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Discurso de Gabriel Boric
Por Clara RIVEROS, para SudAméricaHoy
Los comicios legislativos celebrados en Venezuela para elegir a 167 diputados por un periodo de cinco años (2016-2021) alcanzaron una participación de 74% del electorado superando en 10 puntos la elección de 2010. Según los resultados, demorados por el Consejo Nacional Electoral -CNE-, la oposición obtuvo tres quintos de los escaños, 107 diputados (64,07%) frente a 55 del chavismo (32,93%). Las cifras no cierran. La coalición opositora MUD -Mesa de Unidad Democrática- sostiene desde el domingo en la noche que alcanzó dos tercios de la Asamblea, 113 diputados frente a 51 del oficialismo. Esto apenas comienza y el camino no será fácil. El líder opositor Henrique Capriles corroboró que aventajan al chavismo con más de 2,3 millones de votos y que la MUD se sitúa como primera fuerza tanto en el distrito capital como en 17 de los 23 estados. Capriles apeló a la unidad, a la madurez y a la serenidad; observó que, el cambio debe ser incluyente y sin revanchismo; incluso, fue más allá al sugerir un acto de contrición y de humildad al interior de la MUD para que supere egos y personalismos posibilitando la unidad de acción de la oposición y la reconciliación nacional.
La MUD tuvo que competir en condiciones desiguales, la cancha estuvo sumamente inclinada para favorecer a la fuerza gobernante PSUV -Partido Socialista Unido de Venezuela-. En la campaña brilló la hegemonía comunicacional del chavismo y la falta de acceso a los medios de comunicación para la oposición. Durante la jornada electoral se reportaron 78 incidentes, algunos relacionados con delitos electorales.
La presión gubernamental fue notable, por un lado hicieron retirar las credenciales a los expresidentes de la región que fueron invitados por la MUD y, por el otro, propiciaron la acción ilegal de extender el horario en los centros de votación. Sí lo anterior resulta insuficiente, habrá que recordar la vigencia del sistema de circuitos electorales que permitió que en 2010 el chavismo obtuviera más escaños aun cuando la oposición logró más votos o, las muchas inquietudes a nivel internacional que fueron expresadas en estos meses, en esa línea estuvo el llamado del Secretario de la OEA, Luis Almagro, en favor de la democracia y los derechos de las minorías.
Todo esto concede gran relevancia al logro de la oposición y permite apreciar el rechazo mayoritario hacia la élite gobernante. En esta ocasión el árbitro no pudo congraciarse a pleno con el PSUV, no hubo manera ante la evidente pérdida de dominio en la Asamblea. Lo acaecido este domingo modifica sustancialmente las relaciones de poder en el Legislativo. La obtención de dos terceras partes representa una mayoría muy amplia que permitiría, por ejemplo, buscar mediante la convocatoria de un referéndum la revocatoria del mandato presidencial. Sí esa cantidad de diputados es reconocida por el organismo electoral, entonces, el año próximo, puede ser “el principio del fin del chavismo”, como observó Enrique Krauze.
El chavismo continuó subestimando el agotamiento de la sociedad, pero la gente le apostó al cambio, votó contra el partido de gobierno desestimando su estrategia del miedo. El fracaso del socialismo del siglo XXI es incontestable. Los cada vez menos simpatizantes de esa revolución que nunca fue deberán admitir la realidad y recuperar la cordura, la Venezuela de hoy no solo es el resultado de la gestión de Nicolás Maduro. La obra debe apreciarse en toda su dimensión: el chavismo lleva 17 años en el poder.
Nicolás Maduro buscó excusas para minimizar la debacle a la que llevó el país ese régimen que bien puede llamarse narcocleptocracia, el mandatario admitió la derrota pero responsabilizó a la “guerra económica” promovida por la “burguesía parasitaria”. Qué Nicolás Maduro reconozca la derrota no debe llamar al engaño, Venezuela no es una democracia, «una democracia no se mide por lo que pasa el día de la votación, sino por la manera en la que el Gobierno se comporta durante su mandato. Y una tiranía lo sigue siendo aunque haga elecciones. Y aunque las pierda», aseveró Moíses Naím en los días previos al 6D.
Las cifras contradicen con dureza el discurso presidencial, el país enfrenta una grave crisis política e institucional pero es la económica la que más resiente la sociedad en el día a día y bajo la conducción del chavismo. Con el petróleo a menos de 40 dólares/barril; una escasez creciente; la inflación más alta del mundo estimada en 200%; la pobreza en 73%; y, el salario mínimo en 9 dólares considerando el cambio paralelo, poco pueden hacer los venezolanos. A propósito, Capriles ha sido enfático, el gobierno nacional empobreció a Venezuela, el opositor anunció que se terminarán los regalos de petróleo y será el fin de la petrodiplomacia. No solo el oficialismo debe preocuparse, un nutrido grupo de países, movimientos y amigos deberían empezar a hacerlo.
La nueva Asamblea Nacional comenzará funciones a partir del 5 de enero de 2016 y dada su composición propiciará cambios decisivos para el futuro político, económico e institucional, pero probablemente la tarea de mayor envergadura y la apuesta de largo aliento para la sociedad venezolana debe encaminarse hacia la reconciliación y construcción de una cultura política democrática que permita la tolerancia, el respeto y la pacífica convivencia luego de estos años de “revolución” y degradación. Cuando murió Hugo Chávez la gran pregunta fue sí sería posible el chavismo sin Chávez, pasaron casi tres años y el final no parece tan lejano.
Por Carlos CÓRCOLES.
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