sábado, 7 de abril de 2018
«Venezuela, crisis o genocidio», por Alex FERGUSSON

Por Alex FERGUSSON, para SudAméricaHoy
En artículos anteriores he expuesto la idea de que la profunda crisis que vive el país, desde hace ya cuatro años, no es el producto de la incompetencia de la burocracia oficial o la ignorancia, o de ese invento oficial de “la guerra económica”.
He señalado que, en mi opinión, se trata de un plan fríamente calculado para liquidar políticamente a la oposición, quebrar la economía privada y depauperar a la gente. Opinaba, también, que el propósito final del plan era que todos los aspectos de la vida cotidiana terminaran dependiendo del gobierno, como en Cuba. Es decir, la total sumisión al control oficial.
Todos los eventos ocurridos indican claramente el avance exitoso del plan.
No obstante, la evolución de la crisis ha comenzado a mostrar un aspecto que no había considerado antes.
Habría esperado que en la medida en que los grupos de poder gobernantes se consolidaran, o creyeran que lo están logrando, se comenzaran a producir decisiones y medidas que indicaran la naturaleza del nuevo modelo de sociedad que nos sería impuesto.
Creí que poco a poco se irían produciendo respuestas acerca del nuevo sistema de producción agropecuaria,industrial, comercial, financiera, ambiental y socio-cultural, que vendría a sustituir al modelo rentista petrolero-minero imperante desde hace 15 años.
Pero NO!
En cambio, lo que tenemos es más de lo mismo. Anuncio de promesas que nunca se concretan, o medidas efectistas sin ninguna consecuencia, salvo calamidades. Más presos políticos, incluidos ahora militares sospechosos de quien sabe qué, anuncio del anuncio de nuevos billetes con tres ceros menos, más escasez, hiperinflación con duplicación de precios cada 30 días o menos. Una burocracia paralizada sin recursos, salvo para pagar salarios, una economía del rebusque y la supervivencia, en su mayor parte en manos informales: grupos militares corruptos, delincuentes organizados y colectivos (grupos paramilitares que gobiernan algunas zonas y comunidades), y los revendedores de productos obtenidos ilegalmente. La delincuencia y la corrupción haciendo metástasis.
El resultado palpable es la agudización de una crisis que los altos funcionarios del gobierno continúan negando con un descaro que eriza.
La actividad productiva agoniza por falta de materias primas, maquinaria, repuestos y otros insumos, o por los precios impagables de lo que se encuentra. A ello debemos agregar ahora, los racionamientos de electricidad por períodos de hasta cuatro horas diarias en cada localidad del país.
Mientras tanto, la gente, ese pueblo por el cual los funcionarios dicen sentir tanto amor, comienzan a mostrar claros síntomas de desnutrición, especialmente los niños, las embarazadas y los ancianos. La escasez de medicinas y los altísimos costos de las que se consiguen, provoca cada vez más muertes o complicaciones.
Parece, pues, que me quedé corto en mi apreciación acerca del plan de acción del gobierno, sus alcances y propósitos.
Tengo, ahora, la percepción de que se trata de un perverso, casi patológico, plan de aniquilación radical de cualquier oposición al talante autocrático y dictatorial del gobierno. Lo veo ahora como un proyecto que toca, peligrosamente, con el concepto de genocidio. Que se vayan los que se oponen! Que se enferman o mueran los que no puedan irse!Un plan para reducir la población a solo aquellos sometidos por la necesidad y a los deseos y expectativas del poder absoluto.
Aquí adquieren pleno sentido, las palabras del amigo Rigoberto Lanz, notable intelectual venezolano: “Sospecho que nos hemos topado en el camino con un importante pedazo del país que está fatigado de la pobreza de casi todo: pobres los que viven en la miseria; pobres los cambios reales del modelo de sociedad; pobres los espíritus para la creación y la crítica; pobres las esperanzas de salir del marasmo… 

Sabemos también que hay otra Venezuela que se bate todos los días por hacer las cosas bien, por trabajar y pensar con seriedad, gentes que no tienen entre ceja y ceja ponerle la mano a la caja fuerte más cercana. Ese país de la dignidad y la esperanza vibra en todo el entramado de la sociedad; está dentro y fuera del gobierno, en las instituciones y más allá de ellas, en los movimientos sociales y en las prácticas individuales. No se trata del esquematismo de “los buenos” y “los malos”. El asunto es el reconocimiento de calidades múltiples que trasiegan los linderos partidistas, las viejas murallas de las religiones, los encierros del dogmatismo y la intolerancia”.
Así que, sabiendo que la posibilidad de una “intervención extranjera liberadora” se ha venido disipando, que la opción de un “golpe militar” parecen hoy distante y que la corriente abstencionista de un amplio sector opositor aleja cualquier salida no electoral a la crisis, cabe preguntarse cuál podría ser la estrategia adecuada a las circunstancias.
Creo que es momento de tranquilizar las emociones y comenzar a pensar con lógica política. El dilema “votar o no votar” debe ser dilucidado, y pronto. De lo contrario habrá que irse acostumbrando a la idea del éxito de un Plan Genocida que marcha a paso de vencedores!