domingo, 16 de febrero de 2014
Venezuela y la cuerda floja de la democracia

sudamericahoy-columnistas-carmen-de-carlos-bioPor Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy (SAH)

Venezuela baila una y otra vez en la cuerda floja de la democracia. Las manifestaciones vuelven a saldarse con muertos sobre el terreno (tres el miércoles). El Gobierno de Nicolás Maduro se siente débil y reacciona como una presa arrinconada, amenaza a opositores, ordena detenciones y persecuciones, se apropia del papel de periódicos, se ocupa de que las señales de televisión que emiten los disturbios sean las suyas y no otras (NTN24 de Colombia) y, ahora, anima a los suyos a tomar las calles.

La sombra de un Estado policial se extiende hasta las redes sociales como Twitter. Nada escapa del régimen bolivariano que se sacude la responsabilidad del país con un inverosímil: Yo, no he sido. La muerte de Hugo Chávez fue la muerte de un símbolo con una historia y una personalidad, arrolladora, para imponer su voluntad. Nicolás Maduro, su elegido para continuar la obra, sobre cimientos de barro, del socialismo siglo XXI, es una caricatura del peor Chávez.

Los discursos eternos, con los muertos aún tibios, frente a las masas y sus obsesión con el ex presidente Alvaro Uribe y la prensa internacional, a los que acusa de estar detrás de una conspiración para derrocarle, resultan ridículos. Además, ni siquiera tienen la chispa de la que podía hacer gala en su retórica el difunto coronel.

Venezuela va mal. Lo saben dentro y fuera de sus fronteras. Los amigos del régimen pueden salir con declaraciones de apoyo y compartir argumentos con Maduro (“el imperialismo norteamericano quiere acabar con la revolución” dijo Evo Morales) pero eso no cambia las cosas. La inflación, récord mundial, dejó de tener un número fijo hace tiempo, el desabastecimiento no se puede ocultar de las góndolas de los comercios y de las grandes cadenas de supermercados (algunas saqueadas con el guiñó del propio Maduro), la moneda nacional es poco más que papel mojado y el dólar, el billete del imperio, sigue siendo el favorito de la población. En este contexto, la inseguridad –no sólo la política- se cobra semanalmente decenas de muertos.

Nicolás Maduro carga la pesada herencia de Hugo Chávez pero le faltan espaldas y cabeza para manejarla. El hombre dice que le quieren dar un golpe, mandar de vuelta a casa pero en Venezuela –y fuera también- saben que nunca abandonó la suya.