jueves, 8 de diciembre de 2016
Los últimos «días» de Nicolás Maduro

Por Ignacio PERALES

Nicolás Maduro ya no es lo que era. Francisco, tampoco. El presidente de Venezuela ha podido engañar a unos cuantos un tiempo pero no logró engañar a todos todo el tiempo. El Papa le tuvo una paciencia que va más allá del infinito. Quizás, ahora, Su Santidad empieza a arrepentirse por ello.
Francisco entró tarde –aunque conocía el terreno- al juego de la negociación entre el Gobierno y la oposición. Sus ojos estuvieron cerrados estos años pero, por fin, los abrió. Monseñor Claudio María Celli, su delegado en la mesa creada para dejar pasar el tiempo y llegar al 2017 para evitar elecciones, se lo hizo saber a y a Nicolás no le gustó. La iglesia le dijo algo parecido a, basta ya. La negativa a crear un canal humanitario para medicinas, la obcecación en no liberar a los presos políticos (mientras la mujer de Leopoldo López se encadenaba en el Vaticano), el restablecimiento de los poderes de la Asamblea Nacional y un calendario electoral firme ya no pueden ser más expresiones de deseo.
La reacción del hombre que desafía –con éxito propio- a la razón y la democracia desde la muerte de Hugo Chávez fue convocar otra de sus manifestaciones revolucionarias, “queremos paz pero estamos dispuestos a llegar hasta Junín y Ayacucho otra vez (batallas emblemáticas libertadoras)”. La retórica no va más por mucho que las hordas tomen las calles de Caracas. Cada paso de Maduro en este último año ha servido para acercarse más al precipicio de su autodestrucción. Hasta Mercosur , tan tolerante en la era Dilma Rousseff, Cristina Fernández y Michelle Bachelet (ahora muda ante su propio fracaso de Gobierno), le han enseñado la puerta de salida sin que Evo Morales o Rafael Correa se hayan solidarizado con él. Son otros tiempos y el suyo -más tarde o más temprano- formará parte de una pesadilla del pasado. El futuro, sin duda, es de otros. Amén.

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