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Discurso de Gabriel Boric
Antonio Guterres es Portugués y por tanto ni olvida ni quiere olvidar donde está Brasil, el hijo pródigo de tamaño continente que le dio la espalda a la madre pátria. El nuevo hombre fuerte de la ONU, ingeniero de formación y ferviente católico, difícilmente estará lejos de Sudamérica y del resto de Latinoamérica. Conoce la región, el idioma (portugués y español) y sabe de sus problemas y potencial.
El flamante secretario general de ONU ( 67 años), entre junio de 2005 y diciembre de 2015 estuvo al frente del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Durante aquella etapa tiró de las orejas a los países ricos y les pidió tener en su agenda de comprensión y solidaridad, a los refugiados.
Sin miedo, disparó: «Los que dicen que no pueden recibir a los refugiados sirios porque son musulmanes están apoyando a las organizaciones terroristas y les permiten ser mucho más efectivas para reclutar«. Lo hizo en diciembre, antes de finalizar su mandato en ACNUR.En este organismo redujo un tercio el número de trabajadores que trabajaban en Ginebra, su sede.
Un hombre de acción
El diario argentino Infobae recuerda que estuvo considerado durante años como posible candidato a la presidencia de Portugal. Guterres replicó que prefería «jugar al fútbol» que ser «árbitro». «Me gusta la acción, estar en el terreno. Me gustan las cosas que te obligan a intervenir permanentemente», dijo en una entrevista en enero a la cadena pública RTP.
Nacido en Lisboa el 30 de abril de 1949, entró en el partido socialista portugués tras la Revolución de los Claveles de 1974, que puso fin a casi cinco décadas de dictadura. Poco después de ser elegido líder del partido, añadió una rosa roja al puño cerrado que era el símbolo tradicional de la organización.
Guterres se dio a conocer así como parte de una nueva generación de socialistas modernizadores que incluyó al primer ministro británico Tony Blair. Fue admirado por su elocuencia, inteligencia y moderación.
Portugal vivía entonces un rápido crecimiento económico, casi sin desempleo, que le permitió poner en marcha el salario mínimo, una de las medidas estrella de su gobierno. Europeísta convencido, se puso como objetivo cumplir con los criterios para entrar en la moneda única europea y estuvo entre los 11 primeros países que adoptaron el euro en 1999.
Bajo su dirección, el partido socialista deshizo de las tendencias más izquierdistas y se volvió un partido moderado en el centro del espectro político.
Guterres —que además del portugués domina el inglés, el español y el francés y tiene un gran interés en la historia medieval, el cine y la ópera— atrajo a la nueva clase media de Portugal, que emergió con el aumento de la riqueza del país tras la integración a la Unión Europea en 1986.
Pese a todo, tras sus ocho años como primer ministro también fue conocido como un político que eludía decisiones impopulares y a menudo encontraba difícil decir no. Renunció a mediados de su segundo término, cuando la popularidad de su partido comenzó a caer.
Lucha contra el aborto
Sus detractores lo acusan de haber contribuido a la victoria del «No» en el referéndum de 1998 para liberalizar las estrictas leyes portuguesas sobre el aborto -de las más restrictivas de Europa-. Guterres permitió la consulta pero dijo públicamente y en varias oportunidades que se oponía a cambiar la ley.
Fueron los problemas de la economía portuguesa los que hicieron caer su popularidad y en 2001, tras el fracaso de los socialistas en las elecciones locales, dimitió, diciendo que quería evitar que el país cayera en un «pantano político».
Finalmente, abandonó la política portuguesa para concentrarse en su carrera diplomática. Y, a la vista de los resultados, no parece que haya sido una mala decisión. El tiempo dirá si Latinoamérica -y Brasil- tendrán motivos para aplaudir su gestión.