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Discurso de Gabriel Boric
Por Clara RIVEROS, para SudAméricaHoy
El triunfo de Tabaré Vázquez frente al candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, le permitirá al Frente Amplio, la continuidad en el gobierno. Este será el tercer mandato consecutivo de la coalición de partidos de izquierda que también alcanzó mayorías en el Legislativo.
Vázquez se impuso en primera vuelta con 47,8% de los sufragios y en segunda, con el 53,6%. El cargo no le es desconocido, ya había gobernado con un estilo moderado entre 2005 y 2010. El retorno de Vázquez, sin embargo, representa un cambio frente al modo particular de José Mujica.
El presidente recién posesionado llegó elogiando al expresidente Julio María Sanguinetti por ser el primer gobierno de la transición. El presidente saliente se fue cuestionándolo, hace unos días, al recordar la “visión de futuro increíble” que tuvo el exmandatario por dudar (1986) que los Tupamaros pudieran ganar elecciones.
Vázquez, en su discurso de posesión, saludó los 30 años ininterrumpidos de democracia y al gobierno de pos dictadura de Sanguinetti (1985-1990), destacó los momentos históricos del país y a los referentes para América y para Uruguay, principalmente, reivindicó a José Artigas, mencionó los principios de la democracia liberal y se refirió a la necesidad de orientar la gestión en temas relacionados con salud, educación y vivienda.
Mujica hizo lo propio en sus últimos días al frente del Ejecutivo, consideró como su principal conquista que “Uruguay exista” en el mundo. El presidente saliente acudió a “la biología” para aproximar su futuro político, por lo que no descartó aspirar a un nuevo mandato en 2020, cuando tendrá 85 años, sí su salud se lo permite. De momento, vuelve al Legislativo.
Mujica dejó la presidencia con una popularidad superior al 60%. Su gestión ha sido llamativa no tanto por los grandes logros como por el impacto que causó su persona a nivel local y sobretodo internacional. La percepción positiva de su imagen está asociada a una vida austera, reconocida y valorada en tiempos convulsionados donde gobernantes que abrazan banderas de la izquierda se han visto salpicados por graves escándalos de corrupción. Mujica fue un abanderado de causas progresistas y encandiló al mundo, pero ¿Fue suficiente la austeridad personal para medir la eficiencia y el éxito del gobernante?
Sin desconocer los avances en materia social, hay quienes consideran que la gestión pudo ser más eficiente en materia económica y le critican la división social que generó. Eso sí, nunca comparable a los niveles de polarización que alcanzaron los países con gobiernos populistas y autoritarios.
La coyuntura internacional y los altos precios de las materias primas permitieron indicadores favorables a los países de la región, más allá de tener un excelente desempeño y un nivel de gasto eficiente. Vázquez deberá enfrentar la desaceleración de la economía, una inflación alrededor de 8% y algunas cifras desalineadas en materia fiscal. Comparativamente, los indicadores económicos de Uruguay no son malos, pero podrían ser mejores.
El expresidente Sanguinetti ha sido muy crítico del estilo de Mujica y de su gestión. Reconoció la extraordinaria bonanza económica que permitió el crecimiento del país, pero se ha referido a la errática política exterior del gobierno Mujica, al retroceso en materia educativa cuyo referente inmediato son los pobres resultados en las pruebas PISA. También cuestionó la disminución de la pobreza, que en cifras ocurrió pero no en términos reales. Las medidas se han dado desde el asistencialismo y la compensación monetaria por parte del Estado lo que no significa que quienes están en situación de pobreza entraron a la clase media, mejoró el ingresó pero no su realidad, la pobreza se ha consolidado, advirtió Sanguinetti.
No todo ha sido brillo con Mujica, atendiendo a su relevancia internacional se esperaba un papel más comprometido en defensa de los valores democráticos en Venezuela. Su actitud ha sido decepcionante y las declaraciones hechas en días pasados, lo reafirman. Su condescendencia frente a las teorías conspirativas urdidas por el chavismo y alimentadas de manera perversa y conveniente desde Ecuador y Argentina, dejaron a Mujica casi a la par de Kirchner y Correa.
Todavía más desafortunadas las declaraciones de su esposa, la senadora Lucia Topolansky que en una mezcla de ignorancia, desconocimiento y poca convicción democrática aseveró: “A nosotros nos importa que el proceso venezolano no se detenga” y admitió que le “falta información” en el tema de Venezuela. Si no fue suficiente con lo anterior, el comunicado del Frente Amplio, más allá de la división interna que pudo generar, disipó cualquier duda sobre el respaldo de la izquierda uruguaya al régimen autoritario que gobierna desde Caracas.
En contraste, se encuentra la enfática postura de los partidos de oposición. Hay controversia y malestar por el manejo que se ha hecho de la crisis venezolana. Refutaron la eventual presencia de Nicolás Maduro para la toma de posesión de Vázquez, cosa que finalmente no ocurrió.
¿Agradecería Vázquez la ausencia de Maduro? La oposición no ha sido tibia frente al proceder del gobierno, tampoco con la Unasur y menos con el Mercosur, dejando constancia de su desaprobación en días pasados. Y es que tal integración no tuvo entre sus prioridades la prevalencia del Estado de derecho, para la oposición está claro que en estas instancias no es la defensa de la democracia lo que se impone, sino que los gobiernos reaccionan movidos por simpatías como ocurrió en años anteriores frente al juicio constitucional que destituyó a Fernando Lugo en Paraguay, mientras hoy reina el silencio y el respaldo al chavismo.
Más allá de las diferencias, la cultura política del país sigue siendo un referente para la región. Vázquez recibió el apoyo, abrazo y reconocimiento de su contendor: “Por el bien del Uruguay, al Gobierno que hoy asume le deseamos éxitos”, expresó el senador Lacalle Pou.
No se hicieron presentes en el acto de posesión los presidentes de Argentina, Venezuela y Bolivia, en cambio, sí estuvo y no pasó desapercibido entre los asistentes, el vicepresidente argentino, actualmente procesado, Amado Boudou. Los gobiernos de izquierda reivindican la unidad latinoamericana y especialmente sudamericana, pero lo cierto es que las tensiones han sido una constante.
Argentina fue durante estos años el principal impedimento para esa anhelada integración y en Uruguay sí que lo saben. La relación con los esposos Kirchner ha sido tensa, desde el primer mandato de Vázquez y también con Mujica, las discrepancias por la planta de celulosa Botnia/UPM se han mantenido, el proteccionismo argentino dificultó las relaciones comerciales. Asimismo, las trabas impuestas desde Buenos Aires para impedir el avance de Mercosur en un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea que hasta hoy no se cristalizó. La realidad controvierte, una vez más, a los discursos, y permite dudar de la integración sudamericana, al menos en el formato conocido y pregonado en los últimos años.