paso por España fue muy bueno, pero mi ilusión en aquel momento era el Calcio. Era el fútbol más difícil y los hinchas son muy apasionados», aseguró el deportista, nacido en Montevideo en 1966.
En cuanto a su paso por el Zaragoza (1985-1988), donde dice que explotó como futbolista, recuerda con especial cariño el gol que le marcó al Barcelona en la final de la Copa del Rey de 1986 en el estadio Vicente Calderón de Madrid, un tanto que significó una inesperada victoria para el club aragonés, que ganó el torneo por tercera vez después de 20 años.
«Ese gol me hizo explotar como futbolista. Creo que me enchufé al partido cuando por la mañana prendí la televisión y vi a la afición del Zaragoza que iba a Madrid con los bocatas, las camisetas y contentos y pensé que no podíamos defraudar a aquella gente», rememoró.
Como buen delantero que de goles vive, otro tanto por el que siente predilección es el que anotó a Argentina en la fase final de la Copa América de 1989 -edición de la que fue elegido como mejor jugador- y en el que logró marcar tras arrancar con el balón desde la mitad de la cancha.
En la obra que repasa su carrera y con la que espera alimentar los sueños de los niños, sobre todo uruguayos, que quieren jugar al fútbol profesionalmente, se incluyen varias historias de «vestuarios, contratos» y demás tramoya de lo que fue la vida de un deportista de élite que se crió en el humilde barrio de Piedras Blancas en Montevideo.